Kendrick Perkins: en busca de la sonrisa

Es difícil ver a Kendrick Perkins con un rostro relajado. Su llegada a los Thunder le ha dado la consistencia defensiva e intimidatoria que le faltaba a una franquicia a la que le sobra talento para estar donde está: a las puertas de la final de la conferencia Oeste.

Su carácter en la cancha y su aspecto rudo esconden una personalidad llena de orgullo y superación. Su infancia, esa patria que todos tenemos más allá de nuestras banderas, le marcó de forma definitiva. Y no es para menos. Su padre le abandonó para probar suerte en el extranjero jugando al baloncesto, y su madre, asesinada por una vecina, dejó definitivamente huérfano a Perkins a los cinco años de edad.

Acogido por sus abuelos en una localidad cercana a Beaumont, en el estado de Texas, Perkins vivió precariamente su niñez y juventud. Con pocos medios pero mucho orgullo la familia salió adelante en una historia de superación que ha hecho a Perkins más fuerte. Su relación con el baloncesto empezó en una cancha de tierra en la que un neumático hacía las veces de canasta, su gimnasio fue un improvisado banco de ejercicios en el que dos sillas se convirtieron en el soporte para un improvisado juego de pesas. Todo hecho por Kendrick.

Uno se estremece leyendo la historia del ex-céltico. Para él, su objetivo final era sacar a su familia de aquel hoyo. Llegar a la NBA ha sido, a la postre, el medio, pero el fin es dar a sus abuelos una mejor vida. Y el eje en el que se asentó la juventud de Perkins fue la iglesia.

Sus abuelos le inculcaron la estrechísima relación con la iglesia de Nuestra Señora de Misericordia. Perkins intentó entrar en el coro, pero la cosa no funcionó. Tampoco la música era lo suyo. Al final encontró su papel en la iglesia: monaguillo. Y podemos decir que probablemente haya sido el monaguillo de mayor envergadura que ha pisado una iglesia. Kendrick ya triunfaba en el Clifton J. Ozen HS jugando al baloncesto y todavía seguía ejerciendo de monaguillo en la iglesia.

«Me enseñó humildad, me enseñó gratitud y me enseñó a tratar a todo el mundo con respeto» – Kendrick Perkins

No es una cuestión de creencias sino de cultura y educación. Perkins intenta devolver a su parroquia lo que ésta le dio. Chicos como fue él disfrutan de una cancha de baloncesto y la parroquia recibe una generosa donación del center de los Thunder. Gratitud. Sus abuelos, por supuesto, estrenan casa en Beaumont.

No hagáis caso a su aspecto. Es su pose de trabajo. Tiene fama de tipo duro y la fama cuesta, más si has sido monaguillo en tu parroquia. Los que le conocen y han compartido vestuario con él se deshacen en elogios, por su forma de ser, por su ética de trabajo. Cuenta la leyenda que incluso un día se le vio sonreír. Después de todo se ha ganado ese derecho.


Kendrick Perkins llegó a la NBA sin pasar por la universidad en la temporada 2004-2005. A los 19 años debutó en unos Celtics muy diferentes a los de hoy en día, con Paul Pierce como única cara reconocible. Vivió la época de la llegada de jóvenes talentos como Al Jefferson, Tony Allen, Rajon Rondo, y es un superviviente del traspaso que llevó a siete célticos a los Wolves a cambio de Kevin Garnett. Tras afianzarse como center titular de la franquicia, consiguió el campeonato de 2008 y el subcampeonato de 2010. En 2011 fue traspasado a los Thunder, equipo con el que lucha por llegar a la final de la conferencia Oeste. En España son famosas sus declaraciones en contra de Pau Gasol y Phil Jackson; no son gente de su agrado según sus propias palabras.

Fuente | News OK – Oklahoman.


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