LeBron James contra el mito de Michael Jordan

A estas alturas de la temporada, LeBron James tiene rivales muy reales. Los poderosos Warriors ya esperan a sus Cavaliers para su tercer duelo en tres años con la hegemonía de la liga en juego. Pero, en la era de Twitter, LeBron James también compite contra rivales más etéreos, particularmente cuando en los esporádicos momentos en los que su dominio en la cancha sufre un paso atrás.

De forma particular, su mal tercer partido de la serie contra Boston, terminando con 11 puntos y sin anotar en los últimos 16 minutos de juego, quebraron el encanto de sus impecables playoffs hasta la fecha. Y es que LeBron James, ya de forma indiscutible uno de los mejores jugadores de la historia, tiene un constante rival virtualmente invicto, recordado en cada momento de debilidad desde tertulias deportivas y redes sociales. Este oponente no tiene nombre oficial, pero puede ser bautizado como el «mito de Michael Jordan».

No hay duda alguna de que Jordan es el jugador que más ha transformado este deporte, y merecidamente está considerado como el más grande que jamás haya pisado una cancha. Su dominio del juego era aplastante, su capacidad sin igual para romper defensas, y su ferocidad competitiva aún recordada por todos. Quienes vivieran su época de jugador o quienes lo hayan visto a través de grabaciones pueden ponerse de acuerdo en afirmar que Michael Jordan fue el ser humano que mejor ha jugado a baloncesto.

Porque Jordan era humano. Mejor en este deporte que cualquiera, pero con debilidades. Más ganador que nadie, pero sin ser perfecto en su dominio. Entre tantas noches de leyenda quedaron partidos más o menos brillantes, finales sin chispa y derrotas dolorosas. Pero el paso del tiempo y una cierta nostalgia mal entendida han llevado a crear un Michael Jordan legendario, sin que ningún jugador posterior a su tiempo merezca comparación. Querer convertir a LeBron James en un Ícaro con alas de cera es algo habitual cuando vuela demasiado cerca de los hitos de Jordan.

Por supuesto, la estrella de los Bulls merece ser recordada por sus buenos momentos, por sus seis anillos de campeón y por haber sido el icono de un deporte que nunca fue el mismo tras su presencia. La NBA se convirtió en un fenómeno global gracias a Su Majestad Aérea. Pero el mito de Michael Jordan, utilizado como arma arrojadiza, no se aguanta tan bien como parece frente a las virtudes y defectos reales de un jugador como LeBron James. Estos son algunos ejemplos.

Jordan nunca fallaba en partidos importantes

De los puntos oscuros de la biografía de LeBron James, uno especialmente recordado es su actual balance de 3-4 en Finales NBA. El 6-0 con el que Michael Jordan cerró su carrera es ya insuperable en este aspecto, pero a la vez simplifica demasiado el argumento. Para empezar, la aritmética simple no ayuda a Jordan, habiendo alcanzado «solo» 6 finales en sus 13 temporadas con Chicago. Con la superviviencia en juego, Michael Jordan era humano.

El balance del escolta en partidos en los que su equipo se jugaba la eliminación fue de 6-7 (por 10-8 de LeBron James), promediando 31,3 puntos y un 44,5% en tiros de campo. En ambas categorías, números lígeramente inferiores a los promediados en playoffs durante su carrera (32,4 puntos y 46,2%). Igualmente, son promedios de estrella, pero que refutan en parte su mito de ser invencible cuando todo estaba en juego. No lo era.

Jordan nunca perdonaba al final del partido

Un concepto clave que separa a los buenos jugadores de las leyendas es el «clutch», la capacidad de ser decisivo en los finales apretados. Michael Jordan ha dejado en su carrera algunas de las canastas más legendarias de la historia en playoffs, desde la canasta que eliminó a los Cavs en 1989 ante la desesperación de Craig Ehlo hasta la que dio su sexto y último título de campeón ante Utah en las Finales de 1998. Merecidamente dos momentos inolvidables de la NBA.

Pero, a la vez, también hubo fallos finales que costaron partidos a sus Bulls. Michael Jordan perdió en casa su primer partido en unas Finales ante los Lakers, en 1991, por un punto, fallando a 7 segundos del final la canasta que hubiera dado el triunfo. Y en las Finales de 1992 (contra Portland), 1997 y 1998 (ambas contra Utah) también erró tiros para adelantar o igualar un resultado adverso en los segundos finales de un partido.

En los 13 playoffs que disputaron los Bulls con Michael Jordan en sus filas, el equipo perdió hasta 19 partidos por 5 o menos puntos de ventaja. Su balance es claramente positivo, ganando 33 decididos por 5 puntos de ventaja como máximo. Pero, incluso con el mejor jugador de todos los tiempos, el riesgo de perder un partido ajustado era real para Chicago.

Jordan nunca tuvo rivales fáciles en el Este

Ya sea con Miami o Cleveland, el insultante dominio de LeBron James en el Este con siete títulos de conferencia consecutivos, ha servido para criticar su débil competencia. Rivales como Raptors o Hawks apenas plantaron cara en las dos temporadas anteriores. Y la mayor pelea que dieron Celtics (en 2012) o Pacers tampoco se tiene en cuenta, con sus proyectos saliendo pronto de la élite del Este tras caer ante LeBron James.

Pero este argumento puede aplicarse también a los rivales de Conferencia de los Bulls de Michael Jordan. El escolta nunca pudo llegar a unas Finales NBA en los años 80, estrellándose particularmente ante dos equipos con espacio propio en el imaginario de la NBA: los Celtics de Larry Bird (en dos ocasiones) y los Pistons de Isaiah Thomas (tres veces). Pero, sin contar a Chicago, el Este no fue tan temible desde el último campeonato de los «Bad Boys» en 1990. Hubo que esperar 14 años (curiosamente, también con Detroit) para ver un campeón de esa Conferencia que no fueran los Bulls.

Los rivales en el Este que tuvo Michael Jordan tras derrotar a los Pistons en 1991, en su cuarta oportunidad, no fueron de tanta entidad. Los otros rivales en las Finales del Este desde entonces fueron los Cavaliers de Mark Price en 1992, los Knicks de Patrick Ewing en 1993, los Magic de Shaquille O’Neal en 1996, los Heat de Alonzo Mourning en 1997 y los Pacers de Reggie Miller en 1998. De ellos, solo Indiana forzó el séptimo partido antes de quedar eliminado.

Los siete equipos que cayeron ante Chicago en las Finales del Este se combinaron para un 70,3% de victorias en temporada regular. Los siete (Chicago en 2011, Boston en 2012, Indiana en 2013 y 2014, Atlanta en 2015, Toronto en 2016 y Boston en 2017) a los que derrotaron los equipos de LeBron James desde 2011 lo hicieron para un 67,2%. Una diferencia que, trasladada a una temporada de 82 partidos, equivale a menos de tres victorias.

Contando con que los años 90 vivió la llegada de equipos de expansión que tardaron unos años en ser competitivos (Heat y Hornets nacieron en 1989, Timberwolves y Magic en 1990, Grizzlies y Raptors en 1995), no hay tanta razón como para que pensar que el Este de LeBron James fuera mucho más «fácil» que el de Michael Jordan. El dominio de ambos, eso sí, ha sido igual de claro en sus respectivas épocas. En playoffs, el balance ante rivales del Este en sus años de campeones de Conferencia fue casi idéntico: 81,1% para los Bulls de Jordan, 80,0% para los Heat o Cavs de LeBron.

Jordan nunca tuvo que juntase con otras estrellas

Mencionar «La Decisión», sin más, a un aficionado de la NBA siempre traerá recuerdos de LeBron James. Su salida de Cleveland en 2010 dirección a Miami, con anuncio televisado incluido, fue ampliamente criticada por varios motivos, particularmente por juntarse con estrellas del calibre de Dwyane Wade y Chris Bosh para cazar el esquivo anillo. Con dos campeonatos en South Beach, James volvió cuatro años después a los Cavaliers, ya con un All-Star como Kyrie Irving en plantilla y adquiriendo a otro jugador de primer nivel como Kevin Love unas semanas después.

Michael Jordan, por contra, nunca abandonó Chicago en la plenitud de su carrera para buscar un título, incluso tras quedarse en blanco durante sus primeras 6 temporadas como profesional. Pero Michael Jordan tuvo una agencia libre tan definida. En 1988, tras su cuarta temporada en la NBA, el escolta firmó una extensión por 8 años, algo absolutamente imposible en la NBA actual. Un contrato tan largo que, de hecho, ni siquiera lo completó. Su primera retirada llegaría en 1993.

Además, Michael Jordan tuvo en Chicago dos activos que LeBron James nunca tuvo en su primera etapa en Cleveland: otro futuro integrante del Salón de la Fama que creció como jugador en los Bulls (Scottie Pippen) y un entrenador que acabaría siendo el más laureado de la historia (Phil Jackson). Como contraste, cuando James decidió salir de Cleveland, el segundo mejor jugador de los Cavs era Mo Williams, y la franquicia había cambiado a Mike Brown por Byron Scott para el puesto de técnico.

Tras su primera retirada, Michael Jordan volvió en 1995 a Chicago en un equipo que mantenía a Pippen, un todavía candidato al Salon de la Fama como Toni Kukoc y que añadió a otro futuro «Hall of Famer» como Dennis Rodman. Una colección de talento alrededor de la estrella del equipo que no desentonaría en absoluto con la de los Cavaliers actuales. La mano magistral del recientemente fallecido Jerry Krause como general manager de los Bulls, de forma no casual, también le dio un merecido lugar en el Salón de la Fama, aunque fuera a título póstumo.

Jordan nunca descansó estando sano

Este «mito» es bastante indiscutible a primera vista. Michael Jordan jugó los 82 partidos de su equipo en 9 temporadas (incluyendo su cierre de carrera en Washington), una auténtica rareza en la NBA actual. Algo con un mérito extra habiendo jugado al menos 40 minutos por partido en tres temporadas, y acercándose a esta cifra durante el resto de sus años en la NBA. Pero, pese a retirarse definitivamente a los 40 años, Jordan jugó un total de 48.485 minutos entre temporada regular y playoffs, mientras LeBron James, a sus 32 años, ha sobrepasado recientemente los 50.000.

Esto se debe a varios factores. El primero, Jordan llegó a la NBA a los 21 años, tras jugar tres temporadas en la NCAA con North Carolina. Ahí promedió 30,8 minutos en 101 partidos jugados totales. Algo más de 3.000 minutos en tres años que equivalen más o menos a una temporada regular completa en la NBA. Su desgaste a las órdenes del legendario Dean Smith fue menor que si hubiera saltado a la NBA directamente desde high school.

Michael Jordan sufrió una fractura en su pie izquierdo durante su segunda campaña, perdiéndose 64 partidos de temporada regular. Además, sus playoffs fueron especialmente breves durante sus primeros tres años como profesional, quedando eliminado en primera ronda con un balance acumulado en contra de 1-9. A partir de entonces llegarían los momentos de más desgaste real para Jordan, jugando más de 4.000 minutos anuales entre temporada regular y playoffs de forma habitual.

Quizás el mayor interrogante de la NBA es que hubiera pasado si Michael Jordan no se hubiera retirado dos veces antes de la definitiva: la primera a los 30 años en 1993 y la segunda en 1998 a los 35. Si bien hubo factores externos importantes (el asesinato de su padre en 1993 y el proyecto de reconstrucción que Jerry Krause planeó para los Bulls en 1998), el desgaste físico y mental acumulado de Jordan tuvo también un papel clave en ambas decisiones.

Un detalle sobre cómo era la NBA entonces y ahora: 25 jugadores tuvieron minutos en la temporada 2016-17 con al menos 35 años de edad. En 1992-93, antes de la primera retirada de Jordan, fueron solo 13. De ellos, solo uno (Maurice Cheeks) jugaba como base o escolta. Además de mejoras importantes en la condición física de los jugadores, una administración más racional de los minutos ha alargado carreras de forma evidente. Quizás así hubieramos visto a Jordan superar esa barrera de los 50.000 minutos.

Gestando el mito de LeBron

14 años después de la retirada de Michael Jordan y del debut de LeBron James en la NBA, sus carreras están destinadas a ser comparadas, lo cual no deja de ser el cumplido definitivo para el alero de los Cavs. Jugadores de estilo diferente, pero con similar capacidad para marcar una era en la liga. Y si LeBron tiene que competir con el insuperable mito de Jordan, lo hará con un consuelo. En 15 o 20 años, un niño de hoy tendrá que pelear contra el mito de LeBron entre sus contemporáneos. Es la ley de vida en la NBA.


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