Los Lakers, bajo el influjo de la Ley de Murphy

Cuatro partidos (dos de ellos de pretemporada), cuatro derrotas. Los Lakers están atravesando un principio de temporada de los peores que se recuerdan en los últimos tiempos. Desde 2002-03, la franquicia angelina no perdía los dos primeros partidos de regular season. Si este martes pierden en casa, en su tercer partido en tres días, ante los Jazz, su balance de 0-3 sería el peor desde que Magic Johnson era aún universitario. En 1978-79, la temporada anterior a la llegada del mítico base, los Lakers perderon los sus tres primeros partidos.

Pero las alarmas ya empiezan a sonar en el Staples Center. No sólo por las dos derrotas (en casa ante Chicago, y fuera en Sacramento), sino por la forma de producirse. Los Lakers han demostrado una preocupante falta de consistencia en los momentos claves, algo que también se vio en los partidos de pretemporada ante los Clippers. El instinto asesino de otros años, que permitió alcanzar tres de las últimas finales, con dos campeonatos incluidos, se ha disipado de forma preocupante.

Pero lo cierto es que la franquicia ha empezado con mal pie desde que David Stern y Billy Hunter sellaron el fin del lockout. La jugada maestra que hubiera permitido a los Lakers hacerse con Chris Paul no sólo se echó a perder en el último momento por el veto de la liga, sino que desequilibró de forma irreparable la armonía en la franquicia. Pau Gasol y Lamar Odom se encontraron siendo prescindibles para los Lakers, y el mejor sexto hombre de la pasada campaña acabó siendo traspasado a Dallas por una «trade exception aún no utilizada para reforzar la plantilla. Los fichajes realizados, si bien en dos de los tres casos (Josh McRoberts y Troy Murphy) han servido para mejorar el banquillo, no han conseguido garantizar victorias.

Para colmo, sus tres mejores jugadores restantes tampoco están en su mejor momento. Kobe Bryant sigue afectado por un desgarro de ligamentos en su muñeca derecha (y, no olvidemos, un divorcio), Pau Gasol tuvo que jugar en Sacramento con una protección especial en su hombro derecho por un esguince, y Andrew Bynum está sancionado por los cuatro primeros partidos por su agresión a J.J. Barea. Los destellos de los secundarios de los Lakers, como Steve Blake o Metta World Peace, no han servido para mucho.

Con sus estrellas en malas condiciones físicas o, directamente, sin poder vestirse de corto, el equipo dio la cara en defensa ante los potentes Bulls, aunque malas decisiones y desaciertos en los últimos minutos dieron al traste con todo el trabajo realizado. Ante los Kings los Lakers sencillamente fueron peores. El talento anotador de Sacramento no encontró rival, y ni Kobe Bryant ni Pau Gasol se entonaron en ataque hasta que era demasiado tarde para remontar. Sacramento fue, sencillamente, mejor equipo.

Pero enterrar a los Lakers a estas alturas es una temeridad. Con una pretemporada tan corta, un entrenador nuevo (reemplazando, nada menos, a Phil Jackson), jugadores por acoplarse, lesiones y sanciones, sólo falta jugar tres partidos seguidos para empezar la regular season, con dos desplazamientos (Los Angeles-Sacramento y Sacramento-Los Angeles) por medio. Para colmo, el frontcourt está sufriendo también la lesión de Derrick Caracter, que si bien no es jugador que pueda marcar diferencias, sí que podría dar mejores descansos a Pau Gasol, diezmado físicamente, ante la baja de Andrew Bynum.

En definitiva, ni la construcción de la plantilla ha ayudado, ni mucho menos las lesiones. La chiquillada de Bynum al agredir, preso de la frustración, a Barea la pasada temporada ha sido un dolor de cabeza para Mike Brown, quien pese a intentar dar su toque defensivo a un equipo que realmente necesitaba mejorar atrás, no ha sabido aún gestionar las adversidades con éxito, y sigue sin conocer la victoria con su nuevo equipo.

Parece casi sobrenatural que, en Los Angeles, los Clippers se hayan zafado de su condición de maldito a la vez que sus históricamente triunfadores vecinos han entrado en el influjo de la Ley de Murphy (nada que ver con Troy). Si algo puede salir mal, saldrá mal. Y desde que el lockout llegó a su fin, esa máxima se ha repetido sin cesar en la casa de los Lakers.

En Nochevieja, ante los Nuggets, Brown recuperará por fin a Bynum, y Gasol y Bryant deberían estar recuperados de sus dolencias. El año 2011, especialmente desde primavera, ha sido para olvidar en la histórica franquicia. 2012 puede ser la vuelta a la normalidad o, para que negarlo, el principio del fin de una era que quizás acabó cuando Phil Jackson dejó para siempre los banquillos. Pronto saldremos de dudas, pero dar por muertos a estos Lakers a estas alturas es, aún, una riesgo innecesario.


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