Nunca duden de LeBron: unos renacidos Cavaliers acceden a las Finales de la NBA

¿Por dónde empezar? ¿Por febrero, ese momento donde se accionó la palanca de fichajes y Cleveland cambió medio equipo? ¿Por el 3-3 contra Indiana? ¿Por el 2-3 en contra ante Boston?

Quizá lo mejor sea empezar por 2010, última vez que las Finales de la NBA no acogieron a LeBron James. Han pasado 2.901 días desde entonces y hoy LeBron James ha conseguido acceder a sus octavas Finales de la NBA consecutivas. El Rey ha guiado a los Cavaliers hacia lo inesperado, o hacia lo menos probable. No solo hoy, 10-0 a favor de los Celtics en casa en estos playoffs, sino en general en una temporada por momentos anárquica, era difícil pensar que Cleveland podría llegar hasta donde llega, cuartas Finales seguidas, quintas de su historia. Todas, todas, con LeBron.


LeBron James, El Rey, El Elegido, el hombre que un su partido 100 de la temporada jugó los 48 minutos, sin un segundo de descanso. Y ganó. Y ganaron los Cavs (79-87) en el Game 7 de las Finales del Este. No podía permitírselo él, lo de descansar, ni por supuesto Cleveland, a expensas del mejor jugador del planeta, quien esta noche de TD Garden hizo 35 puntos. Pero sería injusto, hoy sí, reducirlo todo a él. Ganó Cleveland porque LeBron es así, pero hoy gozó de la ayuda más o menos continuada de algunos de sus compañeros. Apunten: Jeff Green, Tristan Thompson o J.R. Smith (por fin). Y justo en el día en que uno que sí solía aportar, Kevin Love, era baja.

Cleveland aguanta el primer envite

No se sabe si era un plan establecido de antemano, pero a Cleveland le vimos vivo al descanso (43-39). Era el de Ohio ese plantel que ofrecía una cara muy común en estos playoffs, esto es anarquía, LeBron muy solo, ineficacia. Pero por resurrecciones puntuales cuando Boston parecía que se marchaba, seguía vivo, en la batalla. Sin irse. Y al Rey y sus acólitos, si no lo matas una vez, si no lo matas dos, porque tuvieron más ocasiones los Celtics tras el descanso, quizá no lo puedas matar nunca.


El éxito de Cleveland, de LeBron, fue resistir de pie esa primera mitad, ese arreón inconmensurable de los Celtics, arropados por el TD Garden de las mejores veladas. Se intuía que si salían los de Tyronn Lue vivos de eso, de ese agobio, la cuesta sería menos empinada.

LeBron no se cansa

Algunos pudieron dudar de que LeBron llegara fino a los momentos decisivos. La famosa fatiga, que uno ya sospecha que no existe y solo es fruto de una imaginación que nos obliga a creer que alguien con ese desgaste debe tenerla, no aparecía. O quizá ya lo había hecho, antes, como diciendo que ella se fugaba cuando LeBron se pusiera a los mandos. No, no hubo nada de cansancio en un tipo que controló todo el tempo del partido en el último cuarto, al que los Cavaliers ya llegaron por delante (56-59).

Ahí es cuando Boston siguió en manos del novato que no lo es y que vuelve a poner en duda el valor de los premios de la NBA y su acotamiento exclusivo a la Temporada Regular. Porque nadie duda de que ahora mismo Jayson Tatum es el Novato del Año. Su capacidad para jugar, para medirse a LeBron, para echarse al hombro a la franquicia más laureada de siempre en la NBA, es de las mejores noticias que le han pasado a Boston. A pesar de la derrota.

Al final LeBron, capaz de hacer jugar a los suyos, que respondieron con acierto, impuso la lógica de alguien que jugaba los momentos más importantes de la temporada como quien se sirve un café. No obstante, un parcial de 5-0 de Tatum, mate memorable en la cara del hombre al que pedía fotos en 2012, cuando era un niño, lanzaba a los Celtics hacia el sueño (72-71).

Nervios frente a LeBron

Pero entonces LeBron controló, anotó y dirigió. Punto a punto, barro del Game 7, poca brillantez solo socorrida por algunas rachas de triples, base del triunfo de Cleveland, los visitantes cimentaron el camino a la gloria. Mientras eso ocurría, mientras apenas el marcador se movía, los nervios asolaban a los Celtics. Brazo corto en los tiros libres, valentía mal enfocada de un Terry Rozier valeroso pero errático. Nada que reprochar en general a un tipo, a un equipo, que supo rehacerse del drama de Gordon Hayward con solo cinco minutos de temporada. Y luego del drama de Kyrie Irving. El futuro es de los Celtics. Todo el mundo lo sabe.

Pero el presente es de Cleveland. Y lo es gracias a LeBron. Quinto título del Este para la franquicia, cuarto seguido. Novenas Finales NBA para James, octavas consecutivas. La gloria se escribe en noches como esta. La gloria de los Celtics, con Brad Stevens en la banda y el porvenir más brillante posible. Y la gloria de los vencedores, Cleveland, un equipo por instantes desarrapado y perdido, pero con LeBron James en su seno.


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