La temporada de los Golden State Warriors pende de un hilo llamado Stephen Curry. El MVP de las Finales de 2022 estará, al menos, otras tres semanas más de baja debido a una lesión en el hombro. Una ausencia que amenaza con venir acompañada de consecuencias nefastas para el devenir del curso.
El equipo dirigido por Steve Kerr ha perdido tres de los cuatro partidos que han disputado desde la lesión de su máxima estrella. El último, tras sufrir una histórica y dolorosa derrota ante los Brooklyn Nets después de recibir 91 puntos… solo en la primera mitad. Más allá del carácter desastroso de este triunfo aislado, el balance histórico tampoco invita al optimismo: el récord global de los Warriors es de 68-136 cuando no juega Curry. O, lo que es lo mismo, solo ganan el 33% de los partidos en los que no está presente.
Jordan Poole ha demostrado durante su ausencia que lo de ser titular –25,8 puntos y 4,1 asistencias en 14 partidos– se le da mucho mejor que partir desde el banquillo –14,1 puntos y 4,6 asistencias en 19 encuentros– pero su inconsistencia en el tiro y su, por momentos, unidimensionalidad en el juego profundizan todavía más en las carencias del equipo en lugar de amortiguarlas.
Por un lado, los Warriors han tenido terribles problemas para ejecutar una defensa colectiva eficaz. De hecho, ocupan la 25ª posición en ratio defensivo superado holgadamente el primer tercio del curso. Los de Steve Kerr están encajando 114,1 puntos por cada cien posesiones, casi ocho más que el pasado curso, el cual cerraron como la segunda mejor defensa. Un panorama insostenible para un equipo que comenzó la temporada con la expectativa de volver a luchar por el anillo.