De canastas y bandas sonoras

La música tiene el asombroso poder de llevar a quien la escucha a lugares, mentales y físicos, que su cuerpo no habita. Sin embargo, hay ...

Foto del autor

Por David Sánchez

Publicado el

La música tiene el asombroso poder de llevar a quien la escucha a lugares, mentales y físicos, que su cuerpo no habita. Sin embargo, hay ciertas melodías que se asocian a ideas, objetos o instantes cuya procedencia la mente a menudo falla en situar. Especialmente en tonadillas que acompañan a un soporte visual, ya sea una película, un anuncio o un partido de NBA. Cada cancha de la mejor liga del mundo tiene su propia banda sonora y muchos de sus protagonistas quedan adheridos a un leitmotiv que la mayoría de las veces el espectador ignora mientras este pide paso para agarrarse a su subconsciente.

La ocarina de Jarret Allen

Por ejemplo, el sonido que acompaña a las canastas de Jarret Allen ya nos cuenta una pequeña historia sobre sus afinidades e intereses. Es conocida la afición de muchos de los jugadores jóvenes y no tan jóvenes por los videojuegos. Normalmente, Fornite o la franquicia Call of Duty patrocinan las horas muertas de la mayoría de ellos, pero el pívot de los Cavaliers gusta de otros videojuegos más allá de los más populares entre la muchachada. Desde la infancia, The Legend of Zelda ha sido su saga favorita, como demuestra el sonido que sigue a cada una de sus canastas: el que suena en el juego cada vez que se descubre un secreto oculto.

El equipo de sonido más rentable de la liga

Philly es el epítome de este artículo. De hecho, básicamente son los culpables de que este texto exista y los que escriben buena parte de sus líneas. Para empezar: su fanfarria. Qué dicotomía que una ciudad de afición tan osca y hostil como esta tenga un theme que transmite tan buenas vibras. Menciones rápidas al recién llegado Jalen McDaniels y el Paper Planes de M.I.A. que suena tras sus canastas —exquisito gusto musical—. Con Embiid solían poner Wicked de Future porque Joel apareció en uno de sus conciertos, pero creo que ya no. Maxey también tiene su propia tonadilla, pero no he sabido encontrar cuál porque sólo suena una base instrumental o sintética o lo que sea. No soy musicólogo. 

Baladas burlonas

Durante mucho tiempo me pregunté de qué me sonaba a mí la cantinela que sucedía a los puntos de Tobias Harris en Philly. Y la realidad es cuanto menos vergonzante. Computers, del rapero neoyorquino Rowdy Rebel, es la canción que retumba en los altavoces del Wells Fargo Center cuando Harris anota. Concretamente la parte que reza “we heading out to Philly” por razones que parecen obvias, aunque él nunca las haya especificado. Pero a mí esta me hace chispa en la neurona porque una canción popularizada en España hace cosa de siete años por deshonrosos motivos robó su melodía para hacer un remix. Efectivamente, hablo de Edu García y ‘Los Burlaos’. 

No se admiten más preguntas señoría.

Chicos malos en Pensilvania

Parece que a los Sixers les gusta eso de leitmotivizar —cuidado con el término que se las trae— a sus secundarios. P.J. Tucker es uno de los tipos más duros de la liga. Pero de los de verdad, de los que nunca inician una confrontación pero tampoco la rehuyen. De los que ladran y hacen dudar al rival si su enajenación llegará al mordisco. De los de palmadita en el culo, abrazo y aquí no ha pasado nada. Un Bad boy for life, como la inconfundible melodía que acompaña a sus pocas canastas. A poco que hayáis visto NFL alguna vez en vuestras vidas, esta canción estará inserta en vuestra psique cual garrapata. 

¿Cómo suena una estrella?

Giannis Antetokounmpo es el segundo jugador que más canastas mete por partido en la NBA —11,3 en el momento de escribir esto—. Por eso no extraña que el tema que las acompaña sea uno de los que más rebotan en la mente de los aficionados. La canción en cuestión es Notorius, de Notorius B.I.G., uno de los artistas favoritos del griego que reutiliza parte de un sencillo del mismo nombre de Duran Duran. A Giannis le gusta hacerse notar. El Fiserv Forum también utiliza Butterfly Effect de Travis Scott como banda sonora de ocasiones señaladas. 

En ocasiones los sonidos son simples onomatopeyas que ya forman parte de la cultura popular como es el caso de la introducción del Yeah! de Usher y su característico “Okay”, recuperado en el Barclays Center para acompañar a las canastas de Kevin Durant hasta su marcha. Menos común es la melodía que suena de vez en cuando en el Moda Center para acompañar a un triple de Damian Lillard. Cinco de las notas más conocidas del mundo y que obligan a acompañarlas con su consiguiente “I’m loving it!”. Efectivamente, hablo de la musiquilla de McDonalds.

Entre cencerros y sorna

Por maldito que haya estado durante casi dos décadas, Sacramento es un lugar particular para el baloncesto. Uno de los mercados más denostados del panorama NBA que, sin embargo, cuenta con una afición especial. Sus gradas suenan distintas al resto, al son de cencerros de vacas que el público agita ante cualquier tiro libre del rival o momento culmen del partido en el que crean necesario distraer al adversario. 

La tradición emana de los años de bonanza. Aquel inicio de siglo en el que todos unos Lakers veían en ellos una amenaza real, producto de la cual a Phil Jackson le dio por tratar de humillar a la urbe menos glamurosa de California. “Es una ciudad de vacas llena de aficionados incivilizados”, declaró el Maestro Zen durante el enfrentamiento que mantuvo con la franquicia en las finales de conferencia Oeste en 2002. Como un resorte, los seguidores de los Kings acudieron en masa a comprar esos cencerros con los que lucirían el paletismo que Jackson les señalaba con orgullo. 

Desde entonces la pequeña campana se ha convertido en símbolo inequívoco de Sacramento y sus partidos en casa, donde miles de manos las agitan como mecanismo de defensa, pero también como fanfarria de los pocos triunfos que celebraba últimamente el equipo. Incluso los pasillos del estadio y las instalaciones de entrenamiento cuentan con un cencerro gigante. 

Los Kings han demostrado otras veces este genuino humor y recelo hacia la pomposidad que propone Hollywood y el resto de grandes mercados. Aunque a veces con menos gusto. La última muestra de chascarrillo sonoro se dio el curso pasado con la visita de sus queridos Lakers al Golden 1 Center. 

A principios de este año Los Angeles ya iban cuesta abajo y sin frenos por la temporada sobre el lomo de un Russell Westbrook que cargaba con pecados propios y ajenos como chivo expiatorio. El base pasaba por su momento más bajo en lo que a porcentajes y selección de tiro se refiere y el DJ de los Kings se encargó de recordárselo haciendo sonar Cold as Ice de Foreigner por cada fallo que acumuló Russ aquella noche. 

Su carta de tiro fue de 2 de 14 en tiros de campo, 0 de 5 en triples y 4 de 5 en tiros libres. Los Lakers perdieron el encuentro, pero Westbrook tuvo su revancha en la posterior rueda de prensa. “¿De verdad lo han hecho por mí? Creía que la llevaban poniendo los últimos 14 años [el tiempo que llevaban en ese momento los Kings sin clasificarse a playoffs]”, dijo con sonrisa socarrona. 

Los más tradicionales de las listas de reproducción

Sólo en dos pabellones NBA sobrevive el órgano como parte intrínseca de ambiente de partido. Crypto.com y Madison Square Garden. Aunque la manera de utilizarlo durante el encuentro es bastante distinta. Joel Jacobson, organista del estadio angelino, selecciona con cuidado las fases en las que utiliza el monumental instrumento, ayudándose de Jeremy Rouche, el DJ del pabellón, para ofrecer la mezcla perfecta entre lo clásico y lo contemporáneo

Por contra, Ray Castoldi es la estrella absoluta de la música que retumba en el MSG. El órgano tiene muchísima más presencia en el mítico pabellón neoyorquino que en la casa de los Lakers y los Clippers. Castoldi no se corta un pelo a la hora de reversionar canciones salidas en los últimos años y muy lejanas al estilo musical para el que se concibió el órgano allá en el siglo III a.C. Desde el el Still de Dr. Dre y Snoop Dogg al Industry Baby de Lil Nas X. Todo ello sin dejar atrás las tonadillas clásicas y la presencia de música en su formato usual. 

Duda y prejuicios 

En principio iba a lanzar la hipótesis de que el TD Garden es el único pabellón NBA en el que no suenan instrumentales de hip-hop o trap. Con todo lo que ello aporta al debate sobre la naturaleza sociológica del deporte —y cualquier otra esfera— en Boston. De todas cuantas franquicias han alimentado la historia del baloncesto profesional estadounidense, pocas tienen el historial de los Celtics en el derribo de barreras raciales. Sobre todo de la mano de Bill Russell, Red Auerbach y todo lo que rodeó a aquella dinastía.

Pero algo raro hay en aquel rincón de Massachusetts, así que me encomiendo a vosotros para preguntaros si puede ser lo de que el Garden no tenga ni rastro de hip-hop derivados en sus listas de reproducción durante el encuentro. Lo que es innegable es que el ambiente de sus partidos en lo musical es de una sobriedad absoluta. 

¡No te vayas todavía!

Aquí acaba mi exploración de los sonidos de la NBA, de cuya infinitud este artículo representa una mera arista. A este respecto recomiendo la serie de textos de Music, Movies & Hoops bajo el nombre Sounds of the Game que trata de acercarse a los sonidos del baloncesto. Especialmente interesante su monumental trabajo recogiendo las canciones que acompañan a los calentamientos de cada equipo

Sin embargo, lo que pretendo con este texto es que seáis los lectores de nbamaniacs quienes lo completéis, dejando en los comentarios las músicas que vuestros oídos hayan captado alguna vez acompañando a las canastas de un jugador o episodios curiosos con la música o los sonidos como protagonistas. Iré actualizando el texto con vuestras aportaciones. 

(Fotografía de portada de Mark Brown/Getty Images)

TE PUEDE INTERESAR