¿Qué está pasando en los Memphis Grizzlies?

A tan vago encabezado, rápida respuesta: faltan Ja Morant, Steven Adams y Brandon Clarke. Sin embargo, el caso de los Grizzlies va algo más allá ...

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Por David Sánchez

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A tan vago encabezado, rápida respuesta: faltan Ja Morant, Steven Adams y Brandon Clarke. Sin embargo, el caso de los Grizzlies va algo más allá de la ausencia de su principal estrella, su pívot titular y su presunto sexto hombre. El 1-6 que han firmado para arrancar esta temporada 23-24 tiene mucho de pérdida de identidad. Y es que más que de individualidades, Memphis está adoleciendo del sistema que estos suponen. 

En los últimos años, los de Taylor Jenkins han construido su aspirantazgo al trono del Oeste en base a una premisa muy clara: ganar el duelo de posesiones y convertir los partidos en un caos que sólo ellos logran domar. Nada más lejos de la realidad en lo que va de curso. Según datos de NBA Stats, Memphis ha pasado de promediar casi 18 puntos al contraataque en las dos últimas temporadas (mejor dato de la liga en ese tramo) a 13,7 en este inicio de campaña (15º mejor). 

Además, atendiendo al portal de estadísticas inpredictable, están siendo el décimo equipo menos eficiente después de recuperar el balón y el quinto tras capturar un rebote defensivo en estas primeras semanas. Parcelas en las cuales ocupaban el top diez hace tan solo dos años y que el pasado curso ya se vieron afectadas por las bajas. Morant y su atajo en transición y aclarado servían como indulto al resto de premisas en las que se basa la pizarra de Jenkins, pero el jugador sistema de estos Grizzlies es sobre todo el pívot neozelandés, pues es él el medio que facilita todos los fines. 

El esqueleto de los Grizzlies

Adams es un alimentador del contraataque porque su infravalorada protección del aro (quinto jugador que más empeoró el porcentaje rival a menos de tres metros punteando más de cinco tiros por partido) permite que Jaren Jackson pueda centrarse en las ayudas del lado débil y que los exteriores puedan ser agresivos sin peaje. Memphis sigue siendo una máquina de intercepciones (2º), robos (5º) y tapones (2º); pero esto no les está resultando sostenible porque ser agresivo sobre balón ahora debilita el sistema en demasía. 

Jackson Jr. es un gran corrector de situaciones, pero los Grizzlies adolecen de un tres/cuatro que pueda parar la acción antes de que esta entre en fase definitiva. Como consecuencia, y con la misión de arropar la pintura (sobreayudándola), están siendo el equipo al que más triples le lanzan por partido y con el segundo mejor porcentaje de la liga. La estadística del lanzamiento lejano suele tener buena parte de mala suerte, pero lo cierto es que más allá de individuales, la propuesta de Taylor Jenkins está haciendo aguas por la prioridad que le otorga al manejador sin una estructura de rotaciones que lo sustente. 

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Como queda evidenciado en el vídeo, los Grizzlies están haciendo aguas en la defensa del pick-and-roll simple. Acciones en las que registran el segundo peor dato de la liga y donde se ve especialmente perdido a Xavier Tillman, cuyo rendimiento ha caído en picado. Pero si en algo echan de menos a Adams es en el apartado ofensivo.

Tres espadas insuficientes para alimentar la media pista

Los Grizzlies nunca han sido un prodigio a media cancha, pero orbitar en torno a las pantallas, rebotes y capacidad de distribución desde el poste alto del neozelandés siempre les ha hecho un conjunto difícil de descifrar. La temporada pasada es un campo de difícil comparación por lo afectada que estuvo también por las ausencias. Pero es tan fácil como poner sobre la mesa la pérdida del jugador que más screen assist y rebotes ofensivos ha promediado desde su llegada a Tennessee. Sin esto, la cantidad de tiros abiertos que son capaces de generar los Grizzlies se resiente. Lo cual, unido a la ausencia de su principal generador cercena el ataque en estático hasta dejarlo en ritmo de ser el segundo peor de la liga. 

Toca pues, una vez apuntadas las debilidades estructurales que sufre el conjunto sureño, centrarse en el rendimiento de sus individuos ante una situación de exigencia. Y es que, en términos generales, Smart, Bane y Jackson están jugando bien (algunos mejor que otros); pero aún no son capaces de sostener al equipo. El quinteto titular que ellos encabezan registra 67 minutos y está siendo 4,8 puntos peor que su rival por cada cien posesiones. 

Atrás, Smart y Bane se están teniendo que multiplicar para dejar sus cifras más altas de carrera en robos de balón. En la ofensiva, el ex de los Celtics está en máximos de carrera en anotación y tiro de campo efectivo. Lo mismo que el escolta. Pero el base está siendo consciente de que todo es más complicado que en Boston a la hora de implicar a sus compañeros y, en consecuencia, sus pérdidas se han disparado (4 por partido). Por su parte, Bane sí ha dado ese salto esperado en ausencia de Morant, dejando cifras de All-Star en ataque; aunque también queda más o menos claro que está lejos de ser una figura sobre la que dejar caer todo el peso del ataque durante los casi 35 minutos que está pasando en cancha por noche. 

Con JJJ el caso es similar. El pívot terminó el pasado curso erigiéndose como el líder de los Grizzlies. Siendo por momentos el mejor defensor del mundo más allá de su DPOY y subsanando de un día para otro sus problemas con la anotación interior. y, si bien sigue sin ser un anotador interior de élite, ha logrado asentarse en unos números aceptables viendo sus antecedentes y a pesar de haber aumentado sus lanzamientos por encuentro. De nuevo, simplemente es un tema de sistema. Jaren Jackson sólo hace la vida más sencilla a sus compañeros desde su amenaza exterior, pero el resto de vías que encuentra a la anotación a menudo rompen con la estructura sin otorgar suficientes réditos que lo excusen. 

Los hombres más importantes de los actuales Grizzlies son buenos jugadores, pero por el momento no se han mostrado suficientes para construir un esqueleto que sustituya de alguna forma a sus dos jugadores-sistema. Y si el núcleo no es el ideal, lo realmente preocupante es lo que le rodea. 

De fortaleza a punto débil

En algún punto de estos últimos años, Memphis ha llegado a ser uno de los equipos más profundos de la liga. Pero, poco a poco, han ido renunciando a jugadores de impacto probado para invertir en sus jóvenes. Smart ha llegado como una especie de Dillon Brooks mejorado y Rose hereda el papel de director del banquillo de Tyus Jones con una prestación menor. Sin embargo, figuras como las de De’Anthony Melton o Kyle Andersen no han encontrado relevo en David Roddy, Ziairie Williams (sí en ataque, no en defensa) o John Konchar. Ni siquiera en Santi Aldama, un perfil diferente. 

La rotación interior, como era de esperar, ha sido un drama; y se ha tenido que rescatar del ostracismo a Bismarck Biyombo para dotar de algo de cuerpo a la posición de pívot. Luke Kennard, una de las pocas certezas entre los complementos de estos Grizzlies, sumaba un 2/17 desde el triple hasta el 5/9 del último encuentro ante los Blazers. En consecuencia, el banquillo de los Grizzlies es uno de los diez peores de la liga. Especialmente en ataque. 

El diagnóstico es duro y el calendario hasta ahora, amable (según Power Rankings Guru el tercero más sencillo de este inicio), pero el equipo bien podría haber sumado un par de victorias más si estuviesen entrando tiros que usualmente van a entrar. No obstante, los actuales problemas del conjunto son demasiado profundos para remendarlos con lo que hay. Los Grizzlies sufren una acuciante falta de identidad propinada por ausencias troncales. Y, por lo visto, las piezas que permanecen en pie no dan para construir una nueva. 

Sólo queda ver hasta qué punto son capaces de sobrevivir hasta el regreso de Ja Morant (quedan 18 partidos para su vuelta) y si, una vez llegue la superestrella, pueden recuperar el terreno perdido sin contar con Adams. Más leña al fuego: el curso pasado se llegó al 22 de enero con 31-15 de récord, tras la lesión del pívot se terminó 20-16. Pintan mal las cosas en Memphis.

(Fotografía de portada de Justin Ford/Getty Images)

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