Corrían las navidades de 2021 cuando Michael Porter Jr. luchaba de nuevo con su propio cuerpo. En noviembre empezó a notar cómo su pierna izquierda se adormecía sometiendo cada uno de sus pasos a un hormigueo insoportable, pero él ya sospechaba que aquello tenía epicentro en la fuente de todos sus males. Sus problemas lumbares le obligaban a pasar por quirófano por tercera vez en cinco años después de arrebatarle su año universitario y el que habría sido su curso rookie.
Aquella nueva desgracia descomponía a los Nuggets, que ya habían vivido ese mismo año la rotura de ligamentos de Jamal Murray justo cuando la llegada de Aaron Gordon proyectaba el despegue definitivo del proyecto. Cadena de sucesos recordada hasta la saciedad a la hora de construir la historia del vigente campeón.
Meses antes de someterse a su última operación, MPJ había firmado un contrato por cinco años y 205 millones de dólares cuyos asteriscos iban más allá de su zozobrante salud. No pocas veces, antes y después de aquella tercera cirugía, se ha puesto el foco en él como cara de los problemas defensivos que limitaban el techo de los Nuggets como aspirantes. Incluso en ataque, donde siempre tuvo trato de superdotado, se le achacaba su unidimensionalidad como anotador. A menudo demasiado cobijada en una absurda capacidad para levantar el tiro en cualquier situación, con independencia de lo pegado que esté su defensor.

Caminos confluyentes
Porter, como Denver, era un jugador al que le faltaba cocción. Al que le sobraban excesos y le faltaba oficio. De ahí que, a pesar de ser la tercera o cuarta espada del equipo, diese la sensación de que la madurez de los Nuggets estaba destinada a coincidir con la del joven alero. Este proceso, especialmente en el apartado defensivo, se fue cociendo poco a poco durante toda la temporada pasada. Los despistes defensivos cada vez eran menos y se le veía perseguir triples rivales de esos que antes le daba pereza puntear. Aunque a menudo los ataques siguieran ensañándose persiguiendo el cambio defensivo con la estrella de turno, algo había cambiado en Porter.
Todo ello, otra vez como los propios Nuggets, eclosionó en unos playoffs que rozaron la perfección. MPJ redujo su peso en el juego ofensivo para dejar espacio al resurgimiento de Murray y regalar la mejor selección de tiro de su carrera. Su rol seguía ligado por absoluto a la ejecución, pero nunca los intentos desde la pintura representaron más porcentaje de su carta de tiro. Esos rizos que siempre acababan en los codos de la zona o el vértice diagonal del triple para una suspensión de las suyas, comenzaban a aprovechar su tamaño para cargar la zona y finalizar desde allí. Su evolución en ataque, menos tangible que fruto de la mera percepción, encontró en la sustracción a su mejor aliado. Mientras, las facetas de su juego que no le son innatas se vieron multiplicadas.
En un escenario en el que cada posesión puede marcar la diferencia, nada evidenció el cambio de chip de Porter como el rebote. Ahí sus condiciones por salto en estático siempre fueron élite en su posición, pero la exigencia obligó a descubrir un MPJ más esforzado que nunca. Algo que los partidos más rácanos de la serie ante Miami (especialmente dura para sus porcentajes de tiro) evidenciaron con la consecución de su máximo número de capturas en la temporada por partida doble (13 rebotes en el primero y el quinto). Su partido final bien podría resumir todo lo expuesto hasta aquí:
Disciplina rutinaria
Defensivamente, si bien es necesario posarse en Gordon, KCP y Brown como pilares de la evolución de un equipo adscrito a la mediocridad, la postemporada de los campeones constató que ya no iba a ser tan fácil juzgar a Porter como el eslabón débil de los Nuggets en ese lado de la cancha. Y aquello, que en el ojo del espectador pudo crecer al abrigo de un equipo que hizo clic en todos los sentidos, se está traspasando enteramente a esta temporada.
Desde que iniciase el presente curso, Michael Malone se ha quejado con acritud de que a su equipo no se le otorga tratamiento de vigente campeón. Y, aunque estos lamentos vayan dirigidos especialmente al estamento arbitral, perfectamente podrían referir su mirada al completo entorno de la NBA. De esta forma, se obvia que ahora mismo los Nuggets están registrando el mejor net rating de la era Jokic (5,3), de la mano de la que sería su mejor posición dentro de la élite defensiva de la liga en este mismo tiempo.
A 26 de diciembre, el equipo registra 112,5 puntos recibidos por cada cien posesiones que suponen el séptimo mejor dato de la NBA. Curiosamente, nada ha cambiado en su esquema defensivo más allá de la menor agresividad con la que se lanza a Jokic al trap en bloqueos directos. De hecho, la defensa de Denver se ha vuelto algo más conservadora porque, simplemente, tiene menos defectos que enmascarar. Y Michael Porter Jr es el mayor representante de esta evolución.
Los números están lejos de reflejar un salto que resulta evidente simplemente observando su comportamiento gestual. Porter seguirá sufriendo según qué emparejamientos tenga delante (especialmente exteriores veloces), pero su actividad y percepción sin balón rara vez hallan las fallas de concentración a las que acostumbró en sus primeros cursos. Sobre balón, los Nuggets ya no tienen miedo a cambiar defensivamente entre él, KCP o Gordon; y el alero está respondiendo a las mil maravillas en la defensa del aclarado (0,89 puntos por posesión, datos idénticos a los de Jaylen Brown).
Cuando le preguntan por su mejora aquí, Porter alude al conocimiento que le ha otorgado la experiencia. “Parte de ello es la simple experiencia jugando ante ciertos jugadores”, decía después de su exhibición defensiva ante Doncic el pasado 4 de noviembre. Aunque no tardaban él y Malone en revelar la verdadera clave de su crecimiento: “Me frustraba no cerrar los partidos por mis carencias defensivas”. Y es que, en un molde como el suyo, la voluntad y el orgullo se han mostrado suficientes para convertirle en lo más cercano imaginable al two-way.
El pasado junio, en plenas finales, su entrenador sentenciaba que ya había pasado el momento de aplaudir sus actuaciones defensivas. Pues las había incorporado como parte de su rutina. Sin embargo, estas no se le han dejado de aplaudir por costumbre, sino porque a Denver se le ha vuelto a negar el foco mediático con pasmosa facilidad. Precisamente es ahí, en un campeón relegado a la sombra, donde Porter ha asentado su madurez como jugador. Una muy diferente a la que imaginaron sus días de esplendor en el instituto. Pero una de mucho mayor impacto en el colectivo que la que podrían haber deseado los destellos de un chico condenado a la anotación como principio y fin.
(Fotografía de portada de Joshua Gateley/Getty Images)