Abofeteado por tres ‘noes’, no quiso ni esperar a ver si caía el cuarto.
Pudo ser la certeza de que DeMar DeRozan no se conformaría con una Non Taxpayer Mid-Level Exception o que, aún haciéndolo, no veía en él, estrella vintage sin tiro exterior, el perfil idóneo para los Lakers; pudo ser que, como diseñador e interiorista de facto y tras analizar el mercado, no viese nada interesante para el vestuario que no pudiese caber bajo un mínimo de veterano; o pudo ser, también (la más repetida e improbable de las hipótesis), que su contrato máximo de 2 años y 104 millones de dólares (otros 4,16M para Rich Paul de prima) fuese la reacción a la decepción por no haber logrado atraer ni a Harden, ni a Thompson ni a un pívot decente-promedio como Valanciunas.
Aún así, aún poniéndonos en su lugar y descartando la pataleta, descoloca que LeBron James, con dinero para cien vidas y el inminente triunfo personal de jugar en la NBA junto a su hijo, haya elegido ahogar de esta manera las finanzas de su equipo, cuyo fondo de maniobra desaparece por completo y, con ello, se reducen al mínimo las opciones de un último título antes del adiós.
Efectos inmediatos del contrato máximo
A la apertura del mercado de agentes, supimos que LeBron estaba dispuesto a una notable rebaja salarial (más de 20M) si con ello ayudaba a los Lakers a fichar un tercer espada que diera el necesario salto de calidad a una plantilla condenada a caer en playoffs ante mejores rosters que el suyo.
Malogradas las tres principales caras del ‘Quién es quién’, el rey abandonó toda especulación y se puso a él y su peculio como prioridad, con un efecto devastador para Rob Pelinka a quién, mal que bien, le ha simplificado las cosas al máximo.
Con quince contratos garantizados y los 12,85 millones de la MDE transformados en polvo, como general manager de los Lakers y a tal extensión de James, te borras automáticamente de toda quiniela por piezas que en un par de días caerían en manos de otros (Chris Paul, Derrick Jones Jr., Kyle Anderson, Buddy Hield, Nicolas Batum, De’Anthony Melton, Gary Harris), e igualmente te olvidas de tocar otras puertas como las de Caleb Martin, Miles Bridges, Tyus Jones, Malik Beasley, Luke Kennard o Markelle Fultz, nombres más que sugerentes y que, por tratarse de de L.A. y LBJ, suelen ser ‘persuadibles’ a una cifra inferior que si te la ofrecen (sin ofender) bajo el prefijo telefónico de Utah, Charlotte, Washington o Detroit.
Claro que, si DeRozan o cualquier otro ex All-Star heroenómano sueña con unirse al nepotismo Lakers, aún podría hacerlo a cambio de 5,2 millones de dólares, que es lo que, en el mejor escenario, les quedaría a los angelinos por ofrecer en forma de taxpayer mid-level exception.
DeRozan: la hipoteca que (ya) no se pueden permitir
Más efectos inmediatos del contrato que va a estampar LeBron.
El comodín de traer jugadores vía sign-and-trade prácticamente se ha volatilizado. Esta forma de traspaso exige una cierta ‘paridad contractual’, por la que los equipos deben dar algo ‘equivalente’ a lo que reciben. Al carecer de espacio salarial para tragar con grandes contratos una vez LeBron firme, precisarían de un tercer equipo con la holgura suficiente para asumir dicha masa. Esto reduce las posibilidades a cuatro equipos: Pistons, Jazz, Magic y Spurs (los dos últimos, casi descartados).
Partiendo de que DeRozan crea merecer algo más que los 5,2 millones de MDE y le diga a su agente que busque algo más apropiado a su estatus –una cifra en torno a los 25 millones anuales así a ojo– los Lakers deberían sacrificar lo mejorcito de su ‘clase media’ y parte de su futuro para que esta locura cobrase forma corpórea.
Desde Sporting News, para clarificar el asunto, proponen el siguiente ejemplo:

Este boceto es igualmente aplicable a otros expirings y activos que, de haber dispuesto de la flexibilidad suficiente, bien pudieran haber sido objeto de negociación en la necesidad de los Lakers de configurar un roster equilibrado y potente (Wendell Carter Jr, Robert Williams, Walker Kessler, Gary Payton II…)
El segundo ‘apron’
Ahora bien. El contrato de LeBron, aunque filtrado a la prensa, todavía no se ha plasmado en papel timbrado. Una última rendija al buensamaritanismo de la leyenda de Akron.
Porque si el ’23’ renuncia a un millón en su primer año de contrato –sólo a un millón de los 50 que va a percibir en la 24/25– los Lakers respirarían mucho mejor, ya que se quedarían justo por debajo del segundo y temido apron (proyectado en estos momentos en 188,9 millones según Spotrac).

Con ese simple gesto, los Lakers evitarían las ataduras que implica cruzar la barrera del inframundo crematístico y administrativo. El segundo apron, refresquemos, consiste en una medida novedosa introducida tras el CBA del año 2023, en aras de evitar el despilfarro por parte de franquicias cuyos dueños están abiertos a sobrepagar lo que sea con tal de reunir el quinteto soñado, así como proteger el futuro de la institución en caso de una pésima gestión del endeudamiento.
Las restricciones aquí, de adentrarse en territorio apron-plus (Suns, Wolves, Celtics y Bucks), se manifiestan como una camisa de fuerza que impide realizar determinados movimientos en los años posteriores. A saber:
- Pérdida de toda excepción salarial de nivel medio.
- Prohibición de mandar dinero líquido (cash) en los traspasos.
- Prohibición de traspasar varios jugadores en un mismo acuerdo para equilibrar el monto salarial (Ejemplo: los Suns, por estar en el segundo apron, no podrán mandar, en un mismo paquete, a Jusuf Nurkic y Nassir Little a cambio de un jugador con un salario de 24,8 millones).
- Prohibición de negociar con tu primera ronda del Draft de los siete próximos años (por lo tanto, si entras en el segundo apron en la 24/25, no podrías negociar con tu primera ronda hasta 2032).
*Y hay un bonus track: si una franquicia repite dentro del segundo apron dos veces en un lapso de cuatro años, su primera ronda de siete años después quedaría degradada, automáticamente, a un pick 30, el último de la tanda.
Ante tal escenario de pesadilla y de querer evitarlo a toda costa en caso de no ceder LeBron en ‘ese millón’, los Lakers tendrían que optar por traspasar alguno de sus jugadores con menor salario a cambio de alguna ronda del draft.
¿Margen para algún movimiento más?
Recordemos que bajo la actual normativa, las plantillas de cada franquicia NBA se componen de un total de 15 jugadores, a los que sumar otros tres bajo la fórmula del two-way contract.
Los Lakers, en estos momentos, tienen el cupo lleno, aunque no todos tienen su puesto asegurado, ya que Cam Reddish o Jaxson Hayes ejercieron sus opciones para continuar, sin que exista una certeza de reciprocidad por parte del staff que va a comandar J.J. Redick, y podrían tener los días contados.
Ahora bien, mandarlos a paseo… ¿a cambio de qué? Spencer Dinwiddie o Taurean Prince, que vienen de vestir de oro y púrpura y con un peso mayor que Reddish o Hayes en la rotación, es casi imposible que quieran regresar bajo sus non-bird rights, ya que su mercado es mayor y debería haber equipos interesados en pujar por ellos.
¿Entonces? Pues no queda sino seguir bajando aún más el listón.
LA Lakers: Post LeBron James signing
— Bobby Marks (@BobbyMarks42) July 3, 2024
The Lakers are slightly above the $188.9M second apron. pic.twitter.com/WuKReX9iPa
Si LeBron renuncia a su millón, la opción de cortar a un jugador para firmar a otro con un salario equivalente (esto es, el mínimo) seguiría estando ahí, y seguirían esquivando la bala del segundo apron.
Pero el mercado, por esa cantidad, ofrece lo que ofrece: ¿Gordon Hayward? ¿Dario Saric? ¿Joe Ingles? ¿Precious Achiuwa? ¿Patrick Beverley? ¿Saddiq Bey? ¿Haywood Highsmith? En este link, todo lo que queda disponible.
Cifras top, sin ser top
Y un último baño de realidad para terminar.
De hacer un sondeo, serían muy pocos los que, actual y asépticamente, contarían a los Lakers dentro del top-10 de favoritos a ganar el campeonato en las dos próximas temporadas. Sin embargo, su plan financiero en cuanto LeBron firme su contrato máximo, los acerca más a la realidad de un contender top-5 dispuesto a pagar el precio de la gloria.
Ya vivimos algo similar en la recta final de la carrera de Kobe Bryant, con la diferencia, eso sí, de que LeBron James, aún a sus 39 años, todavía es capaz de ser de los mejores del circuito y producir como tal, al menos durante tramos concretos de la temporada, pero no como para reeditar lo de su arrolladora segunda etapa en Cleveland, cuando el Este, además, estaba barato.
La cuestión es, visto el proyecto y el tiempo que le queda en él… si es éste el mejor epitafio con el que clausurar una carrera NBA absolutamente sin parangón.
(Fotografía de portada de Ethan Miller/Getty Images)