Tyus Jones y Monte Morris a Phoenix. Gary Trent Jr a Milwaukee. Eric Gordon A Philly. Lonnie Walker IV a Boston. Estos son algunos de los ejemplos más sangrantes de cómo el CBA acordado en septiembre de 2023 está afectando a jugadores de la clase media de la liga. Todos ellos han visto cómo su mercado se veía reducido a la nada por las restricciones que amordazan a prácticamente cualquier equipo competitivo. Optando por firmar contratos de un año y salario mínimo para volver a probar suerte dentro de 12 meses.
Como suele suceder, los primeros años de convenio colectivo son una toma de contacto con la nueva normativa. Y el second apron ha actuado de forma paralizante para la mayoría de los equipos. Gran parte de ellos tienen pánico a engordar su partida salarial, dejando de ofrecer mid-levels al ritmo que solían, dejando ir jugadores valiosos en cualquier rotación por no incrementar ese impuesto de lujo que ahora tiene doble (o triple) castigo y pagando por debajo de mercados a jugadores titulares como pueden acabar siendo Jones o Trent Jr.
Esto sin comentar la cantidad de jugadores de rotación sólidos que aún continúan sin equipo a estas alturas y que seguramente acaben siguiendo el mismo camino o similar. Isaac Okoro, Robert Covington, Markelle Fultz, Patty Mills, Marcus Morris, Jae Crowder, Justin Holiday, Dennis Smith Jr., etc. Esto también es habitual en la firma de cada nuevo convenio colectivo. Especialmente en épocas de bonanza. Y es que en las negociaciones, sean las franquicias quienes consiguen sus objetivos (siempre enfocados al ahorro) mientras los que deberían tener más peso en el voto (al menos en términos numéricos) sean los más afectados negativamente.
Siempre se alude a la desaparición de la clase media en la NBA. Pero no es tanto eso como que esta clase media cada vez está más expuesta a la incertidumbre del contexto que les rodea. Porque el mercado de un jugador del calibre de Tyus Jones, uno de los manejadores más seguros de la NBA y hace no mucho el mejor base suplente de la competición con cierta diferencia, puede variar drásticamente de un verano a otro. Sin que su rendimiento haya bajado en términos generales (de hecho por volumen y números la pasada fue la mejor temporada de su carrera), pasar por un proyecto sin alma como el de los Wizards le ha hecho pasar de 14,5 millones anuales a 2 en un solo año en la capital.
Los focos de la Gran Manzana
Isaiah Hartenstein está en el extremo opuesto. El pívot ya había hecho un buen trabajo como suplente de Ivica Zubac en los Clippers, siendo uno de los interiores más infravalorados de la liga en el juego de bloqueo y continuación y como defensor de la pintura. Esto le hizo firmar por 16 millones y dos años con los Knicks. Un buen precio en 2023 y una absoluta ganga en 2024.
Su impacto en el juego, como es obvio, ha experimentado un aumento notable. Especialmente desde que tomó el puesto de titular ante la lesión de Mitchell Robinson. Se ha destapado como un defensor más versátil de lo que parecía y a su lectura de situaciones le ha sumado colmillo anotador en la pintura. Pero si este desempeño no se hubiese dado en el mejor año de lo que va de siglo de una de las tres franquicias más reconocidas de la NBA, su contrato no partiría de los 30 millones en su nueva aventura en los Thunder.
Otros como Goga Bitadze, Josh Okogie o Royce O’Neale se han aprovechado de las necesidades de su franquicia y lo caro que sale ahora retener a cualquier pieza de rotación para firmar contratos por encima de mercado. Esto quizás cambie cuando las franquicias se vayan habituando a las nuevas reglas del juego. Aunque habrá muchas que se sigan haciendo las locas para mantener los billetes en el bolsillo.
El suelo financiero de los jugadores de la liga crece y seguirá creciendo a pasos agigantados. La NBA es la competición deportiva con mayor media de salarios desde hace ya tres lustros. Pero la sensación no deja de ser que, a costa de esta opulencia económica global que las televisiones (casi) triplicarán ya de cara a la temporada 2025-26, la clase media sigue estando expuesta a unos vaivenes que usualmente no hallan tanta correlación con el rendimiento del propio jugador y sí con una serie de factores que quedan fuera de su control. “Es el mercado amigo”, que dirían algunos.
(Fotografía de portada de Patrick Smith/Getty Images)