Dentro de las Finales: «Magic, quiero que juegues de pívot»

El 16 de abril de 1980, la historia de los Lakers cambió para siempre. Earvin Magic Johnson se vistió de pívot y líder para ganar su primer anillo.

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Por David Sánchez

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El equipo había levantado un partido durísimo en el Forum de Inglewood hacía menos de 24 horas ante unos Philadelphia Sixers que comenzaron la final como favoritos en las casas de apuestas. 3-2 en el global de la eliminatoria ¿Pero a qué precio? Otra vez, con el partido en un brete, Kareem Abdul-Jabbar había salvado a los suyos con una actuación de lo que seguía siendo: el jugador más dominante del mundo.

Aun en unos Lakers que habían cambiado el estatismo del libreto de Jerry West por el estilo frenético de Jack McKinney (heredado por Paul Westhead apenas pasaban 13 partidos en la temporada), el Capitán había alzado su sexto MVP del curso regular. Y, llegados unos playoffs donde el ritmo del juego caía a plomo y las defensas se endurecían más de la cuenta, había vuelto a ser dueño y señor del ataque y la defensa angelina.

Fue en otro de esos balones al poste bajo que sabes que van a acabar en la red donde el Forum enmudeció. Kareem anotaba una nueva canasta para alcanzar los 26 puntos en su casillero particular y poner el 67-65 a favor de los Lakers encarando el tramo final del tercer cuarto. Pero en la caída de un elegante finger roll, su pie izquierdo no iba a pisar el parqué, sino el pie de Lionel Hollins. El esguince era de los serios y, a su paso por vestuarios, el diagnóstico fue inmediato: Kareem iba a pasar la noche en el hospital. Preguntó entonces si había riesgo de agravar la lesión y los médicos le contestaron que peor no podía ponerse.

Vendado hasta el exceso y después de poner en valor su aprendizaje en el campo de la meditación, Jabbar volvió a cancha para endosar 14 puntos más, recoger seis rebotes y anotar el 2+1 que ponía el definitivo 108-103 en el marcador. Todo ello arrastrando el pie.

A la mañana siguiente no había rastro de Kareem en el aeropuerto de Los Angeles y la inquietud dominaba a la tripulación laker antes del despegue. Al avión lo presidían murmullos nerviosos y el asiento vacío del líder. Con todo casi listo para ponerse en marcha, un canturreo fue creciendo desde la popa. Un altavoz cargado al hombro reproducía los versos de ‘Golden Time Of Day’.

“Have no fear, motherfucking Magic Johnson is here”

Quién si no, Earvin Magic Johnson iba a tomar el puesto vacante de Kareem simbólica y literalmente para echarse al equipo a la espalda. A esas alturas, el joven base ya era el termómetro emocional del grupo. La cara de los renovados Lakers del Showtime que inauguró Jerry Buss con la compra del equipo el verano anterior. Hollywood se había mudado al Forum, y Magic era su mayor estrella aunque aún no fuese su mejor jugador.

Paul Westhead, técnico al que le había tocado la papeleta de sustituir a su principal cuando este sufrió un terrorífico accidente en bicicleta que puso su vida en riesgo, venía encarando los partidos pensando qué haría McKinney en su lugar. Tras una noche prácticamente en vela, había llegado a una conclusión. “Magic, quiero que juegues de pívot”. La propuesta habría hecho temblar las piernas de cualquiera. Más aún de un rookie que no cumplía los 21. Earvin no era un chaval corriente, y recibió la idea encantado.

El análisis previo al partido ponía en duda la capacidad de los Lakers para contener el músculo interior de Philly. Darryl Dawkins y Caldwell Jones imprimían un tono físico durísimo en la pintura y parar a Julius Erving era imposible sin un corrector del aro. Ante la zozobra, Magic se plantó en el centro del Spectrum con su eterna sonrisa y apartó a su compañero Jim Chones para encargarse del salto inicial. Aquella noche, las reglas las ponía él. “Ayer me tumbé en la cama, apagué las distracciones, puse mi música y soñé con el partido. En el sueño dominaba el balón, metía los tiros, atrapaba los rebotes. Hice lo que he venido a hacer”, contó.

Emparejado con Jones desde el inicio, Magic forzó un salto entre dos en la primera jugada del partido acudiendo a la ayuda cuando Dawkins ya había superado a Chones con un giro. El encuentro pasará a la historia como el partido en el que Johnson jugó de pívot. Pero lo cierto es que con su decisión, Westhead había esquivado 30 años de evolución del juego de forma inconsciente. Magic se convirtió en el sistema de juego de los Lakers y rompió con cualquier concepto posicional como nunca antes se había visto.

Regreso al futuro

Aquel no podía ser un baloncesto aposicional, pues cada demarcación tenía un papel bien marcado. No obstante, Johnson sí pasó por todos y cada uno de los roles posibles. Iniciador, lanzador, poste bajo, poste alto de cara y espaldas al aro, tirador ocasional… Magic se adaptó en todo momento a las exigencias del quinteto y el contexto que le rodeaban. Y es que Earvin no era otra cosa que lo que hoy denominamos como un generador. La habilidad de un base en el cuerpo de un alero, y no de los ligeros. Su genialidad, el estado de ánimo de sus equipos, su devastador poder, hacer y deshacer desde cualquier lugar de la pista.

Los 42 puntos, 15 rebotes y 7 asistencias parecieron caer con lógica porque todo el juego acabó pasando por sus manos. Incluidos nueve puntos en los dos últimos minutos que sellaban una victoria mucho más complicada de lo que reveló el 107-123 final.

Desbordada la alegría sobre la cancha, la entrega de trofeo y primeras entrevistas se hacían entonces ya en los vestuarios. Allí las primeras palabras de Magic como campeón, fueron para un Kareem que había pasado todo el partido sin volumen en el televisor para controlar los nervios que estallaron en una inconsciente carrera para gritar de alegría en el jardín cuando Jamaal Wilkes encarriló el partido con un dos más uno (acabó con 37 puntos). “Sabemos que estás dolorido, Big Fella, pero queremos que te levantes y bailes un poco esta noche”. Dicho y hecho, Kareem rompió su seriedad solitaria para menear fugazmente las caderas y volver rápidamente a su posición con el pie en alto sobre una nube de almohadas.

El polémico MVP de las finales

Llegaba el momento de entregar el premio al MVP de las finales, votado por los panelistas que la CBS escogía. De los siete elegidos, 4 eligieron a Abdul-Jabbar y 3 a Magic. Lo cierto es que no había demasiados argumentos estadísticos del lado del rookie. En cinco partidos Jabbar había dejado 33,6 puntos, 13,6 rebotes y 4,6 tapones de media. Sin embargo, en el momento de anunciar el ganador, fue Johnson quien se llevó el premio. ‘Winning Time’, la serie de HBO (cancelada tras su segunda temporada) que cuenta la historia de los Lakers del Showtime, tiró de su característico dramatismo para contar que fue David Stern quien apañó el resultado.

Lo cierto es que Stern cada vez era más importante en el equipo de Larry O’Brien, todavía comisionado en aquel 1980. El abogado neoyorquino había luchado por hacer que aquellas finales se retransmitiesen en directo. Lo cual no era la norma por aquel entonces. Stern siempre vio en Johnson un diamante para vender la liga a través de su carisma. Y recibir aquel MVP de las finales como revancha del Rookie del Año de Larry Bird y complemento al MVP de temporada para Abdul-Jabbar, parecía cerrar el círculo. Nada más lejos de la realidad, la decisión fue tomada por los directivos encargados de la NBA en CBS por el mero asunto de entregárselo a la estrella que sí estaba presente en ese momento y no a un Kareem convaleciente a 3.000 kilómetros.

“El premio me lo merecía yo”, dice Kareem siempre que le preguntan por el tema. “Pero entendí que la televisión prefiriese entregárselo a Magic porque era el que estaba allí”.

“Me ha recordado al tipo de partido que solía jugar Oscar Robertson en la universidad. Cuando podía anotar 56, dar 18 asistencias y coger 15 rebotes. Cuando acostumbraba a hacer de todo simplemente porque parecía un hombre jugando ante niños. Excepto porque Earvin era un niño jugando contra hombres”, declaró a Sports Illustrated.

Aquel niño acababa de cambiar el sino de una franquicia que solo había conseguido un título en sus 19 años en Los Angeles.

Dentro de las Finales: "Magic, quiero que juegues de pívot"
Edición del Los Angeles Times del 17 de abril de 1980

(Fotografía de portada de David Boss-Imagn Images)

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