Julius Randle: «Hacía tiempo que no me sentía tan feliz»

Hace un año, Randle se vio inmerso en una depresión que le alejó de sus seres más queridos. Hoy, ha encontrado la felicidad en Minnesota.

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Por David Sánchez

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Son jornadas de Media Day y el optimismo, muchas veces iluso, se apodera de declaraciones y ruedas de prensa. Entre medias aparece un reportaje alrededor de la figura de Julius Randle, llevado a cabo por uno de los mejores escritores locales con los que cuenta cualquier franquicia NBA: Jon Krawczynski, de The Athletic. Randle está alegre en la fría, aunque estos días calurosa Minnesota. Tanto como para pronunciar que «hacía tiempo que no me sentía tan feliz». Como se ha ejemplificado, un mensaje similar al que se escucha en muchas bocas a pocos días de iniciar el training camp. Pero cuyo peso es real.

Y lo es porque hace poco más de un año, Julius Randle pasó por el peor momento de su etapa deportiva. Uno que le sumió en la soledad y la depresión. «Solo pasaba horas en una habitación oscura viendo la televisión. Escondiéndome», mientras su esposa Kendra y su hijo Kyden no reconocían a Julius.

Randle llegó a aquel estado por verse fuera de la dinámica de unos New York Knicks que estaban enamorando a la Gran Manzana. Su lesión de hombro le apartó cuando el conjunto neoyorquino comenzó a coger vuelo en enero y, de repente se vio fuera, consumido por un ruido mediático que no suele ayudar. El interior ya había tenido sus más y sus menos con afición y prensa durante su segundo curso en la franquicia, pero ahora la situación lo había hecho insoportable.

Randle y el consumo de marihuana

Durante aquellos días, Randle se automedicaba con marihuana, cuyo consumo la NBA dejó de penalizar en 2023. Más tarde reconocería que el consumo le estaba matando mentalmente. Finalmente, Kendra acudió a un doctor que utilizaba métodos alternativos y no muy bien vistos por profesionales de la salud y científicos en general. Lo cierto es que, tras tratarse con él, Julius dejó aquel lugar oscuro del que habla.

Ya mejorado y antes de que sucediese el traspaso que iba a poner patas arriba dos franquicias, Randle ya se veía fuera de los Knicks. Veía un ciclo acabado y no se vislumbraba encajando en lo que habían construido en esos meses sin él. «Venir a Minnesota fue un soplo de aire fresco. Incluso cuando las cosas no iban bien», cuenta.

A veces, uno de esos mercados que el común de los jugadores repudia, pueden salvar una carrera. Alejarse de New York y su bullicio ha cambiado la carrera de Julius Randle. Por mucho que allí tejiese lazos que nunca se van a romper.

(Fotografía de portada de Brad Rempel-Imagn Images)

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