La temporada de los Cavaliers parece cada día más cerca del drama. Si en las primeras semanas hablábamos de un equipo que estaba lejos de transmitir la sensación de dominio del año pasado pero que iba poco a poco logrando resultados, en las últimas esta última parte ya no es ni siquiera cierta. De un tiempo para acá, las derrotas empiezan a ser más abundantes que los triunfos en Cleveland.
Y la de esta madrugada ha sido la peor de todas.
El cuadro de Kenny Atkinson ha caído en casa ante los Charlotte Hornets por 111-118, un resultado doloroso para los de Ohio por muchos motivos. El primero y más evidente, la derrota; a continuación, el hecho de caer ante un rival de la zona baja que llegaba cardado de bajas sensibles. Pero lo más grave, lo que pareció hundir de verdad a los Cavs hasta hacerles bajar los brazos, fue el cómo. En concreto, el cómo se llegó a la prórroga en la que se acabaría certificando su tropiezo.
Miller al rescate
Un tropiezo que, no obstante, se fue forjando desde mucho antes, y de hecho durante muchos minutos parecía que Charlotte iba a lograr imponerse sin necesidad del tiempo extra. Con una excelente defensa sobre Donovan Mitchell, a quien principalmente Sion James dejó en un 6/24 en tiro, los Hornets lograron controlar el duelo y crear una infinidad de problemas a los locales, especialmente en la primera mitad, llevando el choque a un tanteo bajo que les beneficiaba.
Porque los de Charles Lee no iban tampoco sobrados de artillería, aunque de la mano de Kon Knueppel, Miles Bridges y Brandon Miller, todos por encima de los 20 puntos, lograron compensar la falta de contribución del resto del equipo en este aspecto. Y sobre todo, lograron construirse una ventaja de 17 tantos mediado el tercer cuarto que invitaba a pensar en la machada.
Pero Cleveland no iba a caer tan fácilmente. Entre el despertar de Darius Garland, que anotó en la segunda mitad 18 de sus 26 puntos, y el mejor rendimiento defensivo del cuarto parcial, lograron dar la vuelta al choque y acercarse a un triunfo que, aunque no muy lustroso, evitara al menos el desastre. Y precisamente eso, el creer que habían logrado evitar la caída, la hizo mucho más dolorosa.
BRANDON MILLER SENDS IT TO OVERTIME WITH THE LATE TRIPLE 🔥
— NBA (@NBA) December 14, 2025
5 extra minutes in Hornets-Cavs on NBA League Pass! pic.twitter.com/zmtWrSHgly
Y es que con solo cinco segundos para el final, Brandon Miller convirtió el triple que hizo desaparecer la ventaja local en una acción en la que Garland buscó la falta en ataque, los árbitros dejaron jugar, y al alero no le tembló el pulso y empató el partido a 9 metros del aro. Empate a 111-111, marcador con el que terminaría el tiempo reglamentario después de que Mitchell errara el potencial game winner sobre la bocina. El partido no había acabado.
Solo un equipo
Y sin embargo, de alguna manera el partido sí había acabado para los Cavaliers. Los cinco minutos de tiempo extra se parecieron bastante a lo que cabría esperar de un equipo que ha tocado fondo, que se ha llevado tal mazazo que no ha intentado siquiera levantarse. No es que los Hornets estuvieran increíblemente inspirados, pero no les hizo falta. El mínimo esfuerzo habría valido ante un rival prácticamente en descomposición.
No es ya que Cleveland no anotara un solo punto en toda la prórroga, es que la imagen con el paso de los minutos llegó a límites desoladores. En las posesiones finales en las que aún podía recortar distancias y reengancharse al partido, encadenaron una pérdida de Garland nada más salir de tiempo muerto y un air-ball de Mitchell que fueron la perfecta definición de cómo habían llegado a ese tramo. Mentalmente fuera, anímicamente rendidos.
Y aunque un triple que manda a la prórroga un encuentro que tenías ganado es un golpe duro en lo emocional, no es suficiente para causar semejante impacto. Una imagen así es producto de semanas acumuladas de frustración y de ver cómo las cosas no salen. Y es sin duda una dinámica peligrosa en la que meterse.
(Fotografía de portada: David Richard-Imagn Images)
