Metódico. Ante el hipotético ejercicio de encontrar en el diccionario castellano un término con el que resumir a Sam Presti, sin duda sería este. El vocablo, claro, se presupone en el manual de todos sus homólogos. Pero mientras otros directivos muestran mayor brecha entre su personalidad y su proceder, Presti lo aúna bajo el mismo techo. De ahí las prolongadas ruedas de prensa que protagoniza como prólogo o epílogo, en las cuales estruja el tintero hasta no dejar ni rastro.
El presidente de operaciones de los Oklahoma City Thunder, además, no es temeroso de reconocer errores. No sin después detallar minuciosamente las razones previas a cada decisión tomada.
El presidente de operaciones de los Oklahoma City Thunder es mayormente reconocido por su ojo a la hora de seleccionar talento joven. Tino y visión que sólo cabe explicar a través de un don. Un talento especial. No obstante, sí es posible conocer su modus operandi en temas que caigan menos en vaticinios y más en el análisis de la realidad. Sobre todo porque Presti no es temeroso de reconocer errores. No sin después detallar minuciosamente las razones previas a cada decisión tomada. Y el fichaje de Gordon Hayward en el pasado trade deadline habla por sí solo.
Compromiso a un modelo
“Fallé. Es mi culpa. Pero sigo aprendiendo sobre este equipo y sus ritmos. Trato de observar concienzudamente al equipo según va desarrollándose. Pienso que mi lectura no fue perfecta. Y aprendo de esto a la hora de sumar a alguien a mitad de temporada y en estas etapas tempranas de proyecto”.
Sam Presti, presidente de operaciones de Oklahoma City Thunder
De su explicación de lo de Hayward se extrae que el mandamás de los Thunder en la parcela deportiva no es demasiado amigo de dar saltos competitivos a través de elementos exógenos. Que no le seduce tanto traspasar una estrella como criarla bajo su feudo, vaya.
Por ello, cuando el mercado lanzaba los nombres de Pascal Siakam primero o Lauri Markkanen después, el directivo prefirió la opción de Hayward, al que entendía como nexo de todo lo que el equipo ya estaba haciendo bien. Aunque terminase saliendo mal, tenía sentido no introducir un elemento que torciese el guión. Más cuando el equipo acabó la temporada en la cima del Oeste.
Este credo, que no comparte con todos los de su especie ni tiene por qué hacerlo, es el suyo. Y las más de las veces el camino al éxito se encuentra en llevar un ideal propio hasta sus últimas consecuencias y no en abrazar otras costumbres que no sentir propias. Y Alex Caruso responde al ‘modelo Presti’ a la perfección.
Un gallo desplazado del corral
Dejando a un lado lo barato o caro del traspaso, toca centrarse primero en lo saliente para entender qué cambia OKC con la llegada del exterior que hasta ahora militaba en los Chicago Bulls. Durante la temporada, también afectada por temas extradeportivos, a Josh Giddey se le ha caricaturizado hasta cierto punto. Su pareja con Shai Gilgeous-Alexander ya era de por sí difícil de articular en un esquema mental. Pero ambos acabaron solucionando la papeleta por su inteligencia en cancha.
A lo que no pudo sobrevivir Giddey fue al crecimiento de Jalen Williams como creador con balón. Tras una temporada rookie que fue de menos a más, J Dub se presentó en el training camp evidentemente abultado en lo físico. Esto y su repentina mejora en el bote y el pull-up le acabaron convirtiendo en un jugador que se asoma a la élite de manejadores en situaciones de aclarado y pick-and-roll.
Mientras, Giddey siempre ha sufrido para mostrarse un jugador autosuficiente con cierta consistencia. Así, el australiano inició la campaña con menor cuota de balón y tiros de lo que acostumbraba, limitándose a coger las riendas del equipo a campo abierto o liderando minutos de segunda unidad. El base tiene instinto suficiente para sobrevivir sin ser una amenaza en el tiro exterior a través de movimientos sin balón o atacando closeouts tras recepción. Pero esto no terminaba de despejar la sensación de nota redundante y extraña.
Durante la temporada, los Thunder han podido ir sacando partidos adelante a pesar de que muchas noches el defensor emparejado con Giddey le ignorase regalándole el tiro. Pero esta práctica ha sido demasiado sangrante en playoffs. El base ha anotado un decente 35% en el lanzamiento exterior. Sin embargo, a los Mavericks no les importa tanto esto como la comodidad que sentían dejándole solo y arrojando un cuerpo más a colapsar la zona en su lugar.
El problema añadido aquí es precisamente lo que tanto preocupa a Presti. Giddey pasó los dos primeros años en OKC como parte irrenunciable de la idea de futuro. Como una cesta en la que depositar huevos con la confianza de un rédito obvio. Lo cual se traduce en jerarquía a la que es complicado renunciar en una etapa tan temprana de carrera cuando ya has probado las mieles del liderazgo en un equipo que hace bien las cosas. Aunque el jugador estuviese siendo un obvio problema ante Dallas y Mark Daigneault prescindiese de él a la hora de cerrar el partido, el técnico siguió confiando en él como titular hasta el quinto partido de la serie.
La cosa se enturbia aún más cuando Presti revela que le propusieron salir desde el banquillo de cara a la nueva temporada. «Hablando con él sobre nuestros planes, a Josh le costó verlo. Empezamos a derivar la conversación sobre sus opciones potenciales en otro lugar. Josh tiene potencial para ser All-Star pero, dada nuestra construcción actual, apostar por esa posibilidad no hubiese sido óptimo para el colectivo», cuenta en la nota de prensa que anuncia su salida.
Alex Caruso, el obrero
En su lugar, Caruso es un tipo que tiene los nudillos pelados de sus años en la G League. Por cierto, eventualmente a las órdenes de Daigneault en los Oklahoma City Blue durante la temporada 2016-17. Un jugador que, compartiendo cancha con All-Stars como DeMar DeRozan, Zach LaVine o Nikola Vucevic, a menudo ha sido el alma de los Chicago Bulls de Billy Donovan. Y que, con todo y con ello, no ha superado el 55% de titularidades en una temporada hasta este año.
Así, el impacto más evidente que supone este movimiento para Oklahoma se encuentra en lo competitivo. Donde los Thunder han flaqueado culpando a la inexperiencia de la falta de determinación en jugadores que han demostrado durante toda la temporada, y la primera ronda ante los Pelicans, de estar a la altura de la situación o incluso por encima de ella. Caruso llega con 30 años cumplidos y con un anillo ya en su haber a una guardería que quizás sí necesite de una figura como él dentro y fuera de cancha.
En lo deportivo, su encaje es todo lo sencillo que quepa imaginar. Dicho mal y pronto, Caruso es carne de primer equipo All-NBA y solo la tiranía que van a abrir los interiores con el nuevo formato o un menor volumen de minutos vienen a la mente como impedimento para considerarle en el primer escalón de defensores exteriores de la liga. Su presencia dopa a un sistema que ya tritura ataques desde la envergadura, el físico y el riesgo que permite la salvaguarda de Chet Holmgren protegiendo la pintura. Siendo Luguentz Dort un hostigador nato, Caruso es uno de los mayores cerebros defensivos con el que puede contar un perímetro en la NBA. Capaz no solo de ordenar a los suyos, sino de empujar al rival a las situaciones menos convenientes.
Ofensivamente, Caruso y OKC están destinados a alimentarse de forma recíproca. A pesar de protagonizar en la 23-24 su temporada de mayor evolución en la dirección y el tiro tras bote, el ex de los Bulls está lejos de ser un generador primario. Y contar con dos fuentes de ventajas individuales como Shai y J Dub van a mitigar esas carencias creativas al tiempo que multiplican su papel de dinamizador sin balón y su tiro a pies parados (40,6% en triples tras recepción). Los Thunder, por sustraer un elemento de control redundante con sus dos estrellas ofensivas en pista y, quizás, la posibilidad de empujar a Chet al interior con mayor asiduidad.
Todo ello con el plus de hacerle partir desde el quinteto titular o el banquillo sin afectar a su impacto en pista o miedo a dañar su ego. Es más, no cuesta imaginar a Caruso como un elemento multiplicador del dinamismo que perfiles como Aaron Wiggins, Cason Wallace o Isaiah Joe le aplican ya de por sí al juego. Aunque quizás necesiten un perfil de control para redondearlo.
Alex Caruso es, a fin de cuentas y tras tantos rodeos, una de esas piezas necesarias para terminar de dar cuerpo a equipos campeones. Una que por la faceta deportiva y por la que no lo es tanto, encaja de forma ideal en un grupo que ni siquiera comienza a atisbar su techo, pero que lo ve más cerca con su presencia.
(Fotografía de portada de Michael Reaves/Getty Images)