Pensamientos dispersos de una Lotería del Draft histórica

Teorías de la conspiración, la situación de Dallas y otros muchas ideas desperdigadas de lo acontecido el lunes.

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Por David Sánchez

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Normalmente el efecto dominó o mariposa se percibe hacia atrás. Un gran acontecimiento lleva a reflexionar sobre las causas que han llevado a este. No obstante, hay ocasiones en que un suceso luce como el inicio de una cadena de acciones que van a cambiar por completo el devenir de las cosas. La noche del lunes 12 de mayo es una de esas ocasiones.

Esas horas en las que los Dallas Mavericks fueron agraciados con el número uno del Draft de Cooper Flagg y que el Aquiles de Jayson Tatum quebró van a transformar por completo el actual paisaje de la NBA. De las dos noticias, es la primera la que genera más morbo, incertidumbre y vaticinios en el corto plazo. Tres pilares en la creación de contenido NBA de nuestros días y que, como era de esperar, ha desembocado en ríos de tinta y saliva desde todos los prismas posible. Aquí unos pensamientos sueltos.

La teoría de la conspiración

Normalmente las teorías de la conspiración suelen ser enrevesadas búsquedas de indicios que desembocan en una explicación de las cosas alejada de la lógica y la realidad percibida por el común de los mortales. En el caso del número uno a Dallas, es demasiado obvio para ser mero producto del azar. Tres meses después de traspasar a Luka Doncic al mayor mercado de la NBA, Adam Silver ha obsequiado a Nico Harrison y los Mavs con un talento que se presupone generacional.

Lo que para muchos (jamás se vio un veredicto colectivo tal en estos asuntos) es un regalo manifiesto, se suma a la pila de casos anteriores con la lotería del Draft como fondo:

  • En 2019 los New Orleans Pelicans recibieron el número uno cuando al otro lado esperaba otro fenómeno nacional como Zion Williamson en el año en que Anthony Davis había solicitado el traspaso y Los Angeles Lakers estaban en la puja.
  • En 2014 otro de los grandes prospects del siglo caía en Cleveland para que, un par de meses después, LeBron James anunciase su vuelta y los Cavaliers enviasen a Andrew Wiggins a Minnesota a cambio de Kevin Love. El año anterior ya se habían llevado el número uno, seleccionando a Anthony Bennet.
  • En 2012, tras el veto del traspaso de Chris Paul a Los Angeles Lakers (seis días después acabó en los Clippers), Anthony Davis, otro llamado a ser un talento disruptivo, cayó en New Orleans. Por aquel entonces, todavía Hornets.
  • En 2011, un año después de que LeBron anunciase su primera salida de Cleveland, los Cavaliers ganaban el número uno del Draft que les otorgaría la elección de Kyrie Irving.
  • En 2008, tras una década incapaces de construir un proyecto aspirante sin Michael Jordan, los Chicago Bulls obtuvieron el número uno para seleccionar a Derrick Rose, un fenómeno local que acabaría siendo MVP en la Ciudad del Viento.
  • En 2003, el probablemente mejor jugador de instituto de todos los tiempos y mayor promesa del baloncesto desde Kareem Abdul-Jabbar recalaba en el equipo de su ciudad/estado. LeBron James fue elegido por los Cleveland Cavaliers, un mercado pequeño, con el número uno.
  • En 1985, en la primera edición de la lotería del Draft, la suerte sonreía a los New York Knicks, un gran mercado dormido en una NBA en alza de popularidad y economía, con la primera elección que les daría a Patrick Ewing en la lotería más polémica de la historia.

¿Y sabéis qué? Que en todas había probabilidades matemáticas. En orden cronológico de más antiguo a más actual: 14,29% (mismo porcentaje que recibían los siete peores equipos de la temporada anterior), 22,50%, 1,70%*, 2,80%, 13,70%, 1,70%, 6%. Y en el caso de este año era un 1,8% ganado a base de lanzar una moneda para desempatar con los Chicago Bulls.


*Los números se alternan en negrita para poder diferenciar bien unos de otros


Esta suma de casualidades (según la RAE: Combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar), provoca que el que apunta al amaño se ahorre el trabajo de fundamentarlo. Por lo menos en el caso de Ewing y los Knicks estaba la doble teoría del sobre en el congelador y el vaho que generó en el recipiente y la de la esquina arrugada. Ambos indicios comprobables con las tomas de vídeo existentes.

En esta edición también hay un vídeo del proceso completo de lotería, con 14 bolas de ping pong que dan lugar a 1001 combinaciones distintas sacando cuatro pelotas, de las cuales 1000 se asignan a los equipos que participan en la lotería. Cada equipo conoce las combinaciones que les convertiría en ganadores antes de que el bombo se ponga en funcionamiento. En el caso de los tres peores equipos de la temporada son 140 y en el caso de los Dallas Mavericks 18. Zach Lowe, periodista habitual en la bunquerizada sala donde se realiza la lotería, cuenta cómo Matt Riccardi, representante de los Mavericks en la habitación, sabía perfectamente que después de que saliese el 10, el 14 y el 11; el 7 era su número ganador. Salió el 7.

Nadie fuera de esa sala conoce los resultados, que solo una persona lleva a Mark Tatum para que vaya enumerando el orden de la lotería de forma inversa. Tampoco ningún periodista, representante, notario o abogado abandona la sala hasta que no se han anunciado públicamente los resultados. Las evidencias y probabilidades matemáticas están ahí, pero allá él quien quiera creer en movimientos orquestados para beneficiar a una de las 30 organizaciones propietarias de la Liga.

Ni con estas cobra sentido la marcha de Luka Doncic

Recogiendo la última frase del anterior epígrafe, vale, lo admito. Es cierto que el bien de los Lakers es el bien de la liga. Aquello que decía David Stern de que la mejor final posible era un Los Angeles Lakers vs Los Angeles Lakers halla su explicación en que es el mercado que más atención mediática recibe desde la década de los 80. Unos buenos Lakers maximizan las audiencias y, por tanto, las ganancias económicas que después se reparten las 30 franquicias. Aun así, si el amaño fuese tan manifiesto, ya habría más de uno y de dos propietarios que habrían clamado al cielo. No ocurre.

Esto viene a decir que el movimiento de regalarle un número uno a Dallas Mavericks para llevar a Luka Doncic a Los Angeles y darle la posibilidad a LeBron James de ganar su quinto anillo y a los Lakers el sostén de contar con una superestrella hipermediática para el próximo lustro, tiene cierta lógica para Adam Silver y la NBA. Lo que sigue sin tener lógica es lo de Nico Harrison.

Y es que, si ya parecía una absurdez renunciar a un jugador generacional por su falta de Mamba Mentality aunque no haya pasado un año desde que llevó a los Mavericks a sus terceras finales de la historia, más resulta intercambiarlo por una promesa. En todos los sentidos. Que no hay razonamiento que explique cambiar a una superestrella de talento mayúsculo probado, con sus defectos, por la ilusión de poder criar a una superestrella generacional en la que vas a tener que invertir años para que llegue a ser lo que ya era Luka. Con la probabilidad de que también desarrolle sus propios defectos.

Aunque tenga más sentido así que pensar de vacío en que unir a un Anthony Davis de 31 años con un Kyrie Irving de 33 es más garantía de llegar lejos en postemporada que un Doncic cuya disponibilidad es muy superior a la de ambos con todos los asteriscos que se quieran poner a su forma física.

¿Realidad tangible o promesa de futuro?

Es retórica la pregunta. Siempre realidad. Si realmente la intención de Harrison era poner al equipo en una mejor posición para competir ya, la fortuna le ha dado una oportunidad inmejorable. Y no, no es ganar con Cooper Flagg. El alero de Duke llega como un proyecto de defensor definitivo, con un motor físico y una lectura del juego ofensivo casi impecables a su edad. Suma con y sin balón. En el box score y en los intangibles. Es blanco y estadounidense, lo cual no viene mal en términos mercadotécnicos. Y ninguna de estas verdades le hace un jugador superior a Giannis Antetokounmpo para ganar un campeonato mañana.

Pensar que un jugador te abre las puertas a ganar media docena de anillos es iluso. No existe un jugador así desde Tim Duncan en 1997 (Kobe tuvo a Shaq). Y en el actual panorama salarial es notablemente más complicado construir un equipo que aspire a ser campeón año tras año aunque se cuente con una estrella fundacional. Sin embargo, Giannis sí lleva a un equipo bien construido a ser aspirante en los próximos dos o tres años como mínimo. Y si no lo hace, no será porque no hubiese argumentos para creerlo. Porque cualquier promesa que se haga con Flagg cae en saco roto ante el currículum de un dos veces MVP, campeón en 2021 y MVP de las finales que continúa en su esplendor.

Si Antetokounmpo está sobre la mesa, la decisión debería ser extremadamente sencilla para los Mavericks. Aunque, personalmente, creo que acabarán dándole la oportunidad a competir con Flagg junto a Davis a la espera de que vuelva Irving. Manteniendo el buen núcleo que ya tienen y haciendo unos cuantos retoques. La quizás menos coherente de las vías si se pone sobre la mesa la opción de reconstruir desde cero. Para lo cual ni siquiera se explicaría la continuidad de Harrison al mando de las oficinas.

Lo mejor para Flagg

De nuevo al hilo de los dos escenarios ideales propuestos, ambos lo son desde la perspectiva de los Dallas Mavericks. Ahora, la corriente de pensamiento que defiende que lo mejor para Cooper Flagg o cualquier joven es crecer junto a otro grupo de jóvenes y ser el líder del equipo desde el primer día resulta fácil de desmentir. Si lo más lógico para los Mavericks de quedarse a Cooper Flagg sería reiniciar su proyecto para eliminar la posibilidad de que el alero sea una rémora en el techo que podría alcanzar el equipo por el aprendizaje que todo jugador debe afrontar, para Flagg lo mejor es competir. Desde el día uno. Por todo lo que se pueda.

Un jugador en entornos competitivos, exigido en el día a día no solo por sus rivales sino por su entorno, tiende a un desarrollo superior que el que es cabeza del ratón más escuálido de los callejones neoyorquinos. Es más fácil mostrar la mejor cara rodeado de buenos jugadores que de malos. Que se lo digan a Tyrese Maxey, Desmond Bane, Cade Cunningham e incluso a Victor Wembanyama.

Pensamientos dispersos de una Lotería del Draft histórica
Vía: David Banks-Imagn Images

Claro que existen talentos, y ahí se proyecta a Flagg, que son muy superiores al contexto que les rodea y se imponen a sus circunstancias haciendo que todo parezca mejor de lo que es (LeBron, Luka, Jokic…). Pero no habrá ocasión en que se le pregunte a una gran figura joven y responda que prefiere perder partidos y formarse en el barro que hacerlo mirando de tú a tú a los mejores del mundo. Y si los Dallas Mavericks le dan esa oportunidad a Flagg, será lo mejor para él.

¿Funciona el actual sistema de lotería?

En 2019 e impulsados por el infame The Proccess de Sam Hinkie en los Philadelphia 76ers, la NBA decidió cambiar su sistema de lotería para reducir el tanking. Antes, el peor equipo de la liga recibía un 25% de probabilidades de elegir en el número uno y, como mucho, podía caer hasta el cuarto puesto. Bajo el sistema actual, los tres peores equipos de la competición reciben las mismas oportunidades de elegir el número uno (14%) y el peor puede caer al quinto puesto. Sumando un 18% menos de probabilidades entre los tres (de 60,5% a 42%).

Esto ha derivado en que el peor equipo de la liga ni haya recibido el pick uno desde entonces. Aunque esta no es la sequía más larga de la historia (de 1990 a 2003 ningún #1 fue a parar al peor récord de la competición).

Sucede que, normalmente, el peor equipo de la liga regular no puede hacer mucho más para ganar partidos. Sí, podría hacer movimientos en verano que le llevasen a tener un mejor equipo, pero eso comprometería su desarrollo a futuro por unas posibilidades flacas de pelear por play-in. No obstante, una vez metidos en la dinámica de la temporada, que las derrotas se acumulen es el resultado lógico.

El tanking siempre ha existido, y tiene mucho más que ver con lo de Toronto Raptors quitando a sus mejores jugadores del campo en los últimos cuartos o a Utah Jazz desmembrando el equipo cada febrero que con la incompetencia de Washington Wizards o Charlotte Hornets. Quienes están recibiendo escasas oportunidades reales de mejorar. Principio básico que rige el Draft de los deportes estadounidenses.

De hecho el problema no es tanto con el número uno como con el hecho de que este año completen el podio equipos ya en ventana competitiva como San Antonio Spurs y Philadelphia Sixers. El play-in ha presentado cierta batalla a dejarse ir por el camino de las derrotas. Pero los ejercicios de tanking más indiscretos siguen ahí. No creo que la Liga debiese estar cómoda con los resultados del actual sistema de lotería, aunque cierto es que nunca llueve a gusto de nadie.

(Fotografía de portada de David Banks-Imagn Images)

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