Cuatro rarezas de una serie inverosímil

De todas las virtudes que han llevado a los Memphis Grizzlies a ser el segundo mejor equipo de la NBA durante la liga regular, quizás sea su caos controlado la que mejor los defina. Los jovenzuelos instruidos por Taylor Jenkins han demostrado una facilidad tremenda para sacar partidos de quicio y acelerar el ritmo sin que esto tuviese consecuencias negativas en su juego.

Están metidos en todos los fregados en lo que a élite del descontrol se refiere. Son el cuarto equipo de mayor ritmo de la competición, el noveno que menos segundos necesita para atacar, el segundo que más balones toca en defensa, el cuarto que más balones divididos recupera y el líder en robos, tapones y rebote ofensivo. Y sin embargo es extraño ver que cambien el paso más allá de la obligación de finales apretados.

Su habilidad para el hostigamiento y el disturbio ha quedado —casi— intacta en su traspaso a playoffs, pero es obvio que los Grizzlies no están logrando controlar la locura que ellos mismos generan como lo hacían en la regular. La primera ronda ante los Timberwolves ya fue un canto al anarquismo en el que no hubo gobierno alguno, y en las semifinales frente a Warriors vuelven a dar pie a un baloncesto durante largos tramos ilegible. Este escenario en el que tanto Golden State como ellos mismos comparecen totalmente desnaturalizados da pie a unas cuantas abominaciones estadísticas que ayudan a explicar un poco (aunque no demasiado) lo que estamos viendo.

El rebote de los Warriors

Los Golden State Warriors han ganado el duelo reboteador en los cuatro partidos de la serie. Pero lo más relevante es que solo han hecho menos capturas ofensivas que su rival en uno de los cuatro partidos. Esto constituye una rareza desde que comenzase el ciclo ganador de los de Steve Kerr en playoff, que si ganaban este apartado solía ser por los pocos rebotes defensivos que su acierto dejaba al rival.

Pero lo es aún más teniendo en cuenta que han jugado menos de un tercio de los minutos de la serie sin un pívot al uso y que su máximo reboteador es Andrew Wiggins. De hecho, es el propio alero el líder en capturas ofensivas, igualando los números que suman entre Jaren Jackson Jr. y Brandon Clarke.

Aun dando la impresión de ser una aberración estadística, los Warriors están logrando sostener esta ventaja de forma sencilla. En su plan para minimizar y desgastar a Ja Morant, Kerr ha dado la firme orden de que quien quede emparejado con el joven base ataque el rebote de forma casi kamikaze. Tratando de esconderle y atesorar energías, Morant suele marcar al jugador que menos participa en el circuito de pases de Golden State, en este caso Wiggins, que pasa la mayoría de ataques abierto al triple. Antes de su lesión también se vio a Gary Payton II en idéntica tarea.

De esta forma los Warriors matan tres pájaros de un tiro: exponen a Ja atrás, le hacen trabajar en lo físico y ganan segundas oportunidades, uno de los mayores combustibles para lograr triples abiertos. Con respecto al último partido, en el que Morant causó baja, basta intercambiar su nombre por el de Tyus Jones.

A polémica por partido

La primavera la sangre altera, lo que en la jerga NBA significa que el baloncesto de postemporada eleva los nervios a flor de piel. Pero eso no explica que la serie entre estos dos vaya a polémica de las que copan portadas dos días por partido.

En el primero fue el mandoble en la cara y posterior agarrón que le propinó Draymond Green a Brandon Clarke. Castigado con una flagrante de segundo grado que devino en su expulsión y que más tarde la liga rubricaría ante la sorpresa de un Green que esperaba que rebajasen la sanción. Quizás lo mereciese solo por su exacerbado numerito cuando conoció la decisión arbitral, el cual ha dado para rellenar unas cuantas tertulias en la televisión estadounidense.

Ya en el segundo partido, Dillon Brooks cazó a Gary Payton II en pleno vuelo, por detrás e impactando en la cabeza del de Golden State. Payton sufrió una fractura en su codo izquierdo y Brooks pagó su feo gesto con expulsión y suspensión de un partido. Esto, acompañado de las palabras de Kerr sobre los códigos del deporte y las líneas que no se pueden cruzar, fue lo que terminó de tornar la serie en furibunda.

Para el primer partido en Memphis la controversia iba a ser algo más subterránea. En una escena difícil de explicar más allá de una inconsciencia colosal, Jordan Poole agarra la rodilla de Ja Morant cuando este intenta salir de la trampa defensiva que le lanza Golden State. El base pierde el equilibrio y pisa mal, lo cual usarán luego los Grizzlies para argumentar que esa fue la jugada que origina los problemas físicos de su estrella e instarán a la liga a revisarla. En el otro lado, Poole ni siquiera sabe de qué jugada le hablan hasta que le muestran el vídeo en rueda de prensa. Una vez visto, la define como una jugada normal y asegura no haberlo hecho a propósito.

Por suerte, el cuarto partido no tuvo este nivel de polémica en el campo, pero la psicosis generada durante los tres primeros empuja un ambiente enrarecido en torno a temas arbitrales. Los jugadores, especialmente Morant y Green, lo utilizan como arma arrojadiza en Twitter; aparecen dudas sobre el cuerpo arbitral seleccionado para cada partido como si de fútbol europeo se tratase; etc.

En menor grado, este tipo de polémicas es ostensible a bastantes de las otras series que se disputan o se han disputado. Es cierto que el tema de silbatos y las quejas derivadas siempre está ahí. Pero no al nivel de protagonizar la discusión general como en estos playoffs, donde incluso se llegan a personificar los males de un equipo en colegiados con nombre y apellido.

Nadie quiere meter los triples

El conjunto de San Francisco está promediando un 32,4% de acierto en el triple durante esta serie. Cifra que cae hasta el 27% si dejamos fuera su explosión anotadora en el tercer encuentro. Esta horrenda racha está marcada por unos cuantos datos inverosímiles.

Stephen Curry está promediando un 31,1% en el triple, el que sería el segundo peor registro de su carrera solo superado por el 27,9% que promedió frente a Houston Rockets en las semis del Oeste de 2019. Peor camino está siguiendo Klay Thompson, cuyo 25,7% sí es el peor porcentaje de su carrera en playoffs. Solo Otto Porter Jr. con un magnífico 53,8% y Jordan Poole con algo más de un 37 están manteniendo el barco a flote. A Curry de hecho se le ha visto en algunos tramos acudir a la media distancia desesperado por sus fallos lejanos.

Carta de tiro de Golden State Warriors en los partidos 2 (izquierda) y 4 (derecha). Fuente: NBA.com

Lo llamativo es que no cabe explicar un descenso así en el rendimiento defensivo de los Grizzlies, pues los Warriors siguen generando triples abiertos a un ritmo similar al que lograban en temporada regular y superior en muchas ocasiones al que han tenido acceso durante sus años de dinastía en postemporada.

Los Grizzlies han sufrido un bajón mucho menos severo y más comprensible dada la desviación típica que se produce en playoff con los porcentajes de tiro. Sin embargo, Desmond Bane sí que se vio afectado por esta tendencia quedándose en un 2/9 entre los dos primeros partidos de la serie después de protagonizar una enorme eliminatoria en el tiro exterior ante los Wolves donde rozó el 50% con un volumen de lanzamientos altísimo. El 6 de 11 de los últimos dos encuentros enmiendan algo su pobre entrada en semifinales.

Caterva de pifias

Las 17 pérdidas a las que están empujando los Grizzlies a los Warriors supondrían su peor promedio en unos playoffs completos desde 2014. También sería una de sus peores series en este periodo solo superada por las finales perdidas frente a los Raptors. Esto podría caber dentro de los planes dadas las características de los Grizzlies mencionadas al inicio de este texto. Pero lo interesante es observar cómo está respondiendo Golden State a esta problemática.

Ante una cifra desaforada de pérdidas los de Steve Kerr están… arriesgando más que nunca. La reacción más básica cuando se están cometiendo demasiados extravíos consiste en reducir el número de pases drásticamente y afincarse en el uno contra uno. Los Warriors tan solo han reducido en diez las veces que comparte el balón por partido con respecto a la serie frente a Denver y, sobre todo, está incrementando los pases que tratan de ser definitivos. Es decir, los más riesgosos.

Esto tiene como recompensa haber elevado el promedio de asistencias hasta las 29,3 por encuentro que supondrían el dato más alto desde la llegada de Steve Kerr al banquillo. Cuando peor vienen dadas es cuando los Warriors más se afincan en su identidad. Eso sí, el ratio asistencias/pérdidas no lo compensa y esta está siendo su postemporada ‘menos solidaria’ del último lustro. Por su parte, los Grizzlies prácticamente calcan los puntos anotados tras pérdida y en contraataque de la temporada.

Y hasta aquí mi recopilación de rarezas de una serie rara de por sí. Nada que sorprenda viniendo de la primera ronda que nos regalaron Memphis y Minnesota. También se podrían haber colado las rotaciones de Mike Brown tomando el mando en el cuarto partido, pero se le perdonará por ser el día que le apuntaban todos los focos. Convenía dejar esto por escrito ante la posibilidad de cerrar la serie esta misma noche, pero no queda exenta la posibilidad de ver excentricidades aún mayores en lo que sea que reste de serie. Todo es posible en este manicomio regentado por los Grizzlies y al que todo el mundo está invitado.

(Fotografía de portada de Thearon W. Henderson/Getty Images)


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