D-League: J.J. Moore, en México estaba el purgatorio

No. La vida no es como a veces nos parece, como creemos que la viven otros, como pensamos que la disfrutan. No, en ocasiones, ser jugador de baloncesto profesional es algo de todo menos idílico. En diversas circunstancias se puede pensar, en la rutina de los horarios, de las semanas de lunes a viernes, que una aventura profesional en México puede ser de lo más estimulante.

Nacido en 1991 en Brentwood (Nueva York),  J.J. Moore, The Real JJ Moore, no piensa igual. El ahora jugador de los Long Island Nets sabe de lo que habla, porque él vivió dos cursos en México. Y no precisamente por gusto. El baloncesto es un juego, sí, pero también un trabajo para los que lo desarrollan. No es común, pero sucede, hay casos, en los que quien ejerce ese empleo no disfruta. Hay jugadores que, dotados para la canasta, aprovechan esas virtudes para ganarse bien la vida, aunque no gocen en el trayecto. También existen otros que, queriendo vivir de ello y pasarlo bien, no pueden. Porque no todo es NBA, competiciones europeas, dinero asiático. No. De nuevo no. El baloncesto se juega en todo el mundo y en algunas partes la vida se complica.

Dos estancias en México, porque no le quedaba otro remedio, es lo que estuvo J.J.Moore, en un purgatorio deportivo que amenazaba con convertirse en eterno. “Sentí que la NBA estaba muy lejos. Sentí que iba a estar en un agujero negro, teniendo que jugar en el extranjero el resto de mi vida. Y eso no iba a ser una buena carrera para mí. Después del primer año en México creía que, a mi vuelta, iba a tener alguna oportunidad pero ningún equipo de la NBA me invitó a ningún entrenamiento”, declaraba Moore el pasado noviembre a Newsday

Esa llamada sí la había recibido justo antes de partir por primera vez al extranjero. En 2014, después de tres temporadas en Pittsburgh y una final en Rutgers, donde elevó sus prestaciones hasta 11,2 puntos por partido, Moore probó con los Kings. Pero no funcionó. Por eso partió al país vecino, experiencia que repitió en la 2015/16 después de ese fallido regreso a los Estados Unidos, donde nadie descolgó el teléfono para interesarse por él.

Torneo de 1 contra 1

Moore necesitaba sentirse jugador, palpar el amor por el juego. En marzo de  2016 se inscribió en un torneo de 1×1, el Fightball, que otorgaba 100.000 dólares al campeón. El alero llegó a superar la primera fase y se metió entre los ocho mejores que optaron a ese cuantioso premio. Perdió en cuartos de final frente a Leandro de Lima, a la postre ganador del torneo.

Moore, que rozó en este Fightball algunos de los premios parciales en metálico, se fue con los bolsillos vacíos pero habiendo disfrutado de verdad de su pasión. Reenganchado a su oficio, el verano asomaba, no obstante, sin algo claro en el horizonte. Fue entonces cuando un compañero suyo de entrenamientos, Nick Frank, le sugirió que ya que estaba por ahí se acercara con él al tryout de una franquicia de la D-League que probaba jugadores de cara a su debut en la competición. Esa franquicia eran los Long Island Nets, afiliados a los Brooklyn Nets, y que afrontaba la 2016/17 como la primera campaña de su recién creada existencia.

En los Nets, impresionados

“No sabía nada de su paso por la NCAA. No sabía tampoco que había jugado en México. Lo queríamos por lo que vimos en ese tryout. Nos fijamos en su físico y pensamos que podía ser un jugador físico. Nos gustó su dureza en esa prueba. Él simplemente mostró una gran pasión por estar en los Long Island Nets”. Palabras de Trajan Langdon, exjugador profesional del CSKA de Moscú, entre otros, y manager de los propios Long Island Nets.

Moore sobresalió por encima del resto. Era fácil para los ojeadores separar el polvo de la paja. Si había calidad en el grupo de 250 chicos que buscaron aquellos días una oportunidad en la D-League, mucha  la atesoraba Moore. “Ir a esas pruebas y ver que, de entre 250 rivales, unos 50 podían tener mi nivel me hizo saber que me tenía que enfrentar a duras batallas esa jornada. Había competencia, pero yo confiaba en jugar y jugar a mi mejor nivel. Salir allí, competir y no cometer errores me hizo irme con la sensación de que pertenecía al equipo”.

Draft de la D-League

Y así era. Los Nets se quedaron absolutamente convencidos de que era su hombre, pero se arriesgaron a que se presentara al Draft de la D-League 2016 en lugar de ofrecerle directamente un contrato. Incluso así, llegada la tercera ronda, Moore estaba libre. Los Nets cuadraron el círculo y lo eligieron. Por fin The Real JJ Moore iba a jugar en una competición organizada, con salarios discretos pero pagados puntualmente, con muchos partidos por semana y decenas de ojeadores de la NBA con sus ojos puestos en el torneo, día a día. Moore, que había jugado dos campañas en México en un campeonato que no tenía ni web propia, entraba de lleno en el profesionalismo. A sus 25 años, llegaba a tiempo.

Cuatro meses después de su debut en la D-League, la liga asociada a la NBA da sus últimos coletazos de la Regular Season. Hace tiempo que los Long Island Nets no tienen  opciones de playoffs, cargando a cuestas con uno de los peores balances de todas las franquicias. Pero Moore ha logrado que su nombre aparezca, que suene. Los 14,5 puntos por partido que promedia no son para que sueñe, de momento, con aspirar a la NBA. Aunque el deseo sigue ahí, vigente. Y la evolución para un jugador al que nadie conocía hace unos meses es notable. Los peldaños se suben de uno en uno. México era el sótano, el anonimato más profundo, el inmerecido purgatorio. Long Island es lo que tienen que ser las cosas para Moore. Ahí se ha erigido como un jugador de referencia, notable, una pieza eficaz para una D-League en pleno crecimiento. En la tarde del 21 de marzo, clavó 36 puntos en la victoria ante los Salt Lake City, lo que ya es su mejor actuación de siempre.

Moore está feliz con lo que tiene. Y lo merece. ¿Acaso importa algo más? Al lado de su mujer y de sus pequeñas hijas, cerca de ellas, en su tierra natal, vive el presente sin alejarse de su sueño, el sueño eterno de todo jugador estadounidense. “Estoy aquí para esforzarme y trabajar. Mi situación me permite trabajar y jugar con sistemas  NBA y mejorar mi juego. Sigo persiguiendo mi sueño de la NBA. Quizá, algún día, me llegue la ocasión”.


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