Dallas Mavs o la fuerza del conjunto

La NBA se ha revelado. Con todos los contratos de nueve cifras, todas las participaciones en All-Stars, todos los trofeos MVP y todas las impresionantes condicionas atléticas, Miami Heat es un equipo batible. Y no por un abanico de estrellas ni por un grupo de jugadores con el egocentrismo por bandera; sino por un equipo.

Nadie puede discutir el hecho que los Mavs tienen menos talento que los Heat. Su base tiene 38 años y está en el final del final del final de su carrera. Su estrella contaba con demasiados debates públicos a sus espaldas sobre su condición de jugador blando e incapaz de decidir en los momentos determinantes de los partidos. Su segundo mejor suplente es un agente libre no drafteado que apenas sobrepasa el 1,80m. Y su razonablemente segundo mejor jugador de la plantilla lleva meses lesionado de gravedad.

Dallas no podría ganar un torneo 3×3 de street-ball, pero los Mavs han podido ganar el anillo de campeones de la NBA. Y lo han hecho porque cuentan con 15 jugadores que confían en ellos mismos, confían en su entrenador y confían en el sistema. 15 jugadores dispuestos a moldear su juego para ponerlo siempre a disposición de las necesidades del equipo. Sacrificándose cuando es requerido, dando un paso adelante cuando otros compañeros no pueden.

Rick Carlisle, un coach que ha jugado al lado de Larry Bird, entrenado a un par de equipos con más de 50 victorias en regular season en Detroit y a uno con 61 en Indiana, habla de los actuales Mavs como “el equipo más especial con el que he trabajado”. En otras palabras, un gran equipo. Lo que justamente, en este punto, no es Miami.

Serás recordado por tus resultados” le dijo Dwayne Wade a Dirk Nowitzki tras las Finales de 2006. Hoy, justo cinco años después, esas palabras podrían continuar siendo pronunciadas por Wade, pero mejor aplicarlas a LeBron James. El autoproclamado King James empezó el partido más importante de su carrera con 4 de 4 en tiros de campo para acabar con 9 de 15. Pero nadie puede discutir que el mejor momento de los Heat en el definitivo Game 6 (el 14-0 de Miami en el segundo cuarto que neutralizó los 12 puntos de ventaja con los que Dallas contaba en ese momento) llegó con Eddie House en pista y con LeBron mascando chicle en el banquillo.

Demasiado a menudo, Miami ha abandonado cualquier apariencia de equipo a favor de jugadas de uno contra uno típicas de jugador egoísta. Los esquemas de los Mavs, sin embargo, han estado lejos de cualquier complejidad. Simplemente con buenas y asfixiantes defensas en frente de Wade y James, más ayudas (especialmente de Tyson Chandler) cuando éstos conseguían romper la primera línea de presión y llegar a la zona.

Sin duda, los Heat han hecho importantes progresos en éste, su primer año como superpoder de la NBA. Empezaron bloqueados (9-8), consiguieron abstraerse de la tormenta de odio que les acompañaba en cada ciudad y superaron ampliamente a cada rival que se interponía en su camino para lograr el título de Campeones de la Conferencia Este. Pero cualquier entrenador puede decirnos que el camino para ser un buen equipo es mucho más suave que el de ser un gran equipo. Y en esas se encuentra Miami ahora. Seguirá caminando.

Pero no lo hará solo. Sabemos que hay pesos pesados de ambas conferencias que merodean ahora ya (y gracias a los conseguido por los Mavericks) sin miedo, al lado de donde pretenden hacerlo los Heat. Chicago ha ganado 62 partidos con su plantilla llena de jugadores con cara de niño y ya tiene experiencia en unas Finales de Conferencia. Boston estará de vuelta, esta vez con los partidos contra Miami marcados en rojo en el calendario de Kevin Garnett & Co. New York, Philadelphia y Atlanta ya han tenido sus “momentos” contra los Heat, también.  Y en la Conferencia Oeste, Dallas puede autoconvencerse (ahora más que nunca) que repetir gloria es posible antes que sus jugadores sean ya demasiado viejos. Los Lakers deben resarcirse de su horrible final de temporada. Y Oklahoma City no solo tienen también ahora experiencia en unas Finales de Conferencia, sino que sigue teniendo un equipo inmensamente joven, profundo y talentoso que todavía no ha llegado a su cenit.

No esperemos otra cosa que ver a Miami Heat de nuevo como favorito al próximo anillo en la mayoría de las publicaciones que saldrán este verano, pero de ninguna manera el simple pasar del tiempo resolverá todos sus problemas que estas Finales han destapado.

Para ello se necesita trabajo. Trabajo en equipo. Existe una razón por la que, por ejemplo, los Thunder están y seguirán estando en la cresta de la ola. Durante los veranos, el propio Kevin Durant organiza entrenamientos normalmente con la asistencia de todos los jugadores disponibles en aquellas fechas. Para crecer, James, Wade y Bosh deben dejar a un lado los sueños de grandeza individual y fama mundial, y comprometerse, ellos mismos, con el equipo. Los Heat estuvieron algunos pocos días juntos antes del inicio del training camp de esta ya terminada temporada y esto puede haber tenido un precio muy alto, visto el final que han realizado, pasando del 2-1 al 2-4 en estas Finales. La temporada NBA empieza en julio, no en octubre. Y el Big Three actuaría inteligentemente de aprender esta lección.

De alguna forma, estas Finales han sido un mensaje claro al resto de la Liga: construye tu franquicia de forma sabia, prioriza el conjunto a las individualidades. Vendrá otra catarata de agentes libres de renombre en el verano de 2012, cuando Dwight Howard, Chris Paul o Deron Williams salgan al mercado y puedan de nuevo cambiar el paisaje de muchas de las franquicias que seguro se interesarán por ellos. New York, New Jersey o los Lakers puede que sigan los pasos de los Heat y lancen sus redes sobre un par de esos jugadores, completando el equipo con lo que buenamente se pueda.

Aunque, como ha quedado con estas Finales demostrado, mejor encontrar jugadores que (aunque con menos nombre y menos salario) encajen mejor. Como hizo Dallas, que ahora tiene a 15 jugadores que jamás antes levantaron un Larry O’Brien Trophy viviendo la experiencia de sus vidas.