D’Angelo Russell y una explosión a contracorriente

“La humillación pública me ha moldeado en el asesino que todos habéis visto hoy. Nunca me faltó confianza, nunca temí a la confrontación. No me ...

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Por David Sánchez

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“La humillación pública me ha moldeado en el asesino que todos habéis visto hoy. Nunca me faltó confianza, nunca temí a la confrontación. No me molesta el ruido, quiero hablar sobre ello”

D’Angelo Russell

Normalmente sereno en sus declaraciones, como queriendo alejarse de la percepción que rodeaba a su figura en los albores de su carrera, D’Angelo Russell aparece ocasionalmente en rueda de prensa como dispuesto a pasar facturas. Distante y desafiante al tiempo, lleva gafas de sol y evita el contacto visual para lanzar una proclama que sabe va a traspasar las paredes de la sala de prensa y al entorno mediático de los Lakers. Ya masivo de por sí. 

Son estos instantes donde, más allá de la madurez obtenida durante una carrera que se extiende ya a ocho temporadas en cuatro equipos distintos, Russell deja notar el callo formado por tantos años de escuchar y leer sobre sus vacíos como jugador. Comentarios a veces certeros y, muchas otras, sobredimensionados. La frase DLo la pronuncia tras la que seguramente sea su mejor actuación como laker. El exterior acababa de dejar 44 puntos con un 17 de 25 en tiros de campo y un 9 de 12 en triples que regó además con 9 asistencias y la canasta ganadora. 

De todo lo dicho en esa breve y frontal sentencia, hay una idea que permea por encima del resto. Como él mismo dice, la confianza jamás fue un problema para el base. No al menos tras su primera etapa en Los Angeles. Russell nunca dejó de intentarlo, y fue hacerlo enteramente a su manera y la inconsistencia que esta conlleva, lo que le privó de alcanzar cotas más altas en ciertos puntos de su carrera. Y es que la autoestima no fue nunca el problema, sino más bien la confianza que su entorno depositara en él. 

La bendición de El Rey

En su visita al podcast de J.J. Redick, Austin Reaves recordaba el momento exacto en que se terminó de ganar la confianza de LeBron James: “Siempre tuvimos buena química y él confiaba en mí. Pero tengo la sensación de que esa confianza no fue plena hasta el primer partido de playoffs en Memphis. Era el último cuarto, LeBron pasó media cancha y me dijo que tomase el balón. Todo iba a cámara lenta para mí en ese momento. Me había dado el balón, no podía hacer nada estúpido”.

Reaves ni siquiera se acuerda de cómo acabó la jugada. “No sé si fue un triple o un tiro de dos en suspensión”, contaba con la única certeza de que la cosa acabó bien. Hace poco D’Angelo Russell vivió un espaldarazo de fe muy similar:

Sobre el papel, DLo vivió su último tramo en Minnesota como tercera espada. No obstante, el tipo de estrella que es Karl-Anthony Towns y la juventud de Anthony Edwards le empujaban demasiadas veces a asumir más galones de los aconsejables. Convivir con James y Anthony Davis le han depositado por fin en un segundo plano real, pues nunca compartió pista con dos jugadores de su dimensión deportiva y mediática. Excluyendo, claro, lo poquísimo que pudo estar junto a Stephen Curry y coincidir su año rookie con el último de la carrera de Kobe Bryant. 

La unión con James y Davis, al menos a nivel ofensivo, suponía un ideal para todas las partes. Primero, porque la pareja de superestrellas necesita cierto grado de autosuficiencia alrededor para poder descargar responsabilidades. Bron por la edad y AD para vivir cerca del aro sin necesidad de pegarse a cada posesión, algo de lo que siempre ha rehuido hasta que no le ha quedado más remedio. 

Segundo, porque Russell es un manejador unidimensional. En él radica la diferencia entre director de juego y gestor del bloqueo directo. Luka Doncic, Chris Paul o James Harden son grandes directores; Damian Lillard, Kyrie Irving o Fred VanVleet son grandes gestores del pick-and-roll. DLo pertenece a esta segunda estirpe que conoce a la perfección el juego de pares y cómo encontrar situaciones de ventaja para él mismo o su compañero de baile. Pero al que le cuesta involucrar al resto del ataque. Por suerte para él, los Lakers no necesitan más, lo que le permite hacer de la sencillez virtud. 

El contexto empuja a Russell a ser simple, llanamente y en el mejor de los sentidos, un ejecutor. Aunque se le otorguen licencias creativas, estas se encuadran en un marco de acción reducido que provoca que un jugador al que le gusta amasar balón como él sólo se adueñe del partido cuando le acompaña la inspiración desde el tiro. 

Explosión controlada

Desde que comenzó 2024, DLo está en 21,6 puntos y 6,3 asistencias con un 47% en tiros de campo y un 45% de acierto en el triple (45,1% en 4,9 intentos en catch-and-shoot y 43% en 3,2 intentos tras bote). Antes de este tramo de absurda inspiración, Russell había perdido la titularidad en base a los dos grandes debes de su juego: la inconsistencia y la fragilidad defensiva. Aunque los porcentajes no eran ni mucho menos malos (46,3% TC; 38,8% T3), sólo su actual versión obliga a pasar por alto las carencias.

D’Angelo Russell y una explosión a contracorriente
Carta de tiro de D’Angelo Russell desde el 1 de enero (Fuente: StatMuse)

El base resulta paradigmático en los actuales Lakers. Un equipo que ha encontrado sus más altos picos en priorizar lo defensivo (In-Season Tournament y pasados playoffs), pero cuya actual producción ofensiva lleva a apostar por quintetos que reducen el dominio atrás. Así, los Lakers han pasado de ser top diez en rating defensivo entre octubre y diciembre a ser el octavo equipo que más puntos recibe por cien posesiones en el presente año. 

Russell comenzó el curso poniendo de relieve la intención de mejorar defensivamente. Pero ha sido precisamente lo contrario lo que le ha hecho escapar de los rumores de traspaso y volver a instaurarse en el  quinteto titular. Lanzando cuatro tiros de campo más por noche, casi cuatro triples más y pasando de un porcentaje de uso (cantidad de posesiones que acaban en tiro, asistencia o pérdida) del 21,2% al 23,5%. 

El potencial impacto ofensivo de Russell es el apartado que menos dudas ha generado desde su regreso a LA. Sí preocupa más que, como sucedió en los pasados playoffs, este no sea sostenible. Durante algunos tramos de postemporada, DLo mantuvo su ascendencia como principal proveedor interior de AD (las 2,4 asistencias que le daba por partido superaban con holgura las de LeBron y Reaves) y amenaza exterior (37,8% en más de siete intentos por noche frente a los Grizzlies). Pero esto se fue cayendo para acabar en porcentajes espantosos (32,3% TC y 13,3% T3) que le acabaron relegando en  la rotación. 

Es ahora, conociendo su techo deportivo en estos Lakers, que entra en juego el área que muchas veces se le ha achacado: la mental.

Buceando en D’Angelo

Volviendo a la figura de Bryant, esta explica bien la trayectoria de Russell como jugador púrpura y oro. “Cuando reflexiono sobre mi primera etapa, es todo Kobe. Sé que pasé por momentos duros, pero la verdad es que todo es difuso. No supe apreciar jugar con él porque estaba tratando de encontrar mi camino, pero una vez que salí lo empecé a valorar más”, decía a su regreso al sur de California. 

D’Angelo Russell y una explosión a contracorriente
Fotografía de Mike Stobe/Getty Images

El base pasó dos temporadas en los Lakers antes de salir rumbo a Brooklyn, pero incluso en esa segunda campaña ya sin Kobe, el entonces Staples Center seguía habitado por la larga sombra de la Mamba. Cuya característica impiedad se apoderó entonces de aquellos que cubren la actualidad de los Lakers. Que es como decir todo Estados Unidos. 

Molestaban a Russell especialmente los juicios que venían desde la propia casa. Concretamente los de Magic Johnson apuntando a la falta de líder en aquel grupo de imberbes condenados a representar el momento más bajo de la historia de una franquicia acostumbrada a la gloria. “Yo ya era un líder natural entonces. Mis compañeros querían jugar conmigo, me centraba en hacerlos mejores. Lideraba dentro y fuera de la cancha para hacer piña”, decía el pasado diciembre. 

Lo fuese entonces o no, el actual D’Angelo Russell es, de manera inequívoca, uno de los líderes vocales del equipo. De nuevo, no hace falta alejarse demasiado en el tiempo. Y es que en su último encuentro disputado (el domingo 10 de marzo ante Minnesota), Russell no descorchó el champagne en lo individual. Pero, sin LeBron, fue él a quien más se vio celebrando el crossover de Reaves ante Jordan McLaughlin o consolar a Rui cuando este se maldecía por haber fallado un triple abierto después de que el propio DLo le habilitase. En definitiva, haciendo de pegamento del grupo como vetaerano que es. 

La cosa es que, a pesar de la actitud mostrada en las declaraciones que abren el texto y su toma de distancia con la prensa, Russell es un jugador que necesita disfrutar en cancha. Que, aunque aunque la confianza no escasee, es con ella en grado sumo cuando de verdad se ve al verdadero DLo. Un jugador que disfruta así encontrar una mera continuación en el bloqueo directo:

https://streamable.com/ig7omq

Pases sin mirar, marcar el gesto de la muñeca, celebrar como si la canasta fuese suya. De hecho, es su faceta como playmaker la prueba del algodón de su estado de gracia. A pesar de que el acierto sea el alfa y el omega para alimentar el resto de su juego.

Todo ello, sigue sin despejar las dudas que solo puede despejar la llegada de unos hipotéticos playoffs. Anthony Davis decía hace poco que, estando sanos, iban a poder competir con cualquiera en postemporada “como el año pasado”. Pero primero hay que situarse en esa posición. Los Lakers marchan 36-30, novenos del Oeste, a partido y medio de Kings y Mavs y dos partidos y medio de unos Suns que cierran el pase directo a playoffs. 

Seguir manteniendo el ritmo de victorias depende en gran parte de que D’Angelo Russell mantenga este nivel en noches en las que toque lanzar 20 veces, pero también en las que deba quedarse por debajo de los 10 tiros. Y, situándose en postemporada y teniendo en cuenta la salud de Jarred Vanderbilt, Cam Reddish y Gabe Vincent; cabe imaginar a unos Lakers más cerca del top diez de rating ofensivo que ocupan desde que comenzó el año que el nivel defensivo que llegaron a alcanzar a finales de 2023 (aunque los picos puntuales atrás sigan ahí). Allí donde este Russell es indispensable. Para él la confianza nunca fue un problema y ahora mismo a Darvin Ham no le queda otra que depositar la suya propia.

(Fotografía de portada de Ronald Martinez/Getty Images)

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