Darvin Ham: un camino familiar al banquillo de Los Angeles Lakers

A estas alturas ver a un entrenador asistente de uno de los mejores equipos de la liga tomar un puesto como entrenador jefe ya se ha vuelto un tópico. Este proceso se ha convertido en la principal fuente de búsqueda en tiempos recientes cuando un banquillo NBA queda huérfano. Lo que no es tan normal es que franquicias históricas y obligadas a ganar en el plano inmediato realicen este tipo de apuestas. Ime Udoka representa el ejemplo más precozmente glorioso de esta tendencia. Casualmente su historia comparte muchas similitudes con el flamante nuevo entrenador de la otra franquicia más laureada de la historia. Como su homónimo en Boston, Darvin Ham fue un alero de fuerte físico cuya ética de trabajo y empeño por aprender las vicisitudes del juego maquillaron su falta de talento. Nada sorprendente dado que vivieron distintos tramos de una etapa en la que, por resumir, el baloncesto ofensivo no vivió sus mejores días. Ham también se vio rebotado a un puñado de equipos durante su carrera NBA y jugó brevemente en Granada, como haría Udoka en Gran Canaria y Murcia entre otros destinos europeos. Un principio de pensamiento compartido por las interioridades de la liga a lo largo de la historia argumenta que los jugadores menos dotados están más capacitados de base para liderar grupos. Se expone que es más sencillo que alguien que ha ocupado el décimo puesto de la rotación comprenda más de cerca la importancia del colectivo y asuma los límites de sus jugadores que alguien acostumbrado a que todo le salga fácil por el don con el que cuenta. Phil Jackson, Pat Riley, Steve Kerr, Rick Carlisle… La lista es interminable. Ham es otro más de esos jornaleros que acaban enamorados de los entresijos del juego y descubren que se les da tan bien impartir lecciones como recibirlas.