Denver juega con fuego

En la mueca de los Denver Nuggets campeones no debería haber cabido nada que no fuese una sonrisa plena. De las que unen ambas orejas. ...

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Por David Sánchez

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En la mueca de los Denver Nuggets campeones no debería haber cabido nada que no fuese una sonrisa plena. De las que unen ambas orejas. Llegar al training camp con la seguridad de contar con el mejor jugador del mundo y esperando enfundarse el anillo de campeón en la opening night parece razón suficiente para regalarse al optimismo. Y en realidad ese fue el ambiente que guio la vuelta al cole de los de Colorado, cuyo juego guiaba la memoria muscular de las cosas bien hechas.

Aquellas primeras sensaciones, que asentaron a Nikola Jokic en la cima del dominio individual y el pico de juego de los Nuggets a la altura de cualquiera (incluido Boston Celtics) fueron suavizando la pérdida de Jeff Green y, sobre todo, Bruce Brown; punto de énfasis en cualquier análisis de pretemporada pero cada vez menos presente en el suceder de la regular. Pero en toda esta despreocupación transitoria Mike Malone torcía el gesto e iba dejando pequeñas pistas sobre su insatisfacción con Calvin Booth.

Fondos finitos

El presidente de operaciones, seguramente hablando en nombre de Stan, Josh Kroenke y compañía, se encargó durante su primera rueda de prensa de la temporada a poner la tirita antes de descubrir la herida. Booth insistía en su apuesta por el desarrollo de jóvenes como fuente de mejora sustitutiva de las marchas. Tanto de los Christian Braun y Peyton Watson que ya habían estado en el equipo, como de las elecciones de Julian Strawther (ala), Jalen Pickett (exterior) y Hunter Tyson (tres-cuatro) en el Draft de 2023. Justin Holiday sería el único veterano a sumar a la rotación.

Este enfoque no deja de ser llamativo en una organización que no ha dudado en poner toda la carne en el asador con jugadores que ni siquiera han sido All-Stars en sus carreras. 172 millones de dólares por cinco años a Micheal Porter Jr. en 2021, otros 86 por cuatro años a Aaron Gordon ese mismo año y los más de 200 por cinco años que preparan para Jamal Murray. Escatimar precisamente ahora, en plena ventana de anillo, resulta contraintuitivo con lo que vienen haciendo los aspirantes metidos en impuesto de lujo. Para muestra, el botón de Boston.

A este respecto, resulta esclarecedora la pareja de artículos dedicada a Denver por Kevin O’Connor en The Ringer. La noche de inicio del curso el analista se sentaba con Calvin Booth para recoger los puntos en los que se pretendía apoyar el proyecto de cara a conformar una dinastía. ‘Dentro del plan de los Denver Nuggets para construir una dinastía’ lo tituló. Ocho meses después, el encabezado elegido para cerrar la temporada fue ‘La desconexión que llevó a la caída de los Denver Nuggets’.

Las demandas de Malone

Esta última pieza venía a destacar las discrepancias que surgieron entre Booth y Mike Malone durante la temporada. El técnico, lejos de implementar a los jóvenes recién llegados, se afincó más que nunca en sus veteranos. Solo Peyton Watson gozó de un incremento de minutos y oportunidades desde el inicio de campaña, pero esa fe nunca fue ciega y, en el momento de priorizar, Malone puso énfasis en pelear por la primera plaza del Oeste por encima del desarrollo de un Watson que acabó perdiendo importancia en playoffs por su falta de amenaza exterior.

Malone se ha encargado de dejar claro que el techo del equipo pasa por tener jugadores probados y no por probar. Con un currículum ya demostrado en la mejor liga del mundo. Como respuesta, Booth no ha podido retener a Kentavious Caldwell-Pope y ha traspasado a Reggie Jackson para liberar espacio salarial. “Estaremos bien sin KCP”, comentaba el directivo antes de arrancar la agencia libre sabiendo que desde arriba llegaban órdenes de no entrar en el segundo apron (190 millones de dólares). Los Nuggets eran el equipo que más le podía ofrecer al alero gracias a sus derechos Bird. Sin embargo, le ofrecieron la cantidad exacta para quedarse por debajo del mencionado umbral y, ante una oferta similar de los Orlando Magic (o eso cuentan desde Denver), KCP se decidió por ellos.

Denver es un extraño caso en el que hablar de su entrenador supone, por extensión, hacerlo de su estrella. Jokic ha desarrollado toda su trayectoria NBA junto a Malone y su vínculo solo halla réplica en el binomio Kerr-Curry. Por eso, el cisma entre banquillo y oficinas, se convierte de esta forma en una grieta entre jugadores-entrenador y directiva-propiedad. A finales de abril, tras ponerse 3-0 ante Los Angeles Lakers en primera ronda, Jokic definía ganar como una forma de vida. “Estaba aquí cuando perdíamos y no quiero volver a eso”, apuntaba el serbio.

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Al tres veces MVP a menudo se le asocia con el desdén por el juego. Como si entre el mejor jugador del mundo y la disciplina que domina hubiese una distancia emocional que Jokic alarga con gusto en cuanto la temporada concluye. De hecho, muchas veces se apunta a esta actitud como irrenunciable a la hora de entender su juego y figura deportiva. Pero a Jokic le importa ganar y mucho. Y no hay mayor muestra de su descontento con la toma de decisiones que se están tomando en los despachos que su implicación en la misma.

La preocupación de Nikola Jokic

Estos días ha trascendido que el serbio se ha plantado en las oficinas para pedir el fichaje de Russell Westbrook y al periodista Harrison Wind le ha tocado apuntar que no es la primera vez que hace algo como esto y que alguna vez también se ha echado abajo algún movimiento porque él no le ha dado el visto bueno. Aun así, no deja de ser relevante que esta sea la primera vez que algo así sale a la luz con respecto a Jokic.

Hace un año estábamos escribiendo loas al proceso de construcción de los Nuggets. Levantados en torno a creer en el talento, la paciencia y el tino en el mercado para terminar de ensamblar todas las piezas. Ahora, solo un año después de alzarse campeones, la falta de inversión de la propiedad y los paños calientes de Booth ponen en peligro todo lo labrado. Por primera vez desde que se inaugurasen los actuales Nuggets emana en el entorno de la franquicia un ambiente discordante en el que no todas las partes reman al mismo son. Sensación que a la afición ya le es familiar por cómo acabó la era que precedió a esta.

Normalmente, las relaciones siempre comienzan a resquebrajarse desde los despachos. En la actual NBA no da tiempo a que el entrenador se queme porque antes de eso los del traje ya les han lanzado a su particular pira. Sin embargo, en el caso concreto de Denver, la fulgurante regresión del equipo en nombre del ahorro parece haber comenzado a hacer mella en el paraíso. Hasta el punto de poner en riesgo no solo su aspirantazgo, sino su propia génesis, santo y seña. Porque por mucho que Jokic perjure que quiere pasar toda su carrera allí, a los Nuggets no les conviene descubrir si se refiere a Denver o a la Denver que hasta ahora ha conocido. La de un Mike Malone que, por alarmista que suene, ya no resulta descabellado imaginar lejos de las Rocosas.

(Fotografía de portada de Michael Reaves/Getty Images)

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