Descifrando la explosión de Oladipo

Su apoteósico mes de diciembre, en el que rebasa los 29 puntos por partido con extraordinarios porcentajes, hipnotiza a media Liga. Parece tratarse de la culminación del proceso por el cual Victor Oladipo desea registrar su llegada a la élite de la NBA. Sin embargo, lejos de representar un final, ese rendimiento invoca más bien un comienzo. Porque ahora que ha encontrado un contexto a su medida, este paseo por el cielo podría ser solo el principio.

Oladipo fue todo un icono universitario en Indiana, antes de ser la gran apuesta de los Magic en el Draft hace cuatro años. Aquel interés en él, sin embargo, no se tradujo de un modo óptimo. Desde el primer momento Orlando gestionó su caso invitándole a un elevado uso de balón, gran peso creativo y una conversión a un rol, el de director, que no le pertenecía.

Entre probaturas y un desfile diverso de problemas en el proyecto, tanto en los despachos como sobre la pista, pasaron los años y Oladipo cayó en la sombra sin apenas ruido. Sólo lo hacía internamente, porque el cuerpo técnico de los Magic alucinaba con su ética de trabajo, especialmente un Scott Skiles que en diferentes ocasiones le reveló que, si seguía así, en algún momento la explosión iba a llegar.

A modo premonitorio.

Eso sí, no sería en Orlando. Y tampoco en Oklahoma, donde si bien parecía tener abierta una puerta para un rol de brillo, fue absorbido por la estampida de Westbrook, en plena posesión de todo en los Thunder. De todo y de todos. Westbrook asumió el uso ofensivo (volumen de jugadas finalizadas con tiro de campo, tiros libre so pérdidas) más alto de todos los tiempos en la NBA. Por el camino cualquier cosa a su lado parecía poco. Todos los roles eran menores.

Volver a Indiana significaba una oportunidad más limpia. A decir verdad mejor porque la marcha de Paul George, un movimiento por el que a él aún se le pregunta, generó en los Pacers un escenario totalmente huérfano de líderes. No ya en sentido de jugador franquicia, que también, sino igualmente de tipos capaces de llevar a un grupo desde la palabra y el ejemplo.

Voy a trabajar sin descanso este verano”, contaba Oladipo meses atrás. En su caso, tal afirmación parecía casi temeraria: un obseso del trabajo anunciando que iría aun más allá. Pero vaya si lo cumplió. Oladipo visitó a Dwyane Wade en Miami, con el que mantiene una estrecha relación, antes de ponerse en manos de uno de los preparadores de mayor reputación entre la élite, uno que el propio Wade le recomendó: David Alexander. El objetivo era mejorar en absolutamente todo.

Según contaba Kevin O’Connor, el jugador también contrató especialistas en medicina deportiva, nutricionistas y estableció rutinas en dos centros diferentes de alto rendimiento. “Invertí en mí. En mi tiempo, en mi cuerpo, en mi mente… y ahora está habiendo resultados”.

Su dieta se pulió hasta el extremo. “Si algo no procede de la tierra,  no es natural, no puedes comerlo”, le apuntó Alexander. Todo estaba bajo control. Y el abrumador trabajo físico comenzó a cambiar su apariencia de forma casi inmediata. En apenas tres semanas con las nuevas sesiones físicas y dieta, la diferencia era salvaje:

Fuente: Instagram del jugador

No fue el único cambio. Diferentes rutinas le llevaron a trabajar múltiples secuencias, desde el manejo de balón y el lanzamiento exterior a la reacción ante determinadas acciones defensivas, replicando igualmente jugadas de partidos para aprender a tomar decisiones correctas a la mayor velocidad posible.

Todo el trabajo de pista estaba aplicado, algo para lo que tuvo a su lado a Noah LaRoche, otro entrenador de élite. Y todo ese trabajo, al mismo tiempo, se veía reforzado por su progreso físico. Oladipo iba a presentarse al inicio de curso no sólo más definido sino, lo esencial, mucho más ágil en espacios cortos y aún más explosivo a campo abierto.

Un contexto nuevo

El trabajo fuera del foco ha contribuido a generar un salto cualitativo en las posibilidades del jugador. Pero en la mayoría de los casos eso no basta. Es necesario igualmente un contexto en el que integrar esas cualidades. En muchas ocasiones lo diferencial para los jugadores no es sólo su virtud, que también, sino la capacidad del equipo para potenciarla. Es, al final, uno de los secretos mejor guardados (y a la vez más públicos) de la dinastía de los Spurs, sin ir más lejos. Allí todo jugador parece brillar siempre, es la estructura la que lo hace posible.

En ese sentido, es la nueva en Indiana la que ha posibilitado que todo ese nivel de Oladipo encuentre visibilidad casi inmediata.

Las marchas de Paul George y, en menor medida, Jeff Teague , han obligado a Nate McMillan a recomponer el sistema ofensivo, que perdió de golpe a sus dos jugadores y canalizadores principales. El técnico podía haber entregado a Oladipo buena parte de ese peso creativo huérfano, pero decidió –con éxito- dividirlo en otros jugadores para encaminar a Oladipo a la ejecución.

No ha podido salir mejor.

Y sucede principalmente por dos motivos. El primero es que, liberado de funciones de dirección, con diferentes combinaciones en pista que alinean al menos a dos hombres capaces de tomar decisiones con balón, alguno de ellos incluso interior, Oladipo puede ser mucho más vertical en su juego. Más agresivo y directo.

El segundo es que el espacio ofensivo que tiene a su lado es el mejor con el que ha contado nunca. Y no tanto por el fondo (Indiana es uno de los diez equipos que menos volumen de triples lanzan), como por la forma: sólo Golden State posee mejor porcentaje en esos tiros y además los formatos usados sacan a menudo a los dos interiores de la zona. Tanto Young como Sabonis y Turner, las tres piezas principales de esa rotación en la zona, son móviles, juegan de cara al aro y amenazan con su tiro. Un cóctel moderno que alimenta las vías de corte hacia el aro, hace amplia la pista y aumenta el margen de acción para el perímetro. Un perímetro que comanda precisamente Oladipo.

El nuevo escenario le resta, por tanto, competencias en la dirección a la vez que le ofrece más espacio para actuar y le acompaña de compañeros con los que asociarse de un modo sencillo. Indiana perdió a George, un macho alfa en lo ofensivo, pero se está encargando de construir uno nuevo, el propio Oladipo, en base a una estructura muy coral que permite potenciar sus mejores virtudes.

Por supuesto es ahí donde su influencia logra aprovecharlo. Los Pacers le sirven el plato, él lo devora. Una muestra es cómo su cambio en la parcela física se ha traducido en un notable incremento de su potencial atacando el aro. Habiendo sido siempre un jugador atlético, su nivel actual le ubica en otra dimensión en ese aspecto. Su acierto en la zona restringida (la más cercana al aro) bien lo corrobora:

Fuente datos: NBA Stats

Pero si atacando el hierro es efectivo, por su acierto y el incremento en el volumen de tiros libres que promedia, lo más visible y monstruoso sucede cuando ejecuta lejos de él. Porque el progreso en el lanzamiento tras bote, especialmente de tres, ha convertido a Oladipo en una fiera ofensiva. Si antes se podía pensar en pasar por detrás situaciones de bloqueos y flotarle, ahora lo castiga sin piedad:

Su progresión en el triple después de bote, en cifras. Hablan por sí solas:

TemporadaT3 anotados tras bote% T3 tras bote
2017-18 1,4 43%
2016-17 0,3 34,7%
2015-16 0,2 27%
2014-15 0,4 36%

La baraja en situaciones de cinco contra cinco empieza a asustar. Y eso sin contar la transición, en la que Oladipo es directamente uno de los jugadores con mayor influencia en la Liga esta temporada. Y clave para que Indiana sea uno de los conjuntos que más brilla ahí.

Sólo Antetokounmpo y Westbrook finalizan más situaciones que él por partido (5,5) en esos contextos, manteniendo además una efectividad en ellos que le ubica por encima del propio Westbrook y Wall, y no demasiado lejos de Durant, Harden o James. Es decir, el primer escalón NBA a campo abierto.

“Pone mucha presión sobre la defensa tener a alguien como él, un guard que puede rebotear e ir directamente a por ti. Está haciendo un gran trabajo con eso”, reconocía McMillan, que también destacaba recientemente la obsesión de Oladipo con analizar material de vídeo buscando nuevos detalles que pulir.

Oladipo acompaña su salto en ataque (promedia nueve puntos más que el año pasado y siete más que su, hasta este curso, mejor marca de carrera) con el mismo compromiso atrás de siempre. Porque eso en él es innegociable. Rebaja los porcentajes de los rivales a los que defiende en todas las zonas de la pista, alcanzando el 2,9% de media con respecto a la media de la Liga y llegando al 5% en lanzamientos desde más allá de cinco metros. Anotar ante él nunca ha sido fácil pero ahora, con semejante despliegue atlético y la confianza tocando techo, lo es si cabe mucho menos.

Ese ejemplo defensivo se traduce en respeto del resto. Porque no sólo anota en un lado de la pista, también se faja en el otro. Y tal situación le ha abierto, de par en par, la puerta al liderazgo colectivo. Oladipo ha encontrado su sitio, su estructura y un nuevo comienzo. Uno en el que demostrar que su espíritu, con un contexto apropiado, también puede pertenecer a la élite de la Liga.

Brillando más que nunca y encabezando una modesta revolución en un estado que respira baloncesto, el icono está de vuelta. Y ahora parece que para quedarse.


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