Esta semana The Athletic publicaba su encuesta anual a los jugadores. En la cual aborda temas como el MVP, el entrenador con el que preferirían jugar, el mejor defensor del mundo… y el jugador más sobrevalorado de la NBA. En esta ocasión el elegido fue Rudy Gobert, que hereda el dudoso honor de manos de Trae Young con un 13,6% de los votos.
Se me ocurren pocos términos más subjetivos e imprecisos que sobrevalorado e infravalorado ¿Lo medimos conforme al salario del jugador? ¿O tomamos el pulso a esa opinión pública que creemos conocer? Si ya es difícil saber si un jugador excede o se queda por debajo del valor que le atribuye el seguidor de la liga, más complicado resulta aún decir quién lo hace más o menos que el otro.
En todo caso, que Gobert lidere la votación esta temporada es contextual. Todo apunta a que el pívot francés va a coleccionar su cuarto galardón como Defensor del Año, igualando a Dikembe Mutombo y Ben Wallace como los jugadores más laureados con este premio. Esto lleva a debates incómodos sobre la posición de Gobert en la historia, como ya supuso un freno en el caso de Nikola Jokic y situarle a la altura de Larry Bird con tres MVP seguidos. Algo que un año después parece absurdo.
De Salta Lake City a Minneapolis
Sin embargo, este curso ha sido muy diferente al resto de ocasiones en las que el galo ha coleccionado el premio que ahora recibe el nombre de Hakeem Olajuwon. En 2018,2019 y 2021; Gobert era el alfa y el omega de una defensa que comenzaba y acababa con su defensa del aro. Diseñada por Quin Snyder para que todos los ataques finalizasen en los dominios del francés. Sucede que, una vez el equipo fue cayendo en manos de Donovan Mitchell más y más, la plantilla caminó hacia un small ball con Gobert como único interior.
Y donde antes estaban Jae Crowder, Ricky Rubio o Derrick Favors como ayudantes, quedó en 2021 Royce O’Neal como mayor apoyo en las trincheras. Un buen defensor lejos de ser un factor defensivo cerca del aro. Así, la ecuación era tan sencilla como sacar a Gobert lejos de la zona para que aquello fuese un páramo. Y así lo entendieron Nuggets (2019), Rockets (2020) y Clippers (2021) para eliminar a los Utah Jazz y dejar un poso de incapacidad sobre la figura de Gobert. El cual se acrecentó tras su primera temporada en los Timberwolves, el punto de su carrera en el que los atacantes menos le han respetado y él más pequeño se ha hecho.
Estos problemas, unidos a la poca compatibilidad ofensiva con Karl-Anthony Towns redujeron excesivamente el techo del equipo el curso pasado, pero Chris Finch ha conseguido dar con la tecla esta temporada y conformar una de las defensas más dominantes de los últimos años, liderando la liga en rating defensivo y recibiendo 2,2 puntos menos por cada cien posesiones que los Boston Celtics, segundos en esta categoría.
La diferencia trascendental con el resto de sus temporadas como DPOY es la sostenibilidad del sistema defensivo sin él en cancha. Obviamente, la defensa de los Timberwolves es mejor con Gobert en cancha, 3,5 puntos por cada 100 posesiones para ser exactos (vía Cleaning the Glass). Pero es que los 111,9 puntos que Minnesota permite a sus rivales por cada cien posesiones sin el francés seguiría siendo la sexta mejor defensa de la liga. En comparación, los Jazz recibían 12,1 puntos más en ese misma muestra en ausencia de Gobert durante la temporada 2020-21. Lo que implica que, sin él, hubieran registrado un rating defensivo 2,8 puntos peor que el peor de la liga en aquella campaña (Sacramento Kings). Una dependencia inasumible.
De pilar único a llave maestra
Minnesota, al contrario que aquellos Jazz, funciona con Gobert como potenciador y no posibilitador. Jaden McDaniels, por envergadura y navegación de pantallas, es uno de los mejores defensores de la liga en situaciones de pic-and-roll, lo que permite a Gobert elegir si necesita dar un paso atrás o hacia adelante cuando el manejador le encara tres bloqueo. Con esa libertad, pocos aúnan la intimidación y sensibilidad del galo para mantener bajo control su espalda y al atacante que tiene enfrente. Muchos acaban prefiriendo continuar con el bote y sacar a Gobert ‘a bailar’ donde se supone que es menos dominante. Y, aun siéndolo, su infravalorada movilidad y lo difícil que resulta levantar un tiro por encima de sus 2,16m le sirven para evadir a su atacante de cualquier intención de lanzar.
Hasta hace poco, eso se podía combatir atacándole en velocidad camino al aro, pero compartir cancha constantemente con otro interior (Reid o Towns) y la capacidad de McDaniels como corrector en la pintura hacen que Gobert se sienta más cómodo saliendo de su zona de confort y el manejador tampoco tenga las cosas fáciles si consigue rebasarle.
Esta idea se está plasmando a la perfección ante Phoenix, cuyas estrellas apenas están logrando generar ventajas en el uno contra uno. Kevin Durant, Devin Booker y Bradley Beal van a tener pesadillas con el interior.
Con esta estructura, los Timberwolves rara vez entran en fase de rotación defensiva, pero es que ahí también son tremendamente dominantes. Durante el curso, los de Chris Finch han demostrado tener respuesta para todo atrás. Es en ataque donde se han hallado la mayoría de dudas de este grupo, en las cuales Gobert tiene su cuota de responsabilidad por sus carencias en la anotación y la distribución de balón cuando recibe en situaciones de poste alto. Aunque su amenaza vertical y efectividad como bloqueador (siempre entre los jugadores que más puntos generan a través de sus pantallas) le alejan de ser un factor negativo.
Minnesota ya contaba con esto desde el principio y el salto definitivo de Anthony Edwards, el mando de Mike Conley y la aportación de Towns, Reid, McDaniels y Nickeil Alexander-Walker ayudan a paliarlo. Lo irrenunciable está atrás, donde Rudy Gobert al final puede ser él mismo sin preocuparse de lo que sean los demás.
(Fotografía de portada de David Berding/Getty Images)