El ‘Big Ball’ de Minneapolis: así (de bien) debutó Gobert

Que era la gran noche de Rudy Gobert, quedaba más que refrendado en el último suspiro del tercer cuarto, cuando el francés anotaba una de esas canastas ante las que tu mente automáticamente piensa: «Hoy está sembrado».

Quizás no al nivel de los 51 puntos de Corey Brewer o los 50 de Derrick Rose en cuanto a noches mágicas en Minnesota. Pero más que de sobra para firmar un estreno abrumador.

Veni, vici

Lo que estuvo a punto de ser el primer triple encestado en la carrera de Gobert (pisó mínimamente la línea) no fue sino el azúcar glass sobre un bizcocho de los que allanan el camino a la diabetes. Debut dulce y soñado para el traspaso con más morbo del verano; por lo que costó (pincha aquí para recordarlo) y por su narrativa: en una batalla a sables láser por el campeonato, los T-Wolves han preferido empuñar una maza del medievo digna de figurar en el Tapiz de Bayeux.

La expectativa era aún mayor si cabe ya que, por contratiempos con KAT, ambos pívots apenas han podido estar juntos en preseason y trabajar la compenetración. Así pues, la incógnita, sin pasar por fase beta, se ha resuelto en un veni, vici, sin apenas haber vidi.

Twin Towers: al rescate del linaje

En la era del small-ball, la aposicionalidad y el frenetismo sin balón, Tim Connelly decidió honrar en los despachos a las Torres Gemelas de mediados de los ochenta. Hakeem Olajuwon y Ralph Sampson tuvieron un breve periplo dorado en los Houston Rockets, senda que luego replicaron con mayor éxito Pau Gasol y Andrew Bynum en los Lakers, una época donde todavía se tenía en alta estima el poder de los big man.

Ahora, en una NBA plagada de cazafortunas –todos al acecho del próximo unicornio– los Wolves han dado un bandazo de nostalgia no ausente de pragmatismo. Una tirada arriesgada y un all-in a la inversa por el botín. Con una calidad infinitamente superior y roles más definidos, lacerantes y complementarios que los fallidos Pistons de 2013 (la dupla Monroe y Drummond, última en apostar a ciegas por la fuerza del frontcourt), Towns y Gobert arrancan la temporada dispuestos a poner la liga patas arriba y luchar por el título de forma anádroma, enfrentando las corrientes del Río Morey, el derroche en las alas de Clippers y Boston y el tiki-taka de la Bahía.

Y sí, solo es un partido. Y sí, eran los Thunder, un equipo aguerrido pero destinado a estar bien abajo sin Chet Holgrem.

Pero fue también un debut revelador, donde los Wolves fueron capaces de anotar 115 puntos en una noche en la que Towns y Edwards se combinaron para un 6 de 27 (22%) lo que, aún situándolos por debajo de su offensive rating del curso pasado, avala lo que los pesos pesados de la franquicia anticiparon con este traspaso: Gobert no llega sólo para ser el ancla defensiva, sino para sumar una nueva y poderosa alternativa en el ataque: anoche, 23 puntos y ¡7 rebotes ofensivos! con un 10 de 15 en tiros de campo.

Towns: arpón y cebo

Towns, un interior que ronda las cuatro asistencias de promedio en los últimos años, se marchó anoche hasta las siete, y dos de ellas compartieron mismo patrón. Como Gasol-Dwight en Los Ángeles, Towns surte por alto y Gobert machaca; con la diferencia de que Towns, además de tiro en midrange, tiene mucha más capacidad atlética para atacar el aro desde lejos que aquel Pau en horas bajas, por lo que el instinto del defensor a salirle al paso y abandonar el área restringida es mucho mayor… y ahí es donde nace el lob para que el galo irrumpa y sume dos puntos fáciles a su casillero. Nos vamos a hartar de ver esta acción.

Yendo directos al boxscore, Gobert tan sólo puso un tapón, pero su espigada presencia es por sí sola el mayor intangible. Parafraseando a Patrick Beverley ante Anthony Davis ayer mismo: «El simple hecho de que alces tus brazos ya es como poner un tapón para todo el resto de la NBA».

Esquema y rotaciones

Además, sorprendió en parte Chris Finch dejando en el banquillo a Naz Reid, autor de una gran pretemporada, pero cuyas carencias atrás parece que le quitan la iniciativa en beneficio de Jalen McDaniels, posiblemente el hustle player que mejor encaje con Gobert a la hora de construir atrás una ‘señora empalizada’.

Si bien la idea principal es que ambos, Towns y Gobert, coincidan largos periodos en pista, más importante es que haya en ella siempre uno de los dos, pudiendo así Finch practicar un load management interruptus; vamos, el no reventarlos en RS para que llegar frescos a playoffs. Ante OKC vimos que cuando Gobert iba al banco, Towns volvía a su viejo puesto de ‘5’ y Taurean Prince o Kyle Anderson hacían de ala-pívot, promulgando un baloncesto más pequeño y abierto.

Pero cuando las dos torres convivan en la madera la hoja de ruta es clara. Si Towns recibe por fuera, mirando al aro y en buena situación, la amenaza es inmediata: su buen tiro exterior fuerza a su par a encimarle rápidamente, y el dominicano tiene velocidad para fintar y romper hacia adentro, donde se abren nuevas opciones, a saber pop de media distancia, buscar un nuevo tirador abierto o seguir hacia el aro. Ahí es donde emerge Gobert y el devastador efecto pinza. No sólo están estas vías directas, sino también indirectas, pues la cantidad de rebotes ofensivos tras fallo en el tiro que rebaña el galo puede ser descomunal si se centra en ganar la posición y manejar el box out.

Como decimos, un partido es sólo un partido. Es absurdo pretender analizar más de lo que hemos visto. Ya habrá tiempo una vez calentadas las piezas y nacida la química. Y a todo esto… el calendario que les ha tocado a los Wolves para no sufrir de más (a priori) mientras esto se produce, es oro en polvo: Jazz, Thunder (otra vez), Spurs (back-to-back), Lakers y otra vez Spurs. Un warm up de seis partidos antes de recibir a los Suns, para ganar rodaje mientras acumulan por el camino algunas victorias.

Un set de partidos en el que, de paso, puede que también veamos salir del embalaje a la interesante dupla de novatos que han drafteado los Wolves de este año: Wendell Moore Jr. y Josh Minott.

(Fotografía de portada de David Berding/Getty Images)


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