El célebre algoritmo de Dennis Rodman en el arte de coger rebotes

«Dennis Rodman es uno de los tíos más inteligentes con los que he jugado. Él entendía la estrategia defensiva con todas las rotaciones y cambios, y no tenía límites en cuanto a lo que hacía».

Son palabras de Michael Jordan en el episodio tres de The Last Dance, ya emitido hace un par de semanas. Dan una idea de lo equivocado que se encuentra el imaginario popular a la hora de enjuiciar el IQ del célebre ’91’ de los Chicago Bulls dentro de una cancha.

De Rodman siempre se pudo conocer lo evidente. Que regentaba una de las perchas más estrafalarias de todo el mundo, que había jurado amor eterno a la juerga y el cáos o que tenía una mecha de dimensiones muy reducidas… La cara superficial de un jugador de influencia histórica, como bien decía Jordan. Porque debajo de la piel de El Gusano, se escondía uno de los jugadores más inteligentes y que mejor ejercía su misión dentro de una cancha de baloncesto.

No en vano, Rodman fue siete veces (seguidas, de 1992 a 1998) máximo reboteador de la NBA. Con infladísimos promedios de 18,7, 18,3, 17,3, 16,8, 14,9, 16,1, 15,1. Cifras prácticamente de épocas pretéritas.

El secreto de tamaños volúmenes residía en su detallado estudio del entorno. Rodman acostumbraba a sentarse para analizar hasta el extremo cómo lanzaban sus compañeros y rivales. Le gustaba comprender y memorizar las trayectorias de tiro y, sobre todo, de rebote cuando los lanzamientos no encontraban el abrigo de la red.

Durante sus años en Chicago, no resultaba extraño verle sentado en la cancha de entrenamiento de Chicago contemplando las coreografías de tiro de Jordan y de Scottie Pippen. Se quedaba con las trayectorias del balón cuando este era escupido por el aro. Dependiendo desde dónde provenía el lanzamiento, el balón salía despedido hacia un lugar u otro. Dennis lo asimilaba, recogía toda la información para colocarse en la mejor posición para coger rebotes en función de quién realizaba la intentona a canasta.

Rodman lo explicaba de tal manera en el tercer episodio de The Last Dance. Además, lo hacía desvelando que, como resulta lógico, no se tomaba todas estas molestias solo con sus compañeros de equipo; también con rivales.

«Solo me sentaba y trataba de analizar y reaccionar. Me fijaba mucho en el ángulo de la pelota y en la trayectoria que seguía. Tenías a Larry Bird, que iba a darle mucha curva a sus tiros. A Magic, que podía darle efecto también. Cuando Michael (Jordan) tiraba, yo me posicionaba de una manera determinada. Ahora, la pelota da en el aro y sale hacia allá. Lo apunto, entonces yo tengo que ir a ese lado. Boom, ahora aquí. Ahora hacia el otro lado. Boom, luego para el de más allá. Apunto que ahora aquí. Así que básicamente empecé a aprender cómo colocarme para poder hacerme con la pelota», detallaba Rodman en el documental.

Huella histórica

Un complicado algoritmo que Rodman desarrolló durante su estancia en la NBA y que le llevó a ser uno de los mejores reboteadores de la historia. Su promedio de rebotes totales a lo largo de su carrera resulta el segundo mejor de la historia de la competición (23,44). Rodman solo tiene por delante en este apartado a —sorpresa— Andre Drummond (24,53).

Un detalle importante que mencionar en este punto resulta que no se realizaban este tipo de mediciones en la década de los 50 o 60, cuando jugadores como Wilt Chamberlain o Bill Russell impusieron una dictadura debajo de los aros.

En la lista de reboteadores históricos, Dennis Rodman ocupa el lugar undécimo de la tabla con 13,12 capturas de promedio en toda su carrera.

(Fotografía de portada: Jona, Getty Images)


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