Durante la última década, el Comisionado David Stern no ha dejado de tratar de convencernos de que la vida en el Planeta NBA era perfecta.
Los ingresos por merchandising subiendo sin parar, los ratios televisivos fuera de toda comparación… si hasta los chinos “Love This Game” tanto que hasta el propio Stern ha hablado públicamente alguna vez de la posibilidad de, no solo jugar partidos oficiales allí de forma regular, sino también de organizar una Liga en China organizada por la propia NBA. “Hay 350 millones de habitantes en Estados Unidos”, dijo Stern una vez entre sonrisas. “En China, hay 350 millones de habitantes que aman el baloncesto”.
El Comisionado no estaba solo. Todos, desde propietarios a bloggers, o de expertos en relaciones públicas a los medios mainstream (sí, especialmente los medios mainstream de Norteamérica) han ayudado a agrandar la ola de deporte espectacular y negocio provechoso en el que la NBA parecía que se había convertido.
¿Cómo negarlo?. Tan solo en el periodo del último año y medio, los Lakers y los Celtics nos ofrecieron en 2010 unas Finales que pronto serán ya un clásico entre las dos franquicias más populares de la Liga. Poco menos de un mes después, vivimos las dos semanas más apasionantes de la historia de la NBA en lo que a movimientos de agentes libres se refiere. Todos especulábamos, rumoreábamos, twitteábamos… Nunca antes el baloncesto NBA había estado tan en boca de todo el mundo como aquel mes de Julio de 2010… o en enero de 2011, que fue casi lo mismo.
De acuerdo o no con cómo terminó la historia, el show que se montó con The Decision LeBron James fue tan solo comparable a la llegada de los Beatles a cualquier aeropuerto del mundo a mediados de los ’60. Aquel día, pocos de nosotros atendíamos a lo que los líderes mundiales decían y sí a la entrevista de LeBron para la ESPN anunciando su nuevo destino.
Después llegó la carta de Dan Gilbert, después el propio James bailando con sus dos nuevos amigos sobre el escenario del pabellón de Miami al tiempo que prometían varios anillos, después los Heat derrotados en su primera visita a Cleveland, más tarde llegando a las Finales para acabar perdiéndolas contra pronóstico…
Aún con ello, había más historias: Kobe Bryant y los Lakers barridos en segunda ronda, el retiro dorado de Phil Jackson, Dirk Nowitzki ganándose un lugar en la historia, Mark Cuban orinando con el trofeo al lado en lo que es ya una imagen para la posteridad… Memphis ganando una serie en los Playoffs!. La NBA en la cresta de una ola interminable.
Pero de repente, todo se paró.
De repente nos dijeron que la vida en el Planeta NBA era todo menos perfecta. De repente supimos que los propietarios llevaban años perdiendo millones de dólares. De repente, era imperativo cambiar el sistema establecido, pues el que tanto brillaba ya no servía más.
A los fans se nos tendrá que perdonar nuestro fracaso en tratar de entender el estado actual de las cosas. Algunos deberán ser excusados si están tan enfadaos con todo este lockout que deciden desenchufarse de la NBA durante un tiempo. Durará poco, pues el espectáculo ofrecido los traerá de vuelta más pronto que tarde. Incluso el aficionado más enrabietado por todo lo sucedido volverá a comprar entradas de nuevo, y tanto propietarios como jugadores lo saben. Lo que no saben, sin embargo, es el alto coste en imagen que está en juego una vez esta pesadilla del cierre patronal ha terminado. Cuanto más tiempo cierras un negocio, más cuesta convencer de nuevo a los clientes que todo vuelve a brillar como el oro.
Durante la última década, la Liga ha estado creciendo (algunos dirán, muriendo) a un ritmo vertiginoso. O, al menos, eso creíamos. Ahora, en cambio, es fácil sentirse un estúpido por haberlo creído así.
Así que para la NBA el gran reto empieza ahora que el lockout ya ha terminado. Habrá que convencer otra vez a los fans que existen motivos reales para el entusiasmo. Habrá que volver a atraer a patrocinadores y crear motivaciones suficientes para que decidamos volver a gastarnos el dinero en ellos. No será tarea sencilla, pues estamos ante unos aficionados que, en su mayoría, se sienten todavía hoy abandonados.