“Creo que es muy injusto culpar por el último año y medio a un solo jugador. Pienso que es la plantilla al completo la que tiene que encajar”. Qué acertadas son estas palabras de Rob Pelinka y qué tarde llegan. Estas declaraciones, obviamente, tienen como objeto de las mismas a Russell Westbrook, quien la semana pasada dejó de ser jugador de Los Angeles Lakers en un traspaso a tres bandas que le llevó a Utah Jazz haciendo que D’Angelo Russell, Malik Beasley y Jarred Vanderbilt recalasen en el equipo angelino.
Y llegan tarde porque, lo de utilizar a Russ como chivo expiatorio de todos los males de la franquicia, es una dinámica que se viene dando desde el primer segundo en que se convirtió en jugador oro y púrpura. Pronto el entorno mediático de los Lakers, y por ende de toda la NBA, tornó en un reparto de culpas por la llegada del señalado como pecado inconcebible. O bien era cosa de Davis y LeBron por reclutarle, o bien Rob Pelinka había sido demasiado diligente con sus estrellas.