Jahlil Okafor: un jugador a medida para Los Angeles Lakers

Un nuevo horizonte se divisa en Los Angeles.

Dado su resonar mediático e histórico, cada temporada en el exilio deportivo para los Lakers son como varias temporadas llenas de desastres, malas decisiones y peores resultados en muchas otras franquicias. Y echando la vista atrás, vienen de ya un largo desierto.

Cuando hace un par de semanas la lotería del Draft les sonrió regalándoles la elección Nº2, las sensaciones de cambio se instalaron en la organización. No ya como una revolución que vaya a convertir al equipo en campeón en unos cuantos meses, sino más bien como un soplo de aire fresco que aspira a ir ayudando a la organización a construir una realidad mejor de la que tienen actualmente.

Vaya por delante que durante la noche del Draft todo puede ocurrir y cualquier decisión es posible que se dé. Y más importante aún: son los Timberwolves quienes tienen la sartén por el mango a la hora de elegir qué jugador será el Nº1, y su decisión condicionará lo que puedan hacer el resto de equipos.

Sin embargo, si las cosas acaban saliendo como se vaticina en la mayoría de previsiones y análisis donde los de Minnesota seleccionarían a Karl-Anthony Towns, y si tenemos en cuenta el criterio de idoneidad basado en la relación jugador-equipo, Jahlil Okafor va como anillo de oro y púrpura al dedo angelino.

El Big Man deseado

Okafor lo tiene todo para triunfar en los Lakers. Y eso es capital en una franquicia donde conseguir resultados y éxitos apremia a cada segundo, y donde recoger el testigo que deje una leyenda como Kobe Bryant adquiere aún más responsabilidad (y vértigo) que lo que pudiera sucederle en cualquier otro sitio.

Por la manera de moverse en cancha a pesar de su tamaño, es de los que transmite ser capaz de trasladar su juego universitario a la NBA de una manera más rápida y directa que el resto. Y eso, sin duda, es una cualidad básica a la hora de postularse como dominador de la liga durante muchos años.

En un momento en el que la liga parece cosa de los jugadores del backcourt, el hecho de que aparezca un jugador que aporta justo lo contrario es como una mina sin haber sido explotada ya. Si añadimos la escasez de pívots brillantes en ataque y la preeminencia de los defensivos, contar con un big man que se desenvuelve cerca del aro con una soltura impropias de su edad es algo que no se puede dejar escapar.

Demoledor en ataque

Si algo caracteriza a Okafor es su potencial en ataque. Posee unos brazos larguísimos que le permiten ofrecer una baraja de jugadas interminable.

Su juego en el poste es una delicia. La creatividad y la técnica con las que completa cada jugada le confieren un aire de impredecible e imparable a partes iguales.

Cuando es defendido mediante ayudas, tiene la habilidad para zafarse de la marca y buscar el resquicio por el que anotar, incluso en espacios pequeños. Pero no es un jugador que se obceque en su jugada. Con una grandísima IQ, Okafor destaca también por su capacidad como asistente.

En esta faceta, los sistemas angelinos han de entender que Okafor debería ser siempre su primera o segunda opción en ataque. Nutrirle de balones para que genere la jugada o busque asistir a otros compañeros. Y bien lo saben los shooters y cutters en Duke. Además, los espacios de los que va a disponer en la NBA elevan la percepción que se va a tener sobre su gran visión de juego.

Otro de sus grandes puntos a favor es el del rebote ofensivo. Su capacidad para palmear todo lo que le merodea le convierte en un tiburón del aro, un jugador que acaba apabullando a los rivales que buscan los caminos para detenerle. Sin ser el más espectacular, sí es de los más efectivos.

Adaptación a L.A.

Mucho se duda sobre que elegir a Okafor sea lo más idóneo teniendo ya en plantilla otro potencial de la pintura como es Julius Randle.

Es cierto que ambos reúnen en la faceta ofensiva las mayores de sus virtudes. Como también lo es que podría haber cierta inquietud en cómo sería entonces la defensa interior de los Lakers, pero esta sensación de preocupación no ha de llevarse al límite.

Por un lado, Okafor no es un excelso defensor, pero tampoco es nulo en este sentido. Sería realmente alarmante si este defecto viniera provocado por su falta de físico, pero es que su envergadura no permite dudar sobre la posibilidad que tiene de mejorar en defensa. La intimidación que supone reboteando en ataque puede transferirse con esfuerzo y trabajo al otro lado de la cancha.

Es decir, que si es por cierta falta de actitud, contaría con el aval de tener a su lado a todo un experto en ese ámbito motivacional. Y ése no es otro que Kobe Bryant.

Quizás el primer año pueda pasarlo peor ante defensores curtidos en una y mil batallas en la liga, pero se trata de asimilar conceptos y avanzar sobre ellos. La conjunción de Randle y Okafor, bien ensamblados en cada tipo de tarea, es más un tema de entrenar y ajustar cuestiones estratégicas y de movimientos.

Juntar a Okafor y Randle es una opción de juego magnífica. Una oda al juego de ataque y una tortura para los defensas. Teniendo en cuenta sus pros y contras, la balanza sigue estando del lado de tenerles como 4 y 5 titulares.

Si en Los Angeles buscan un jugador para años, si buscan una mezcla perfecta de talento y trabajo – no en vano ya está ajustando su peso para ser más agil en sus acciones –, y si buscan alguien que devuelva la ilusión a base juego y resultados, Okafor es su hombre. Mientras Minnesota les deje, claro está.


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