Cada vez queda menos para que regrese la temporada y, con ello, las previas que en nbamaniacs le dedicamos a cada uno de los 30 equipos de la NBA. Y, si no se termina dando a cabo la insurrección que amenazó hace unas semanas al grupo de Discord de esta santa casa, a mí me volverá a tocar la División Suroeste. Texas y arrimados, para entendernos.
Esto me ha llevado a rellenar alguna que otra tarde revisando cosas de los equipos que tengo menos por la mano. Que habitualmente suelen ser Houston Rockets y San Antonio Spurs por sus recientes resultados deportivos. Aunque este año la mejora de los de Ime Udoka y Victor Wembanyama me han arrimado más a su día a día.
El caso, que viendo de nuevo tramos de Houston durante cada uno de los tercios que separan su temporada, se ha agravado la sensación que tuve en su momento con su triunfal racha final y el espectacular rendimiento exhibido por Jalen Green durante la misma. Y es que el joven exterior no era un jugador netamente distinto o superior en ninguna faceta del juego que no fuese el tiro. Tanto en estático como, especialmente, tras bote.
Es cierto que el contexto sin Alperen Sengün, lesionado al inicio del parcial de once victorias que llegaron a sumar los texanos, facilitó los ataques rápidos y el ritmo alto en el que Green se siente como pez en el agua. Pero no es menos cierto que su exagerado acierto en el tiro exterior (45% durante la racha intentando más de 9 por noche) dispara sus prestaciones en el resto de campos que parece destinado a dominar por una mera razón de espacios generados.
El triple pone a cada uno en su lugar
Esto hace diferenciar a los manejadores de alto volumen en tres grandes vertientes. Los que no necesitan del triple para generar ventajas, como son Ja Morant, Shai Gilgeous-Alexander o Zion Williamson en su versión point forward. Los que tienen el triple tras bote como piedra angular de su juego, de los cuales evidentemente Stephen Curry y Damian Lillard son paradigma. Y para los que este recurso simplemente amplía un arsenal ofensivo que podría sobrevivir sin él. Cuyos ejemplos perfectos son Luka Doncic y James Harden en su momento de plenitud.
Estos dos últimos son jugadores que han alcanzado un volumen altísimo de triple tras bote, haciendo del step back three uno de los recursos más devastadores del mundo. Sin embargo, por sus fundamentos cerca de la pintura, visión y tamaño; Luka podría sobrevivir perfectamente con un menor volumen de lanzamiento exterior (que en otras épocas incluso le ha servido para dosificar el desgaste de las visitas al interior) y Harden podría haber hecho lo mismo con su devastador primer paso, genialidad pasadora y habilidad para finalizar cerca del aro absorbiendo (o generando de la nada) faltas por el camino.
La explotación del triple tras dribbling en sendos casos se debe a la necesidad de maximizar la producción de un sistema heliocentrista que solo tiene sentido engordando la opulencia ofensiva de sus pilares. Aunque en la consecución de dicha idea el jugador acabe convirtiéndose en un atacante superior en lo individual como creo es el caso de Doncic y la Barba.
Jalen Green, como sospecharéis, pertenece al primer grupo. Aunque, de momento (y probablemente de forma perenne), lejos de la maestría de los dos mencionados. Fundamentalmente porque mucho tendría que evolucionar su juego para ser el mismo tipo de manejador, o de perfil similar, que los mencionados. Y es que el dominio al triple le permite pasar más tiempo con el balón en las manos, ejecutar situaciones de bloqueo directo con mayor confianza y generar ventajas desde lo individual, pero Green no tiene pinta de llegar a ser una dinamó colectiva ni un jugador sistema como los casos anteriores.
Revisitar el curso pasado del escolta de los Rockets me ha hecho pensar en otros dos jugadores que, de una manera u otra, también hallan en el triple ese salvoconducto al estrellato en distintos grados: De’Aaron Fox y Tyrese Halliburton. Cuyo rendimiento en la temporada 2023-24 ha ido parejo al volumen de triples y acierto en los mismos aunque parezcan perfiles muy distintos entre sí y separados del propio Green.

En la imagen de arriba se representa el volumen y acierto al triple de estos tres jugadores por un lado y su rendimiento ofensivo individual por otro a través del Daily Plus Minus de DARKO, para mí la estadística avanzada más completa que existe en la actualidad (podéis leer cómo funciona aquí). Curiosamente, este sería el resultado de sobreimpresionar la línea de acierto al triple tras bote y la línea con la que se representa el O-DPM de la pasada temporada en los tres casos:

No es casualidad que los porcentajes de acierto exterior en acciones en movimiento se asemejen tanto al rendimiento ofensivo que proyectan estos jugadores. Y diréis, con razón, que es de Perogrullo señalar esto porque un mayor acierto siempre va a repercutir en el rendimiento del jugador en cuestión. Pero es ahí donde entran la percepción tradicional para explicar cómo se tradujo esto en su juego.
De’Aaron Fox y la obligación de avanzar
Con Fox es muy obvio que necesita amenazar con su tiro de forma constante para dominar los partidos desde el pick-and-roll. El gran salto de su carrera, localizado en la 22-23 como en ninguna otra temporada, estuvo en aprender a frenar su verticalidad para aprovechar el vértigo que crea su aceleración en las defensas. Pero su techo está en ampliar su rango lo máximo posible para amenazar 9 metros de cancha porque su aceleración, aunque diferencial, no es equiparable a la de perfiles como Morant o Derrick Rose.
En su caso hay que apuntar que cada resquicio que no asume del ataque es absorbido por Domantas Sabonis, que de forma natural se adueña de lo que cae en tierra de nadie. Y si las defensas pasan los bloqueos por detrás, la jugada dominante pasa de ser el bloqueo y continuación para Fox al balón a la cabeza de la bombilla o a los codos para Domas.
Lo visto el curso pasado podría ser algo contextual dentro de unos Kings que estaban obligados a evolucionar contando con prácticamente las mismas piezas de la campaña anterior en la que rompieron su dilatada sequía de playoffs. Como todo en Sacramento, aunque exista una mejora de una temporada a otra (y en el caso del tiro tras bote de Fox es de dos intentos y un 6% de acierto más por noche), esta es insuficiente para despejar la sensación de estancamiento por el crecimiento general del Oeste. Y la llegada de DeMar DeRozan parece demandar una versión de Fox aún más centrada en la anotación exterior.
El combustible de la inspiración de Tyrese Haliburton
Aunque también ocurre con el base de los Kings, con Tyrese Halliburton es más que evidente la forma en que su acierto exterior afecta a la confianza con la que afronta sus ataques. Es de obligación señalar su lesión muscular como punto de inflexión dentro de su temporada. Pero el hecho es que, en plenitud física o no, el Halliburton que es capaz de marcar el estado de ánimo de un partido a través del pase y el ritmo se vio únicamente de la mano del que se veía capaz de anotar cualquier tiro exterior. Curiosamente, sus playoffs ignoran este vínculo y caen en una inconsistencia a la que el genial base parecía haber dicho ya adiós en la 22-23 y en la que cuesta encontrar un patrón.
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Volviendo a Jalen Green, lo que a mí me hace pensar esta correlación y el hecho de haber visto a dos jugadores terminantemente distintos en su impacto ofensivo durante la pasada temporada, es hasta qué punto ese estatus de estrella insinuado en el último tramo de la temporada es sostenible durante una campaña al completo. Posiblemente no resulte asumible para él lanzar nueve triples por noche con porcentajes notables (la media de la liga está por encima del 37% en general y por encima del 33% tras bote), pero descubrir ese techo a través del tiro debería ser suficiente para encontrar un punto medio y desarrollar desde ahí una consistencia.
Conviene señalar que todavía está lejos de encontrarse en el punto de carrera en el que están los otros dos por madurez. Lo que también explica que su línea de rendimiento sea la que más se ciñe a esos porcentajes de acierto. Es decir, que es el más dependiente de todos de una faceta muy concreta del ataque.
Aun así, como sucede con Fox y Halliburton por diversas razones, ese acierto exterior sí da la sensación de comportar la diferencia de estatus que puede marcar su carrera. Con el de los Kings y el de los Pacers ese salto está entre ser una estrella o una superestrella de la liga (por un tema de edades e impacto global en el juego Halliburton parece aspirar a ser un jugador de mayor jerarquía). Por lo pronto, con Green supone haber recuperado la esperanza de tener un jugador diferencial entre manos y será la próxima temporada la que determine donde está su listón personal. Eso sí, con el triple tras bote como salvoconducto indispensable.
(Fotografía de portada de Carmen Mandato/Getty Images)