James Michael McAdoo: apellido ilustre para un obrero de las Finales

Cuando el pasado mes de julio James Michael McAdoo renovaba con los Warriors por un curso más, el de Virginia no sólo había mejorado un poquito sus emolumentos, ahora cercanos al millón de dólares, sino que había conseguido sobrevivir por tercer curso consecutivo en un plantel plagado de estrellas como era, y es, Golden State.

La renovación de McAdoo fue de esas que no acapararon grandes fotos, principalmente porque el hombre del momento, de ese mercado de veraniego de 2016, era Kevin Durant, que se convertía en su compañero de vestuario. La necesidad de los rectores de la franquicia de Oakland de disponer de efectivos baratos que completaran la plantilla, unida al gusto de Steve Kerr por McAdoo como fondo de armario, supuso que el ala-pívot prosiguiera su camino iniciado en enero de 2015. Ahora, dos años y medio después de su debut en la NBA, el joven de ilustre apellido vive sus terceras Finales en otras tantas campañas en la competición. Es la fortuna de estar en un equipo histórico, aunque la suerte también hay que buscarla y ha sido el trabajo y la labor silenciosa del jugador lo que le ha permitido sostenerse en un plantel brutal, plagado de calidad.

Familiar indirecto de Bob McAdoo

Sí, el apellido tiene algo que ver con la leyenda. Y en cierta medida, James Michael está honrando a Bob McAdoo con sus tres Finales consecutivas. Bob fue uno de los ilustres de la NBA, que ganó en dos ocasiones, además de ser el MVP en 1975.  James Michael mantiene con él cierta relación de parentesco. Y es que el padre del actual jugador de los Warriors, Ronnie McAdoo, es primo segundo de la antigua estrella. Ronnie llegó a ser elegido en el Draft de la NBA de 1982 (nº 216, Atlanta Hawks) aunque nunca debutó en la competición. Ahora, la estela de ese apellido ha sido continuada con James Michael, quien añadió a la gloria de ese apellido el título de 2015.

La dureza de mantenerse entre los mejores

Quizá el perfil bajo de James Michael McAdoo es el que le ha permitido sobrevivir en una franquicia que, de no ser por LeBron James en 2016, habría hecho ya más historia de la que está haciendo.

Formado en la Universidad de North Carolina, antes había sido MVP del McDonalds All-American y del Jordan Clasicc, ambos en 2011. Así que tras esos logros, entró en la NCAA, de donde salió un año antes de cumplir su ciclo, en 2014. Y como tantos otros, tuvo que hacer el camino largo que supone para un jugador no salir elegido en el Draft. Un sendero que incluía pretemporadas peleando por un puesto y estancias en la D-League, a la espera de la llamada. A McAdoo le llegó el 19 de enero de 2015. Ese día firmaba su primer contrato de 10 días con los Warriors y debutaba en la NBA. En la victoria por 43 puntos de Golden State ante Denver, jugó 12 minutos y contribuyó con 11 tantos, su tercera mejor marca como en la NBA, tanto en Liga Regular como en playoffs. Consiguió renovar su contrato por otros 10 días y llegó al premio gordo cuando los Warriors decidieron que era mejor extenderle un acuerdo más largo que dejarle marchar una vez concluidos sus contratos temporales.

El anillo de 2015

Y hasta hoy. McAdoo llegaba para diez días y ya va para dos cursos y medio. En el trayecto, y a la espera de lo que pase en 2017, ha conquistado un anillo, el de 2015, y un subcampeonato, el de 2016. Además del título de la D-League, con los Santa Cruz Warriors, en ese 2015. Firmó 21 puntos y 7 rebotes en el enfrentamiento decisivo.

Lo más importante, que su rol ha crecido de manera lenta pero sostenida dentro de la organización. Y ello le ha permitido superar la centena de noches en Temporada Regular y disponer de mayor presencia conforme se van sucediendo las post temporadas. Así, en la de 2015, sólo apareció en cinco partidos de los playoffs, con un minuto escaso en el quinto duelo ante Cleveland como su única participación en las Finales.

En 2016, compitió en ocho noches de las eliminatorias por el anillo y Steve Kerr tiró de él entre el cuarto y el sexto encuentro, motivado en parte por las ausencias que asolaron a los Warriors desde que se colocaran con 3-1 ante Cleveland.

Y ahora, en 2016, se ha plantado en las Finales con nueve compromisos de playoffs  en su hoja de haberes, ayudado sin duda por las tres eliminatorias que los Warriors resolvieron por 4-0. Posteriormente, ha llegado a la decena tras sus 4 minutos en el Game 1 de las Finales, donde Mike Brown lo utilizó algunos segundos justo antes del descanso para un par de jugadas defensivas en las que no quería que ni Andre Iguodala ni Draymond Green se cargasen con faltas innecesarias. Luego, mínima aparición en el tercer cuarto, con todo bien enfilado, para dar resuello a Zaza Pachulia y, por último, minutos de la basura con los Cavaliers rendidos, donde aportó 2 puntos.

De todo un poco, como ven, para un hombre resistente, que afronta de nuevo el 1 de julio la agencia libre, que todavía no ha firmado un contrato que haya llegado al millón de euros anuales pero que, a diferencia de otros jugadores con más pedigrí, ya sabe lo que es jugar en un plantel ganador. Y ganar. Aunque sea desde una posición de secundario total. No siempre hay que lucir para ser feliz.


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