Kike García, una de las voces más reconocibles para el seguidor hispanohablante de los Dallas Mavericks, dejaba una observación interesante recientemente. Argumentaba la posibilidad de que existiesen entrenadores mediocres en liga regular y duchos en playoff como siempre se ha reconocido que hay jugadores y técnicos en sentido inverso. No solo eso, sino que señalaba con tino que Kidd era limitado en las decisiones que tomaba durante los partidos. Pero que, sin embargo, sí atinaba a menudo con sus lecturas entre encuentros.
Esta viene a ser la misma diferencia que existe entre los centrocampistas de máxima élite y los del montón. Aunque también pertenezcan a la élite. Con tiempo y espacio para mirar al horizonte y colocar el cuerpo a placer, cualquier mediocentro puede poner el balón prácticamente a placer. Ahora, son los que son capaces de hacer esto bajo presión o con velocidad los que marcan la verdadera diferencia.
Kidd y los Dallas Mavericks han tenido un día más de descanso (y un partido menos en su anterior serie) que los Minnesota Timberwolves. Y el técnico lo ha aprovechado para tomar la iniciativa de las finales del Oeste. Especialmente a través de Kyrie Irving. Durante toda la temporada lo normal ha sido ver al base mucho más agresivo en las primeras partes que en las segundas. Una decisión quizás extraña, pero que ha ido funcionando para mantener frescos a Luka Doncic y/o Kyrie durante los 48 minutos. Esta dinámica se ha agravado más si cabe en playoffs.
Durante la regular season, Irving ha promediado 11,6 puntos y 9,4 tiros en primeras partes y 14,2 puntos y 10,3 tiros en las segundas. En playoffs los guarismos son de 7,4 puntos y 6,4 tiros en las mitades iniciales y 14,4 y 10,4 tiros en las segundas. En el Game 1 ante los Minnesota Timberwolves, Irving se va hasta los 24 puntos con 11 de 14 en tiros de campo. Con Kyrie siempre es posible pensar que simplemente le dio por ahí. Pero después del partido dejó ver que era algo pactado.
En el furor de la victoria en Denver, Anthony Edwards se adelantó 48 horas para dejar claro que en la próxima ronda él se encargaría de Irving. Kyrie dijo que, al verlo desde el salón de su casa, pensó en que Edwards iba a llegar cansado y que tenía que sacarle partido de alguna forma. Lo más probable es que fuese algo consensuado con Jason kidd.
Dicho y hecho, desde el primer segundo Irving se va a buscar a Edwards en el uno contra uno y en acciones de bloqueo directo en las que el base se muestra tremendamente vertical. Irving termina la primera mitad con 11/13 tiros de dos, 9/10 en la pintura y solo un triple que además falla. Ant, gran defensor sobre balón, navega las pantallas y defiende el primer paso de Kyrie algo más lento de la cuenta. Al de los Wolves le va en el ADN eso de no rehuir un reto y su imberbe ímpetu le lleva a no dosificarse en ningún lado de la pista hasta que nota que se va quedando sin gasolina en el depósito.
Chris Finch sí advierte esto y mete a Nickeil Alexander-Walker para que se empareje con Irving, pero para ese punto el de los Mavs ya ha puesto la ‘equis en Ant y sigue buscándole en cada cambio y transición que le es posible. Edwards está lejos del punto de exuberancia física que mostró en la primera ronda ante Phoenix Suns y los primeros partidos de la semifinal ante Denver Nuggets. El escolta se ha quedado por debajo de los 20 puntos en tres de los últimos cuatro encuentros y cuatro de los últimos seis.
El trabajo que empezó Kyrie lo remató Luka Doncic, que aprovechó un Edwards ya cansado para hacer sangrante la diferencia de centímetros y kilos en los ataques que se quedó con él. Esto dio con un Ant que llegó jadeando al tramo final de partido. Incapaz de irse hacia dentro durante gran parte del encuentro, en los instantes finales fue obvio que le faltaba su acostumbrada explosividad. La estrella de los Wolves acabó el partido con solo dos tiros desde la zona restringida y una solitaria canasta de dos convertida en todo el encuentro. Sus porcentajes desde el triple fueron buenos (5/12) pero Dallas puede vivir con esa versión perimetral de Ant mientras se centra en cerrar la zona a cal y canto.
Todo esto puede parecer sencillo. Pero lo cierto es que incluso a entrenadores intervencionistas como Mark Daigneault les cuesta renunciar a sus ideas iniciales. En su caso personificadas en Josh Giddey, al que le costó cuatro partidos sacar desde el banquillo a pesar de que era obvio que los Mavs estaban cómodos con él en pista. Quizás no sea un estratega preciso en el instante, pero con el tiempo de su lado Jason Kidd suele acertar. Ahora, como se suele decir, la pelota está en el tejado de Finch y de los Minnesota Timberwolves.
(Fotografía de portada de Joshua Gateley/Getty Images)