Knicks: La hora Anthony

New York.

El mayor escenario deportivo que uno pueda imaginar y, también, el mayor generador de presión, hospeda a dos superestrellas en uno de sus más queridos equipos.

Ambos luchan codo con codo por el mismo objetivo y, aún así, no podríamos imaginar a dos jugadores más diferentes. El que llegó primero es siempre querido, y a él se atribuyen todos los logros hasta ahora conseguidos. El que llegó después es a menudo vilipendiado, propietario único de todos los defectos.

Bajo dichas afirmaciones hasta ahora redactadas, uno puede pensar que hablamos de Derek Jeter y Alex Rodríguez, de los New York Yankees. No. Son éstas también completamente aplicables a Amar’e Stoudemire y Carmelo Anthony, estandartes de los New York Knicks.

Stoudemire llegó como el salvador. El símbolo del tan esperado retorno a la relevancia de los Knicks. Por su parte Anthony, desde un principio, fue allí percibido como la segunda estrella que la plantilla necesitaba para competir sin complejos por el anillo.

Pero resulta que la temporada pasada, desde la llegada de Melo al Madison Square Garden, los Knicks tan solo fueron capaces de ganar tantos partidos como los que perdieron (14), además de no poder ganar un solo encuentro de Playoffs.

En este curso, y demasiado pronto, fans, analistas y periodistas neoyorkinos empezaron a refunfuñar al unísono sobre el hecho de que los sistemas ofensivos de los Knicks quedaban estancados cuando llegaban a las manos de Carmelo Anthony, así que el sentimiento “anti-Melo” fue sin pausa in crescendo hasta llegar el día en que lo acabaron pitando en la presentación pre-partido del cinco titular.

Con las dos últimas y muy importantes victorias en casa de esta semana ante Milwaukee y Orlando, New York se ha visto de nuevo con un record positivo en su clasificación (entonces, 26-25), mitigando el dolor de la segura pérdida de Stoudemire para las próximas de dos a cuatro semanas de (decisiva) competición y, más importante todavía, convenciéndose de que la octava plaza del Eastern que da acceso a luchar por el anillo debe ser suya.

Entra Carmelo Anthony.

A pesar de haberse visto diezmada lo que va de su temporada por múltiples lesiones en su muñeca y su ingle, Melo debe ahora superar cualquier dolor menor y jugar al nivel que se le presupone. O lo que es lo mismo, al nivel demostrado en los dos últimos partidos en el Madison anteriormente citados. Porque, hasta ahora, su 40,3% de acierto en el tiro y sus 20,3 puntos por noche son, ambos, los peores registros en estos aspectos de su ya dilatada carrera.

Para que los Knicks aguanten (o mejoren) su actual octava plaza en la Conferencia Este, Anthony debe ser el Anthony que New York fichó: el de un 45,5% de acierto en tiros de campo y 24,5 puntos por partido. De hecho, necesita ser el Anthony que los fans de los Knicks vimos por última vez el pasado 4 de marzo, cuando Melo hubiera sido el mesías de una gran victoria en Boston de no ser por un milagro final de Paul Pierce.

Si Carmelo Anthony juega de aquí al final de temporada al nivel de sus habilidades, tendrá más oportunidades de ganar partidos para su franquicia. Y sí, Melo necesita ganar. Aprovecha estas oportunidades y serás el héroe; desaprovéchalas, y continuarás sacando de quicio a los seguidores de tu equipo, no importa lo que éste otro haga.

No es justo. Es New York.

Carmelo Anthony forzó su llegada a New York. Ha llegado el momento de que fuerce su entrada en los corazones de los fans de los Knicks cargándose al equipo a sus espaldas y llevándolo a los Playoffs. No será fácil, pues los rivales que le quedan a los Knicks de aquí a final de temporada tienen, de media, un 52,8% de victorias en su casillero, pero de lograrlo, estaremos por fin delante de su redención, paso previo imprescindible aquí antes del éxito.


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