«La bestia siempre es más peligrosa cuando es vulnerable. Quizás hayan despertado a la bestia»
Eran las primeras palabras que Nikola Jokic pronunciaba en público tras la destitución de Mike Malone y Calvin Booth. Los Denver Nuggets, que llegaban de perder cuatro partidos incapaces de cerrarlos en los momentos calientes, ganaban el primer día que David Adelman ejercía como entrenador jefe con una buena actuación en el clutch con más carácter que cambios tácticos. Quizás habían despertado a la bestia.
Esos días, se puso la lupa en la frialdad con la que el serbio habló de la salida de Malone. Único entrenador para el que había jugado en toda su carrera. Ignorando que el tres veces MVP, mentalmente, ya estaba inmerso en la misión de salvar la temporada a toda costa.
Hoy los Nuggets se presentan en Oklahoma City para afrontar un séptimo partido improbable ante el mejor equipo de la temporada regular. En realidad, uno de los mejores equipos de la historia de la temporada regular. Y lo han hecho tras verse una y otra vez contra las cuerdas. Mostrando una resiliencia impropia en un grupo que ha sufrido tantos reveses como el suyo.
Oficinistas cabizbajos
Denver comenzó perdiendo sus dos primeros partidos de la temporada y ganando en los dos siguientes con sufrimiento ante Toronto y Brooklyn. Y los problemas deportivos eran lo de menos. Los jugadores, incluso Nikola Jokic por bien que estuviese jugando, lucían un lenguaje corporal paupérrimo. Como trabajadores de una empresa a la que han ayudado a conseguir los mejores resultados de su historia para que esta responda con recortes de plantilla y condiciones laborales.
No era para menos dado el éxodo de piezas sufrido desde la consecución del campeonato de 2023. El único en la historia de la organización. Primero Bruce Brown (imposible de retener) y Jeff Green; un año más tarde Kentavious Caldwell-Pope (por evitar el segundo apron). Los Nuggets habían sufrido para aguantar el tono atlético ante los Timberwolves y Calvin Booth (probablemente con el beneplácito de los Kroenke) les acortó la rotación. Acompañado de los constantes problemas físicos de Jamal Murray y Michael Porter Jr.
El equipo ha sobrevivido toda la temporada a lomos de un Jokic que ha convertido en rutina lo inimaginable. «Es la mejor campaña de mi carrera», ha llegado a decir cuando le han preguntado por la carrera del MVP que sostiene con Shai Gilgeous-Alexander (galardón que ya debería de haberse entregado pero que tiene toda la pinta de que la Liga no ha querido interferir en la serie con su entrega). Palabras que, pronunciadas por un tres veces ganador del premio, campeón de la NBA y MVP de las finales, suenan grandilocuentes. Pero que no hacen más que describir una realidad.
Al filo de la navaja
La temporada de los Nuggets ha estado más de una vez y más de dos en vilo. Comenzando diciembre el equipo marchaba noveno de Oeste con un 10-8. Y se mantuvieron todo el mes en puestos de play-in hasta las dos últimas fechas que ascendieron al quinto puesto en una conferencia en la que las diferencias eran ínfimas por debajo del listón inalcanzable de los Thunder. En enero lograron estabilizarse en el cuarto puesto y nunca bajaron de ahí. Sin embargo, fue durante ese tramo que todo pudo saltar por los aires.
Como era de esperar, las destituciones de Malone y Booth vinieron acompañadas de decenas de artículos al respecto detallando qué había sucedido en las interioridades de la organización para llegar a una decisión tan drástica. Y uno de ellos nos contaba que Josh Kroenke, hijo en el que el propietario Stan Kroenke ha delegado para estar cerca del equipo en el día a día, ya estuvo a punto de despedir a ambos antes del All-Star.
Concretamente durante una racha de tres partidos perdidos a final de enero a la que los Nuggets respondieron encadenando ocho triunfos antes del parón y uno más justo a la vuelta. Lo cual vuelve a ejemplificar a la perfección la capacidad de reponerse del grupo cuando camina en el alambre siendo consciente o no. Dicha racha, para más inri, vino acompañada del mejor momento de Murray en todo el curso, disipando las dudas de si los achaques que arrastraba habían achatado su techo.
Que la relación entre técnico y gerente estaba rota era un secreto a voces. No tan obvio era que sus tensiones internas estaban envenenando la organización hasta llegar a ese lugar sacro que debería de ser el vestuario.
Empresa no apta para conformistas
Russell Westbrook, ninguna novedad, fue elegido como chivo expiatorio para canalizar las críticas de ciertos jugadores que veía la apuesta en el veterano base excesiva para el nivel mostrado. No obstante, Russ ha sido uno de los jugadores más importantes de los de Colorado este año por suponer ese electro-shock en un grupo anestesiado. «Ha estado en muchos partidos de alta trascendencia y hay jugadores aquí que no saben ni lo que es eso», llegó a decir Malone en su defensa días antes de que le despidiesen y en lo que era un dardo encubierto, otro más, a Booth. Más que eso, es que el siempre innegociable carácter de Westbrook ha ayudado a sostener todo aquello a lo que no llega la excelencia de Jokic.
Capítulo aparte merece Aaron Gordon (ahora mismo duda para el séptimo encuentro). Y no solo por sus dos game winners en estos playoffs, sino por saber que la marcha de KCP necesitaba ahondar en la mejora del tiro. Los Nuggets han sido el equipo que menos triples ha intentado durante la temporada regular. Un lujo solo accesible a través de un Jokic capaz de generar espacio donde no lo hay para convertir el de Denver en uno de los ataques más eficientes del mundo por anacrónico que sea. Lo cual no quita para que, cualquier facilidad que se le pueda dar al serbio para que las ayudas no se alarguen demasiado y pueda doblar balones al exterior con mayor confianza, sea bienvenida.
El propio Jokic ha liderado la liga en porcentaje de acierto al triple elevando su nivel, sabiendo que venía de años flojos en el tiro y que eso le ayudaría a generar avenidas en el interior. Y el crecimiento de Gordon en este área no se ha quedado atrás, pasando de promediar poco más de un 32% al triple en su carrera al 43,6% de este curso. Datos que se elevaron al 47% en los últimos 15 partidos de la temporada y que está sosteniendo por encima del 38% en playoffs. No únicamente metiendo los tiros que le llegan ‘en ritmo’, también demostrando una confianza desconocida en él en intentos tras bote al contraataque o en situaciones de cierre cuando recibe solo después de que las defensas se abalancen sobre Jokic o Murray.
Jalen Brunson estará siendo el jugador más clutch de estos playoffs, pero no hay nadie más puntual que Gordon en postemporada.
Es este cúmulo de situaciones que harían caer a cualquier conjunto normal que pone de relieve la grandeza de este grupo. Que se enfrenta a su séptimo Game 7 en la ‘era Jokic’, siempre en series en las que se han visto superados en un momento u otro para terminar avanzando o muriendo de pie.
Grandeza que explica especialmente su líder. Un jugador que, por inconmensurable que sea su talento, es especial por rellenarlo todo de pequeñas cosas. Como arañarle segundos al crono con alguna de sus peripecias en línea de fondo, sacar faltas de la absoluta nada para visitar la línea cuando el ataque está ahogado o compensar sus carencias defensivas sabiendo exactamente el sistema que va a jugar el rival y colocando a los suyos en los lugares que tocan.
Una figura que la historia corre el peligro de no valorar en su justa medida si cuando se mire su palmarés en un futuro simplemente se descubre el campeonato de 2023 rodeado de premios al MVP, ninguno de los cuales terminó aderezado con anillo. No obstante, vivir su carrera en directo y pudiendo dotarla de contexto, devuelve la evidencia de estar ante uno de los mejores de todos los tiempos. Colóquenle ustedes donde deseen.
(Fotografía de portada de Ron Chenoy-Imagn Images)