La revolución silenciosa de Markelle Fultz

El número 1 del draft del 2017 está cuajando sus mejores días como profesional; promedia 15,5 puntos y casi 6 asistencias en las últimas fechas

Apenas se habla de ello pero Markelle Fultz, el número 1 del draft al que todos colocábamos ya en el mismo contenedor que a Greg Oden o Anthony Bennett, ha comenzado a desarrollar su mejor juego desde que llegara a la NBA. Una revolución silenciosa, sin apenas repercusión, que le está viniendo de locos al base de los Orlando Magic. Estos son, ciertamente, sus días más felices en la Liga.

Fultz ha encontrado su mejor versión profesional desde que Nikola Vucevic, compañero en Florida, cayera lesionado (de baja hasta finales de diciembre) hará unas dos semanas. Llamado por la emergencia estructural en su equipo, Fultz ha podido dar un paso adelante. En toda la temporada promedia 12,1 puntos, 3,9 asistencias, 49,8 por ciento en tiros de campo y 25,5 minutos, todos ellos valores máximos de su carrera. Y desde que no aparece Vucevic en la rotación de Steve Clifford, Fultz ha revalorizado prestaciones hasta llegar a 15,5 puntos y 5,6 asistencias en nunca menos de 28 minutos de promedio en cancha. Números ya más importantes.

En el último encuentro disputado por su equipo, este pasado martes en la victoria ante Washington, Fultz clavó el piolet en su cima de la temporada: 20 tantos y 6 asistencias. Su partido más completo este curso y casi en toda su vida como profesional.

No es que esté arrollando, pero sí es un formidable, ilusionante, comienzo de ejercicio para él después del temporal que arrasó sus dos primeras campañas en la NBA.

El síndrome de Fultz

No hace falta ni que recordemos el calvario por el que tuvo que pasar Markelle durante sus temporadas previas en la Liga (14 y 19 partidos en cada una). El pasado curso, cuando el base todavía era leal a Philadelphia (luego le traspasaron), el agente de Fultz dio a conocer que su representado padecía el síndrome de abertura torácica, de manera más precisa la variedad neurológica de este tipo de lesión física.

No hablamos de una dolencia demasiado común en la NBA, pero era la que explicaba todos los extraños fenómenos alrededor de su mecánica de tiro, cada vez en peor estado. El problema de Fultz llegaba cuando sus vasos sanguíneos o nervios existentes entre la clavícula y la primera costilla se comprimían (fruto de su síndrome). Esto le provocaba dolor en las articulaciones y el cuello, así como entumecimiento de dedos y pérdida de fuerza para agarrar objetos. Y esos síntomas desvelaban el enigma de por qué Fultz había atravesado tantísimos contratiempos al comenzar su segunda temporada en la NBA.

Acordémonos de la ‘patata caliente’, la innovadora y terrible nueva metodología que Fultz empezó a patentar desde su potro de tortura en los tiros libres. No era sostenible que una primera elección del draft pasara por aquellos problemas. Así que tuvo que detenerse, recuperarse, y empezar de nuevo.

Claro, toda aquella jauría de complicaciones afectaron, seguro, a su apartado mental, engendrando poco menos que un pelele del jugador que había sido todo un número 1 del draft. Su síndrome y la pérdida de confianza llegaron a poner en peligro su carrera (aún lo hacen), pero en Orlando y esta nueva temporada están comenzando a verse los primeros brotes completamente saneados de Markelle Fultz.

De esa manera, lejos de los focos que le señalaban como tremendo fiasco de la generación del 2017 (flaco favor le hacían) Fultz está queriendo resurgir. No es que se mueva ya en números de primera espada, pero sí que podría volver a ser aquel osado guard de la universidad de Washington que deslumbró en su efímero paso por la NCAA. Físico, eléctrico, inteligente, que penetraba y tiraba como los ángeles colegiales…

Es la revolución, silenciosa, y con ella ha llegado cierta esperanza.

(Fotografía de portada: Patrick Smith/Getty Images)


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