Es justo ahí, en la platea desde la que el campeón tiene permitido mirar por encima de cualquier hombro, donde se entrevé que el jugador que antes exteriorizaba una total falta de ego, también guarda dentro de sí cierto resquemor.
Es justo ahí, en la platea desde la que el campeón tiene permitido mirar por encima de cualquier hombro, donde se entrevé que el jugador que antes exteriorizaba una total falta de ego, también guarda dentro de sí cierto resquemor.