Luka Doncic o cuando tu límite está lejos de escribirse

“Tal vez sea el proyecto de draft más completo y dotado que jamás hayamos visto. Ha dado grandes pasos como tirador este año y domina la Euroliga con 18 años. Es fácil etiquetarlo como el jugador más preparado para la NBA de esta clase”.

Que Sports Illustrated utilice estas palabras y afirmaciones tan rotundas sobre cómo se te ve al otro lado del océano no es algo que se pueda pasar por alto tan rápido. Por mucho que se suela exagerar demasiado sobre los jugadores que se presentan al draft, lo cierto es que si uno ha seguido mínimamente a Luka Doncic desde que dio el salto a la primera plantilla del Real Madrid, sabrá que lo publicado por el importante medio deportivo norteamericano está más cerca de ser una realidad que una frase comercial para venderte un producto.

El jugador esloveno es el perfecto ejemplo de una individualización de la teoría marketiniana de la bola de nieve. Cuando esta recibe un pequeño e inicial empujón hacia una cuesta, empieza a moverse y descender, arrastrando mucha más nieve en el camino. Según avanza, su tamaño aumenta, perpetuándose en el tiempo.

La carrera de Doncic disfruta de gigantismo; no ha hecho otra cosa que crecer y crecer desde que se le diera la oportunidad de disputar sus primeros minutos en la ACB allá por abril de 2015. Por aquel entonces, y tras haber arrasado en las categorías inferiores de la disciplina blanca, contaba con solo 16 años y 2 meses; y se convirtió en el tercer jugador más joven en debutar en toda la historia de la competición española.

Cada vez que salía a pista dejaba un detalle para enamorar al aficionado, dando a la mente argumentos para imaginar en qué podría convertirse un jugador así cuando sumará inviernos en su documento de identidad. Todos esos destellos, cada vez más regulares, conducían irremediablemente a ser el foco de los medios, lo que también suponía un riesgo: nos faltan dedos en la manos para contar los casos de chavales que, tras tanto halago y exposición mediática, acababan fundidos. En eso el Real Madrid ha trabajado especialmente bien, fraccionando sus actuaciones y no lanzándose a la piscina cada vez que el joven esloveno ocupaba un titular en los medios.

2017, su confirmación

A buen seguro, este año va a ser recordado por Doncic con una sonrisa. Por un lado, este verano le granjeó un merecido Eurobasket con Eslovenia que le ha catapultado en dos direcciones. La primera, más cercana a incrementar su importancia en el Viejo Continente. El niño que apuntaba maneras se convirtió en el hombre que, junto a Goran Dragic o Anthony Randolph, demostró que el trono a mejor jugador europeo de la próxima década puede llevar grabado su nombre.

La segunda, que si alguien en la NBA no le conocía, ya había terminado de enterarse. Los ojeadores de la liga norteamericana ya visitaban Madrid con cierta frecuencia para verle – tenemos varios ejemplos de scouters de Chicago, Sacramento o Atlanta haciendo su trabajo en la capital de España –, pero tras el título europeo, los vuelos transoceánicos se han multiplicado. Ver a Doncic, más allá de seguir tomando notas, se ha tornado en una tarea de disfrute para los ejecutivos.

La desgraciada lesión de Sergio Llull en un amistoso con la selección española durante el pasado agosto supuso que los agoreros se lanzasen a despojar al equipo madridista de cualquier opción de lograr algo este año; y también supuso que Doncic, ya sí que sí, tuviera el mando del equipo para hacer y deshacer. Y en la tarea de hacer, Doncic, hasta la fecha, ha demostrado que todos los críticos con el destino de los blancos en este curso han de seguir conteniendo sus ganas de cortar cabezas.

El esloveno, con 18 años, está cuajando una temporada de ensueño. En lo individual y en lo colectivo. No solo ha tomado las riendas del Madrid, sino que se ha ganado ese derecho no escrito a ser el primero en la lista que puede jugarse una última posesión; a cada jornada, se reinventa. Nos deja jugadas de dibujos animados, de derribar barreras y de batir récord personales. MVP de la Euroliga durante el mes de octubre, promedia 18,5 puntos, 4,4 asistencias y 5,6 rebotes en 26 minutos por encuentro. En España es aún más notable esa superioridad, donde no se ve ningún jugador que, estando ambos al 100%, sea capaz de detener a Doncic.

Incluso está experimentando situaciones de madurez que, a buen seguro, le beneficiarán en el futuro. Ser expulsado tras terquear con los árbitros de la Euroliga debería provocar que algo así no vuelva a suceder; que cuando su boca vaya más rápido que su cerebro, actúe el instinto de la experiencia para detener algo que va a perjudicarle.

Cuál será su impacto en la NBA

Algunas de las previsiones sitúan a Doncic en el puesto Nº1 del draft; otras apuntan a que será elegido en segunda posición; los más negativos, apuntan a que no pasará del quinto lugar. Aparte de su nombre, en la ecuación también se encuentran Marvin Bagley III, Mohamed Bamba, Michael Porter J.R. y DeAndre Dayton, el que podría ser gran rival de Doncic para ocupar el primer escalafón.

Sea como fuere, parece claro que el esloveno está afianzado en las primeras posiciones, y solamente un bajón muy notable de sus prestaciones en la segunda parte de la temporada podría suponer que se bajase de esos lugares. Todo dependerá de las pequeñas decisiones de cada franquicia en función de sus propias necesidades o de posibles cambios por jugadores de otros equipos.

Para quien no haya podido seguir tanto a Doncic, estamos hablando de un jugador que en Europa juega de base, escolta y alero, y en las tres se defiende con soltura. Es muy hábil en el manejo de bola, con un IQ altísimo y capaz de ver líneas de pase que otros no verían ni en la repetición de la televisión. Además, es especialmente habilidoso en el uno contra uno, con capacidad de irse hacia canasta y usar un reverso donde apenas había espacio; o hacer un crossover que finalice en tiro y canasta en las narices de su rival. Es de esos jugadores que, cuando tiene la bola, uno sabe que van a pasar cosas.

Por supuesto, su adaptación a la NBA significará acotar esa versatilidad en las posiciones. Será usado como combo guard, y le insistirán mucho en su aplicación defensiva para poder ejercer de muro ante jugadores más bajos, pero mucho más rápidos que él. Sus virtudes serán fácilmente trasladables a la liga, ya que ese instinto por rebotear ya le viene dado. Si trabaja su físico con esmero y constancia, el proceso de adaptación recortará fases de manera mucho más rápida que para otros jugadores; sabe manejar su cuerpo para crear espacios, pero necesitará meterle algunos kilos de músculo para aguantar las embestidas de los toros con los que se enfrentará.

Otro punto positivo es que Doncic aún no cuenta con un techo de rendimiento. Si a los 18 años dominas Europa como casi tu coto privado de caza, entonces estamos hablando de que solamente la imaginación puede ejercer ahora mismo como tope. Huele a máquina de reventar estadísticas; un veterano en el cuerpo de un chaval que acaba de estrenar la mayoría de edad.

Hace tiempo que pasamos la barrera de ver jugadores europeos ocupando posiciones altas en un draft. Y, por fortuna, también ha quedado atrás pensar en un overseas como posible jugador franquicia. Luka Doncic tiene mimbres para, algún día, postularse como hombre más importante de una organización NBA. Que lo consiga dependerá de factores tan inestables como lesiones, el equipo en el que caiga, el entrenador que tenga o los compañeros de los que se rodee; en los estables, en los que él puede controlar, a buen seguro que se dejará la piel. Porque cuando el talento te sobra, lo único que no te puede faltar es paciencia para aplicarlo. Y Doncic, a sus 18 años, tiene tiempo de sobra para saber esperar y agarrar la oportunidad que se le presente delante. Y nosotros que lo veremos.

(Fotografía de Sonia Canada/Getty Images)


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