Miami Heat, lágrimas de realidad

Debería haber sido fácil. LeBron James decidió llevar su talento a South Beach para jugar junto a Dwayne Wade y Chris Bosh, y las recompensas se suponían que iban a ser cuantiosas. Los Heat iban a ganar más de 70 partidos en regular season, mientras en Miami se planeaba el recorrido de la Champions Parade por Biscayne Boulevard. El anillo llegaría ya el primer año o, al menos, eso se creía.

Pero el despertador ha sonado demasiado pronto, justo en medio del sueño. El equipo no va a ninguna parte, al menos no en esta temporada, y la realidad puede ser más que reveladora después de la derrota de ayer en Miami ante los Bulls (86-87). Con esta van cuatro derrotas consecutivas de los Heat, cinco en los últimos seis partidos, y se mantienen las decepciones contra los oponentes de calidad. Dijo Erik Spoelstra que algunos jugadores lloraban ayer en el vestuario, cuando las alarmas que ya sonaban con fuerza se convirtieron en sirenas de pánico.

¿Es demasiado pronto para hablar de funerales en Miami? Puede ser. De hecho, todavía quedan 19 partidos en esta regular season y los Heat llegarán a los Playoffs, probablemente en el tercer lugar del Eastern. Decir que no habrá tiempo de corregir algunos de los problemas que afectan al equipo para tratar de acabar siendo aquello por lo que la franquicia fue construida, sería mentir. Pero también faltaríamos a la verdad si afirmáramos que este equipo, este año, va a ganar el anillo. El balance de Miami Heat ante los cinco mejores equipos de la NBA (San Antonio, Dallas, Boston, Chicago y Los Angeles) es de un frustrante 1-9 pero, lo que es más importante, de 0–6 ante Celtics y Bulls, los aspirantes al título de su propia Conferencia.

La derrota de ayer ante Chicago sirve de ejemplo para enfatizar todas las debilidades del equipo que desde los despachos dirige Pat Riley: amplias ventajas desaprovechadas, sin presencia interior, falta de profundidad de banquillo, pobre dirección del juego y fallos en tiros decisivos. Debilidades ya conocidas en las derrotas recientes ante New York, Orlando, San Antonio y, en dos ocasiones, Chicago.

En esta última en el American Airlines Arena, Miami ganaba de 11 en el tercer cuarto, antes de que Chicago empezara a demostrar que sabe hacer lo que hay que hacer en los finales de partido. 36–30 para los Bulls en la pintura y 16–6 desde el banquillo. Derrick Rose, cuya candidatura al MVP tiene cada día más adeptos, terminó el partido con 27 puntos y 5 asistencias; mientras que el dúo de pointguards de los Heat, Mario Chalmers y Mike Bibby, 11 puntos y 5 asistencias entre ambos. LeBron James fue, de nuevo, el elegido para jugarse la canasta decisiva; y, de nuevo, volvió a fallar, como en cuatro de las últimas cinco derrotas.

Lo que fueron primeros síntomas son ya una enfermedad. Los Heat deberán hacer muchas más cosas (y muy distintas) si quieren, por lo menos, tener un recorrido largo en los Playoffs que en cinco semanas empiezan. Y las deberán hacer rápidamente.

¿Cuál es entonces la solución? Según los fans de South Florida, despedir a Spoelstra. Y quizá sea ese un hecho que marque la diferencia, pero no todo es culpa de coach Spo, al fin y al cabo, no es él quien falla los tiros decisivos ni quien, como en la derrota de ayer ante los Bulls con Luol Deng, no cierra al tirador en unos decisivos tiros libres al final del encuentro. Mike Bibby no va a salvar ahora al roster tampoco. Ni, de repente, el banquillo será profundo por mucho que Mike Miller empiece a acertar en los triples (0 de 5 ante Chicago) o que Udonis Haslem vuelva a la actividad recuperado al 100% de su lesión en el pie. Todos esos jugadores pueden ayudan, pero jamás van a marcar la diferencia.

Si Miami Heat tiene que ganar, serán James, Wade y Bosh quienes les lleven al título. Pero por lo visto hasta ahora, el equipo falla más cuando más grande es el rival. Y cada derrota magnifica más esa realidad en el peor momento, pues el 16 de Abril empiezan los Playoffs,  el periodo de la temporada en el que todos los rivales son grandes. Puede que fuera la aceptación consumada de este hecho lo que hiciera derramar ayer algunas lágrimas en el vestuario de Miami Heat.


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