Misión ¿imposible?: claves del desafío de vencer una eliminatoria a los Warriors

Tras haber firmado a Kevin Durant, los Golden State Warriors llegaron a su eliminatoria frente a Houston Rockets con un balance de 24 victorias y 3 derrotas en partidos de playoffs. El dato es casi un agravio, el bagaje intimida: tres eliminatorias resueltas por la vía rápida (4-0) y otras tres en cinco partidos. Estos días los Rockets plantean un escenario distinto (2-2), la serie se irá como mínimo a seis encuentros.

Ganar cuatro partidos en apenas dos semanas a Golden State, con todos sus efectivos disponibles, parecía misión imposible. En el fondo quizás pueda serlo. Es un conjunto demasiado talentoso en lo individual, con multitud de armas desequilibrantes, así como muy bien trabajado en lo colectivo. Los Warriors exhiben uno de los ataques más dominantes de la historia (igualaron el curso pasado la marca de los Lakers del ’87, como ataque más productivo de siempre) mientras sus datos defensivos resultan imponentes (con diferencia, mejor defensa de esta fase final, sin ir más lejos).

Dentro de la dificultad del desafío, y contextualizando lo meritorio de lo que están logrando los Rockets ante semejante gigante, se pueden apuntar cuatro factores clave para aspirar a derrotar a un equipo en apariencia inabordable.

Funcionar con quintetos ‘small-ball’

No importa cómo (ni cuánto) hayas tenido éxito antes, ante los Warriors debes adaptarte y aprender a sobrevivir jugando ‘pequeño’. Si no, te atropellan. Y por jugar de ese modo se entienden dos escenarios: el primero, apostar únicamente por un interior en pista, todo lo atlético posible para ser capaz de sostener defensivamente la estampida de movimiento y situaciones lejos del aro a la que obliga el equipo de Steve Kerr a los pívots rivales; el segundo, jugar directamente sin interiores natos, es decir usar aleros que ejerzan ese tipo de funciones.

Clint Capela es un excelente jugador y de hecho fue un factor decisivo en el éxito ante Wolves y Jazz. Pero ambos son equipos mucho más corrientes que los Warriors en lo que a estructura se refiere. En plenitud, el suizo sería un arma valiosa para soportar el estilo de Golden State, entregado desde el inicio al uso de formatos pequeños, con Draymond Green como cinco y descartando el uso de jugadores como Pachulia o McGee, los pívots de un perfil más tradicional con los que cuentan. Pero si Capela no encuentra ese estado de forma, su utilidad (existiendo) se reduce.

Los Warriors han usado su ‘Death Lineup 2.0’ (Curry-Thompson-Iguodala-Durant-Green), el formato más competitivo que tienen, en 55 minutos de serie durante tres partidos, ya que en el cuarto no pudieron por la baja de Iguodala. Por contextualizar, en todos los playoffs del año pasado lo emplearon sólo 65 minutos. Sin embargo ante los Rockets su parcial ha sido favorable únicamente por tres puntos en ese tramo. Conociendo los antecedentes de dominio de ese quinteto (por ejemplo le metieron 54 puntos de diferencia a los Pelicans en 54 minutos en la eliminatoria anterior), se podría considerar un gran dato para Houston.

El cinco inicial de Houston (Paul-Harden-Ariza-Tucker-Capela), arma atómica hasta este enfrentamiento, está sucumbiendo ante los Warriors (-17 acumulado), por lo que la alternativa pasa a ser aumentar aún más la versatilidad en cancha. ¿Cómo? Arriesgando. La alternativa con Ariza y Tucker de interiores, sumando además Gordon en el perímetro junto a Harden y Paul, lleva al extremo la idea de polivalencia en las funciones de los jugadores atrás. Ese formato, donde sólo Ariza pasa los dos metros de altura (y exige plenitud atrás tanto a Ariza como a Tucker), tiene sus virtudes (agresividad y ayudas) y defectos (menos protección de aro y rebote). Ese formato está superando a los Warriors en su tiempo en pista hasta el momento (+9).

Golden State y Houston se inutilizan mutuamente perfiles de interior, porque ambos explotan el mismatch como ningún otro equipo en la Liga. Eso tiene como consecuencia reducir las rotaciones (Anderson y Nene han desaparecido, como West, Pachulia y McGee) y usar casi de forma exclusiva a jugadores versátiles que no puedan ser atacados constantemente pero, al mismo tiempo, alimenta la alternativa de competir con quintetos que parecen kamikazes, como el citado de los Rockets que está funcionando. Para sobrevivir ante los Warriors se debe encontrar un disfraz apropiado a la hora de camuflarse entre esos quintetos sin pívot y plagados de aleros. A Houston podrá funcionarle mejor o peor, pero el disfraz lo tiene.

Sobrevivir al tercer cuarto y las rachas fulminantes

Los Warriors son el equipo que más y mejor castiga al rival con parciales. Una excelente pieza de Baxter Holmes hace unos días ponía números a la barbarie, reseñando que el equipo de Kerr había propinado, en cuatro años, más de 250 parciales de 10-0 en partido. Puedes pensar que en cuatro años hay muchos encuentros, y efectivamente los hay, pero la muestra es absolutamente demoledora. En uno de cada dos partidos tienen ese tipo de erupciones.

El parcial de los Warriors puede acontecer en cualquier momento y cuando llega funde rivales, porque levantarle rentas al cuadro de Oakland es extremadamente complejo. Pero también encuentra patrones. Y el más conocido es el del tercer cuarto, su momento predilecto para destrozar partidos. Pongámosle también cifras, para entenderlo mejor.

Durante estos playoffs, los Warriors superan a sus rivales por 29 puntos (cada 100 posesiones) en los terceros cuartos (7 de media por partido), con abismal diferencia mejor marca de la Liga. No es casual, durante la fase regular los Warriors le sacaron 18,5 puntos a los rivales (también cada 100 posesiones) en esos períodos, un dato que doblaba… al segundo mejor equipo en ese tramo.

El principal reto que plantean esos hechos es la necesidad de encontrar una resistencia mental heroica. Comportarse como un equipo inquebrantable cuando llegue la tempestad (y con los Warriors casi siempre llega) es algo necesario para competir ante semejante rival. El cuarto partido los Rockets vivieron un inicio durísimo (12-0) y después fueron ajusticiados por Curry en el tercer cuarto. Podían haberse ido del encuentro. Pero en ambos casos fueron capaces de reengancharse.

Curry es quien más enciende el clima competitivo de su equipo. En palabras de Green, quien eleva la energía. En las de Durant, el que trata de acabar con el rival asestando la última puñalada. Los Rockets son conscientes de la imposibilidad de apaciguar siempre esa furia exhibida en parciales. “Ellos van a tener sus rachas, no hay nada que puedas hacer ante eso. Pero nuestra idea es mantenernos en el partido, seguir respondiendo”, reseñaba D’Antoni. Pero sí deben gestionar su impacto posterior.

Efectivamente Houston no puede evitar con total seguridad que Curry meta un par de triples de ocho metros y Durant encuentre tres suspensiones fáciles. Los parciales con los Warriors suceden en un pestañeo. La cuestión es ser capaz de, intentando detenerlos, normalizar cuando llegan y saber encajar las consecuencias sin perder el foco. Los Warriors obligan a una tensión altísima durante 48 minutos. A menudo esa tensión se traduce en errores o pérdidas de concentración, circunstancias mortales ante el equipo más preparado de la historia para romper partidos en poco tiempo. Pero pasar ese reto mental resulta imprescindible para vencerles.

Equilibrio entre promover y aguantar el uno contra uno de Durant

Puede sonar extraño, pero a Houston (y a cualquier otro rival) quizás le interese que Durant abuse de sus propias situaciones ofensivas. Resulta obviamente una medida peligrosa, ya que no existe un defensor perfecto para Durant en esta eliminatoria (y difícilmente existe en el mundo, exceptuando un par de nombres), pero que él encuentre sus aclarados asiduamente tiene una consecuencia indirecta en su equipo: desconecta al resto de la acción. Se trata de, como reza la expresión, elegir el veneno que deseas tomar.

En otras palabras, Durant puede ganar los partidos. Es uno de los mejores anotadores que se hayan visto jamás. Pero los Warriors tradicionalmente alcanzan su pico de nivel cuando encadenan situaciones colectivas a mucha velocidad. Lo que Steve Kerr denomina ‘flow offense’ sucede cuando Golden State toma vuelo en su circulación de balón y de hombres sin él. Cuando son los cortes a canasta, los bloqueos indirectos y los pases a la mano las jugadas que más predominan. Y no cuando lo es el aclarado o situaciones básicas de pick&roll. Los Warriors han elevado mucho su uso en estas dos últimas situaciones durante esa eliminatoria, algo no habitual para ellos y que puede interpretarse como un pequeño triunfo de los Rockets.

El cuadro dirigido por Mike D’Antoni prefiere el aclarado. Algo después veremos por qué. Pero Golden State es un equipo con cuatro All-Stars (cinco contando a Iguodala), en el que todos ellos pueden crear ventajas desde el bote. Esa excepcionalidad provoca que sea beneficioso para el rival evitar todo tipo de secuencias colectivas, incluso a riesgo de permitir a jugadores como Durant o Curry castigar desde el uno contra uno.

Houston es un equipo bien preparado en cuanto a versatilidad defensiva y aunque pueda sufrir ante el mismatch para Durant o Curry —como sufriría cualquier equipo mortal—, resulta siempre mucho más complejo defender ataques mucho más elaborados que exijan plena atención de cinco hombres a la vez. En ese tipo de sistemas, un error es una bandeja fácil para Golden State. En un aclarado, cabe opción de ayudas mientras, a la vez, se implican menos elementos de ataque de los Warriors.

Los Rockets mejoraron aspectos defensivos a la hora defender secuencias de bloqueos (o fintas de bloqueo) en el cuarto partido, sostuvieron mejor las ayudas y tuvieron una excelente comunicación defensiva durante muchos tramos. Su último cuarto, en ese sentido, fue soberbio. Pero mantener ese nivel todo el tiempo es, nuevamente, extremadamente difícil. Por ello todo lo que sea invitar a los Warriors al recurso fácil, mismatch y aclarado, va en su beneficio a medio plazo.

Ritmo, pérdidas y secundarios: el otro juego

Cumplir todo lo anterior no es nada fácil. Pero hay mucho más, no vayan a pensar. Ganar cuatro veces a estos Warriors en dos semanas es uno de los retos más complejos imaginables. Y lograrlo pasa por multitud de aspectos. Dos de los más importantes, a nivel de juego global, son la gestión del ritmo y el volumen de pérdidas. Y los motivos son simples.

Bajar el ritmo de partido supone reducir situaciones de transición para el mejor equipo en ese arte del último lustro. El cuarto encuentro de la eliminatoria se disputó por debajo de 95 posesiones, en muchos tramos el ritmo estuvo incluso por debajo de las 90. Houston puede vencer a los Warriors jugando más rápido, si encuentra el día idóneo en su tiro exterior y los Warriors no ofrecen plena atención atrás. Pero lo normal es que ante los Warriors se necesite anestesiar los encuentros, puesto que a un intercambio constante de golpes resulta muy complejo batirles (hablamos de batirles cuatro veces en dos semanas, insisto).

Otro punto clave, y relacionado con el anterior, es controlar las pérdidas de balón. Por un lado porque no hacerlo contribuye a aumentar el ritmo, por el otro porque la gestión del ataque es extremadamente importante. Y es ahí donde el aclarado cobra un peso especial.

Visualmente puede resultar incómodo asistir a situaciones de aclarados permanentes, por el hecho de simplificar el juego al extremo. Pero en realidad para Houston tiene mucho sentido si consideramos tres factores: el aclarado limita la cantidad de pases (y por tanto la opción de perder en ellos el balón), los Rockets poseen un espacio ofensivo fantástico (muchos tiradores, gran ocupación de las esquinas) que facilita su éxito y, por último y esencial, son históricamente buenos en ese apartado.

Houston ha firmado este curso la mejor temporada de la historia en lo que a productividad de aclarados se refiere, con 1,12 puntos producidos por posesión en esas jugadas y un volumen inmenso de acciones (más del 14% de jugadas llegaban así), principalmente porque Harden ha firmado la campaña más exitosa de siempre en ese apartado del juego (1,22 puntos por posesión) y Paul es también otro maestro en ello.

Los Rockets no buscan a Curry en cada ataque por casualidad, lo hacen porque supone el inicio más óptimo para su secuencia ofensiva. Entre aquellos jugadores con al menos cuatro aclarados por partido en playoffs, Paul y Harden están siendo los más productivos de la Liga, por delante de LeBron James, Durant, Giannis Antetokounmpo o Donovan Mitchell. Y uno al final busca explotar aquello en lo que destaca.

Si bien a Golden State no le conviene abusar del aclarado, a los Rockets no les tuerce el gesto hacerlo. Porque tienen menos generadores y jugadores capaces de tomar muchas decisiones con balón en jugadas de ‘acción-reacción’. En otras palabras, los Warriors son un equipo preparado para que muchos hombres interactúen y se muevan en poco tiempo. Los Rockets funcionan de un modo diferente, tienen dos creadores muy marcados y el resto de jugadores asumen funciones mucho más concretas. Siendo mucho más visual la primera opción, la segunda es respetable cuando hablamos de competir. Y más ante el equipo mejor armado que se recuerda.

Este hecho, no obstante, también debe ser cuidado. Porque si bien para vencer a los Warriors cualquier rival necesita estrellas, jugadores que ofrezcan su mejor versión y lideren en situaciones comprometidas, del mismo modo también se requiere activar a secundarios, con el fin de que también ellos muestren su nivel más óptimo. El equilibrio entre el aclarado y dar valor a los secundarios es vital.

La rotación ante Golden State normalmente va a reducirse a la mínima expresión por pura necesidad. Se comentó anteriormente, los Warriors inutilizan piezas de cada plantilla rival porque pueden ponerlas en evidencia con sus formatos pequeños y dinámicos. Pero esa rotación, por corta que sea, debe responder. Houston tiene en Ariza y Tucker dos ejes defensivos que, además, pueden aportar tiros abiertos. En Gordon una descarga ofensiva para Paul y Harden. Y en Capela el interior necesario para guardar la compostura en protección de aro y rebote. Con el añadido de Green para dar un respiro en las alas, otro jugador de rol muy concreto (aportar energía atrás y lanzar de tres), todos deben responder.

De no hacerlo, las opciones se reducen drásticamente. Incluso sin Iguodala, una pieza básica para la estructura colectiva de Golden State, y con los Rockets en el mejor nivel defensivo de la temporada (además de con Harden y Paul pletóricos en ataque), el cuarto partido de la serie se resolvió en el minuto final, con última posesión para empatar. Es decir los Warriors lo exigen todo durante todos los minutos. De ahí la enorme complejidad del desafío.

Golden State va a necesitar a Iguodala de vuelta, va a necesitar en realidad aplicar el mejor de sus niveles para ganar esta eliminatoria. Y eso justamente refleja, de forma indirecta, hasta dónde llega el nivel de los Rockets, capaces de sembrar la duda razonable de poder lograrlo.


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