La ciudad de Phoenix ha amanecido este viernes con un sabor agridulce en el paladar. Los Suns han completado una trayectoria inmaculada en la burbuja de Orlando pero no ha sido suficiente. Ocho victorias en ocho partidos. En Arizona no presenciaban una racha positiva tan amplia desde 2010, cuando encadenaron diez triunfos entre marzo y abril con Steve Nash todavía en el equipo. Sin embargo, aterrizar en Disney World con el peor balance de toda la Conferencia Oeste ha supuesto una losa demasiado pesada.
Los principales analistas les otorgaban menos de 1% de posibilidades de acceder a los playoffs. Bleacher Reportera todavía más tajante y vaticinaba un pleno de resultados pero en un orden inverso: ocho derrotas. Finalmente, un Damian Lillard en estado de gracia y el despertar sobre la bocina de Memphis Grizzlies les han privado de un premio que merecían. Nadar para morir en la orilla, sí, pero el camino que se abre ante ellos es ahora próspero.
El trabajo colectivo dirigido por Monty Williams ha sido excepcional durante las últimas semanas. La llegada del técnico de Virginia bajo el amparo del general manager James Jones ha supuesto un aire de fresco en la cálida Arizona. Todo ello a pesar de que las decisiones del ejecutivo despertaron un gran escepticismo durante el verano.
No obstante, el inesperado éxito cosechado no se entendería sin el paso adelante dado por Devin Booker. El escolta, a sus 23 años, avisaba antes de la reanudación de sus intenciones, aunque sus palabras parecían más un mensaje de apoyo y unidad hacia sus compañeros que una verdadera declaración de guerra.