La gran mayoría de nosotros estaría encantado de que su compañero de trabajo, ese con el que pasa el grueso de su jornada laboral, se llamara Joe Ingles. Es muy posible que haya otros Joe Ingles en el mundo pero el que todos conocemos viste de corto en una Salt Lake City que desprende aroma a renovación y emergente modernidad. O al menos eso es lo que se comenta entre los aficionados tras la inesperada llegada de Dwyane Wade a la cúpula propietaria junto a Ryan Smith.
Dependiendo de a quien le preguntas, la imagen del australiano difiere mucho. Con Ricky Rubio ya había coincidido durante su estancia en el FC Barcelona. En su reencuentro en Utah lo definió como “un buen amigo” y todavía mejor padre. Porque Joe conoce muy bien las vicisitudes que desprende la paternidad. Su hijo de cinco años, Jacob, es autista y sufre alteraciones en la regulación del sistema inmunológico. Una patología que puso en duda hasta última hora su participación en la burbuja de Orlando.
Ingles siempre había desprendido un aura divertida. Esta debilidad debido a la dolencia de su hijo le hizo sentir más humano que nunca. Pero también mucho más desenfadado y abierto a sus compañeros. Para Rudy Gobert siempre ha sido ese “granjero de 40 años” que madruga cada día para cumplir sus tareas campestres en lugar de un jugador habituado a superar sus bloqueos. Una habilidad que ha desarrollado paulatinamente desde su llegada al equipo en 2014 a pesar de que Donovan Mitchell insiste en llamarlo “anciano.”