Kevin Durant, con el legado a rastras

La penosa temporada de los Phoenix Suns vuelve a poner a Durant en tela de juicio. Sea o no justo.

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Por David Sánchez

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Gonzalo Vázquez, Andrés Monje y su programa El Reverso acumulan (en el momento de escribir esto) 269 clases maestras en forma de episodios. Condición que reciben por la profundidad periodística que alcanzan, recogiendo las fuentes más recónditas, pero también por la sensibilidad con la que escogen y tratan los temas. En sus inicios, el programa tenía un espíritu atemporal que, habiéndose conservado con el tiempo, ha tendido a circunscribirse más a la actualidad con el paso de los años. 

Aquellas primeras temporadas, rescataban de vez en cuando el caso de una figura aislada en la liga para arrojar luz sobre su vida. Que no es otra cosa que encontrar razones para empatizar con personajes como Kendrick Perkins, J.R. Smith, Jason Williams o Marcus Smart. Gonzalo y Andrés bordan cada tipo de programa al que se aproximan. Pero estas historias tienen un valor especial por ser apologías conscientemente a contracorriente. 

Este año perfectamente podrían haber dedicado un programa al desastre de los Phoenix Suns. La plantilla más cara de la historia que esta misma noche ha certificado su ausencia en postemporada. Sin embargo, quisieron centrarse en Kevin Durant y echarle un capote a su figura. Tanto por lo complejo de su personalidad, de un interés mayúsculo por lo extraño de su transparencia emocional, como por lo obvio: su intachable nivel y peso histórico en el juego. 

El batacazo, leitmotiv en la carrera de Durant

Los Suns del Big Three son un fracaso rotundo. Y, seguramente, Durant tenga parte de responsabilidad en ello por mucho que sea el único al que salvar de la quema en estos dos últimos cursos. Su salida parece cantada y lo más probable es que acabe vistiendo su quinta  camiseta (seis si contamos la de los Supersonics) en la NBA y la tercera en apenas cuatro temporadas. Argumentos que en ningún caso explican el revisionismo que de un tiempo a esta parte afecta al alero. 

Tomemos por ejemplo este post con un millón de visualizaciones, 34.000 me gustas y mil retweets (lo siento, me niego a utilizar el término repost). Lo único que dice de forma explícita es que Durant formó parte de tres superequipos fallidos. Pero no seamos ilusos. Lo que apunta es a la responsabilidad de KD en sendos fracasos. Omitiendo, claro, su triunfo rotundo en Golden State Warriors donde, a pesar del inmenso peso de Stephen Curry, no había demasiadas dudas con quién era el mejor de los dos en la época. Teniendo argumentos incluso para considerarle el mejor jugador del mundo en tramos de su estancia allí. 

¿Fracasó OKC?

Para empezar, tachar de fracaso a los Thunder de inicios de la década pasada es osado. Llegar a unas finales de la NBA con un equipo cuyo líder y núcleo duro tenía 23 años o menos y perderlas en seis partidos ante el evidente mejor equipo (y jugador) de la NBA es un triunfo a todos ojos. El fracaso estuvo en no poder mantener dicho núcleo unido en verano por ‘tener que elegir’ entre Serge Ibaka y James Harden

De todas formas, es bastante improbable que Harden o Russell Westbrook hubiesen sido los jugadores que más tarde conocimos de haber permanecido todos unidos. Siendo un súper equipo a posteriori y no tanto en el momento. Se habla menos, claro, de que forzaron siete partidos a los Golden State Warriors del 73-9. O de que tras la salida de Durant en 2016 el equipo no volvió a superar la primera ronda hasta el año pasado. 

Omitiendo la etapa en la Bahía como tantos se esfuerzan en hacer, se llega al tramo de mayor injusticia y reescritura de la historia de Durant. Los Brooklyn Nets. Aquel equipo, al que sí se puede tachar de fallido, tiene en las lesiones y las peripecias extradeportivas de Kyrie Irving uno de los mayores what ifs de los últimos tiempos. 

Culpar o responsabilizar a Durant de la caída del proyecto resulta incluso mezquino. Sobre todo teniendo en cuenta que, prácticamente en solitario (Irving fuera y Harden hecho jirones), lleva a siete partidos a los Milwaukee Bucks (a la postre campeones) en una serie a la altura de muy pocos a nivel histórico. Tener un 51 de pie le separó de la hazaña. En ese momento y durante toda la temporada, KD es el mejor jugador del mundo a cierta distancia del segundo. 

Fue a partir de ese curso que a Durant, ya entrado en años y con una lesión de Aquiles en el macuto, se le exigía cada vez más a ambos lados de la pista. Y, viendo la histórica eficiencia que logró en la 22-23 (29,1 puntos con 50/40/90 en los porcentajes entre Nets y Suns), casi parecía lo natural. Pero no lo es. 

Son incontables los partidos entre esta y la pasada campaña en los que el alero ha sido el mejor atacante y defensor de los Phoenix Suns. Teniendo que mantener su excelencia ofensiva a pesar del empobrecimiento de la estructura que le rodea mientras tapa los infinitos huecos que dejan los de Arizona tanto en la defensa exterior como en la interior. Para más inri, será el más señalado de una agonía final en la que él no ha tomado parte por lesión. Por cierto, es el único jugador de los Suns con récord positivo en los partidos que ha disputado y, de lejos, el que mejor diferencial presenta cuando está en cancha entre las presuntas estrellas del equipo. 

Legado vs realidad

Esto me lleva al debate que quería plantear desde el principio: el que revolotea en torno a la idea de que el legado que el imaginario popular guarde de Durant puede ser el que más lejos se encuentre de su impacto real en el juego y la historia de la liga. Dadas las condiciones en las que se dieron sus campeonatos (si no puedes con ellos, únete) y el discurrir de sus temporadas posteriores a los Warriors, la narrativa mayor siempre va a devorar al contexto concreto de cada supuesto fracaso. 

Se me ocurren pocos nombres comparables. Acude a la mente Moses Malone como mayor representante de un arte olvidado y el más flagrante caso de falta de reconocimiento en la eternidad. Julius Erving por construir su leyenda lejos de las siglas NBA. Tim Duncan por su perfil bajo. Y poquitos, muy poquitos más. Si el presente ya es injusto a la hora de valorar la figura de Durant, ¿qué no será un futuro que tiende a olvidar los detalles para quedarse con lo más banal y superfluo? 

(Fotografía de portada de Rick Scuteri-Imagn Images)

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