No es baloncesto

Un comportamiento que no debería tener cabida.

Lo he comentado por encima en Twitter después de ver el partido: estoy muy cansado del Joel Embiid – Karl-Anthony Towns. Y ya sé que muchos me vais a decir que son lances del juego, que el baloncesto es un deporte de contacto y que, en la NBA de hace unos años, Ben Wallace se reiría de lo que voy a escribir a continuación (esto último ya me lo han insinuado en Twitter esta mañana, con razón). Pero dejad por favor que intente explicar por qué creo que, en este caso, el conflicto ha dejado de ser deportivo. Y, en consecuencia, es un ejemplo lamentable.

El pique viene de lejos. Llevamos años marcando en rojo los partidos entre Sixers y Timberwolves por el duelo Embiid-Towns. Pero, en algún punto del camino (entre trash talk habitual y los golpes posteriores en redes sociales), se ha perdido por completo el duelo baloncestístico.

Ayer se enzarzan mediado el tercer cuarto y 20 arriba Philadelphia (sí, 20 arriba…). Embiid va a hacer un dos contra uno sobre Towns y éste pierde el balón. No sé si alguien dice algo, imagino que sí. Y tampoco sé quién empieza a bracear.

Son dos auténticas montañas, prácticamente imparables, insostenibles, que terminan separadas, antes de que el asunto pase a mayores, entre compañeros (rapidísimos Ben Simmons y Jeff Teague) y entrenadores.

Hasta aquí, un pique deportivo. Sobre la cancha y típico de un deporte de contacto como el baloncesto, en el que se miden cara a cara competidores natos que intentan habitualmente sacar del partido al rival. Nada que decir. Pero a partir de ese preciso instante, desde que ambos se separan, no hay deporte.

Embiid sale de la tangana sonriendo y busca en su banquillo cómplices que le rían la gracia (encuentra a Mike Scott). Lo he conseguido. Está realmente orgulloso de sí mismo. Empieza a lanzar puñetazos al aire, imitando a un boxeador, y no para de sonreír.

En el otro lado, Towns habla con sus compañeros y técnicos, siempre de espaldas al banquillo de los Sixers mientras Joel sigue riendo sin parar e incluso se para a esperar la decisión de los árbitros de brazos cruzados, mirando hacia el banquillo de los Wolves con postura desafiante.

Llega la sanción y, como no podía ser de otra manera, ambos acaban expulsados. Towns se marcha enfadado, cabizbajo y acompañado por un miembro del cuerpo técnico de los Wolves que intenta minmizar daños y sacar a su jugador de allí cuanto antes. Embiid se ríe, salta, grita… Pide el apoyo de la afición y se marcha hacia el vestuario entre vítores, lanzando puñetazos al cielo contra un saco imaginario.

Reivindica que todo es cosa suya, que es el arquitecto del pique. Y entiende la pelea como una consecuencia normal que hasta le apetece. O esa es la sensación que quiere hacer llegar a sus compañeros y su público. Es la sensación que llega a todo el mundo que estaba viendo el partido o que verá las imágenes después.

Y, por si todo esto fuera poco, cuando acaba el encuentro vuelve a sacar el móvil a pasear. Para que nadie, absolutamente nadie, pase por alto lo que acaba de pasar. Ataca de nuevo a Towns, insulta y le dice al mundo entero que él es más que el otro (metiendo, por cierto, a su madre de por medio). Sin duda, un gran ejemplo de comportamiento deportivo para toda la gente que le sigue. Para todos lo chavales que quieren ser como él. Para todos los jugadores de colegio o instituto.

Towns contesta con su propio post, negando los comentarios de Embiid y con iconos de payaso. Pero hay más… Embiid vuelve a atacar, no puede consentir que otro diga la última palabra. Y esta vez ataca aún más fuerte: un párrafo entero con varios insultos directos a la yugular que termina con un ‘I OWN YOU‘ (me perteneces/te tengo/soy tu dueño) y que él mismo comparte de nuevo por si alguien se lo había perdido. Que todos mis amigotes y mis seguidores vean cómo insulto una y otra vez a esta persona. Porque estoy orgulloso. De nuevo, un gran ejemplo.

En fin, que no es deporte. Que el deporte se juega sobre la cancha, en este caso (el baloncesto) sin ring y, pese a los inevitables roces fruto del contacto, debería mantener ciertos valores. Todo lo demás, desde las risas y los puñetazos al cielo hasta los vítores, los insultos y las amenazas posesivas, son claros intentos abuso que no deberían tener cabida.

Lo de hoy ha sido bochornoso. Y ha podido ser mucho peor. Un comportamiento de matón, abusón, que no deberíamos alimentar de ninguna manera. Es el peor ejemplo posible. Y, en mi opinión, no tiene nada que ver con este deporte.


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