Un agujero tamaño Hall of Fame

Carmelo Anthony ha sido siempre mi jugador favorito. Os lo cuento para que entendáis lo que me duele escribir estas líneas.

Tengo 27 años y, aunque mi primer contacto real con la NBA corrió a cargo de los Lakers del 2000, me enganché definitivamente y sin vuelta atrás con el campeonato nacional de Syracuse y la generación de 2003 (qué generación, por cierto).

Y no era de ‘El Elegido’ LeBron. Tampoco de Dwyane ‘Flash’ Wade. Era y seré siempre de Carmelo. Me enamoré del talento puro, de uno de los lanzamientos en suspensión más estéticos que ha visto esta liga. Me enamoré de ese anotador que el día de mañana verá su nombre introducido en el Hall of Fame.

Y precisamente por eso, porque ha sido siempre mi jugador favorito, la columna de hoy me resulta especialmente dura…

Qué desastre. Qué agujero.

La temporada pasada fue el principio del fin. Rol de tercera espada en unos Thunder que no cumplieron las expectativas y que terminaron quitándose de encima el altísimo contrato de una estrella estrellada. Fueron capítulos dolorosos, los primeros de un último libro que no tiene pinta de remontar.

Tras su traspaso a Atlanta, Melo llegó a Houston para jugar con Chris Paul (son grandes amigos) y James Harden. Un segundo intento de pelear por algo grande en el oeste. Y aun siendo cierto que los minutos del alero habían sido un dolor de muelas para la defensa de los Thunder y que los Rockets habían perdido precisamente ahí (Ariza-Mbah a Moute), en el lugar menos indicado para recibir la ayuda de Melo, muchos pensamos que Harden y Paul podían conseguir que viéramos, ahora sí, la versión olímpica del alero. Un segundo intento… Nada más lejos de la realidad.

La Liga vuela en otra dirección

Carmelo ha tenido un par de buenos partidos, y tendrá una decena más durante la temporada. Pero es tan irregular como inconsistente. Le cuesta encontrar su sitio, sus tiros. No está acostumbrado a esperar, se precipita… 40% de acierto en los tiros (ya está en los porcentajes de la temporada pasada…), 32% en los triples, 68% en los libres y esa sensación… Esa sensación de que van todas contra el hierro, de que aquello no tiene arreglo. ¿La realidad? En tiempos de analítica, Carmelo es de lo menos eficiente que expende ahora mismo la NBA.

Pensamos, con Paul y Harden lanzará solo desde las esquinas y se podría hinchar. Y podría pasar. Pero para eso tendría que encontrar él primero las esquinas… Lanza 6,1 de sus 6,4 triples por partido desde la parte frontal. Desde donde siempre…

Y todo esto es gravísimo. Más de lo que parece, incluso. Porque es lo único que le queda. En defensa, los años, el físico y la evolución de la Liga le han dejado en punto muerto. Carmelo, que en su día fue un mismatch constante e imposible para sus defensores (una pesadilla…), ahora es una puerta abierta de par en par, un pasillo recto y sin obstáculos para sus atacantes (pesadilla también… pero esta vez para su propia gente).

Los que no le ganan por velocidad, le ganan por cuerpo, por potencia, por salto, por envergadura o por ganas. Los partidos, sencillamente, le pasan por delante. La Liga vuela… Y él lo intenta en dirección contraria.

Hace unos años, Carmelo hacía a sus equipos ocho/diez/doce puntos mejores en ataque con su presencia. Y no importaba que perdieran un poco en defensa. Ahora es al revés. Hace ocho/diez/doce puntos peores a sus equipos en defensa. Y no está ni cerca de compensarlo en ataque. Así que, como os cuento con todo el dolor de mi corazón, Carmelo es ahora mismo, y parece que sin remedio posible, un agujero de tamaño Hall of Fame.


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