Blake Griffin apenas ha estrenado lo que va a ser su primera temporada al completo en los Pistons. Es 23 de octubre de 2018 y estamos en Detroit. Frente a frente, un duelo con sabor en el Este, pues se miden los Pistons y los 76ers, dos míticos de todo esto, cada uno en un momento diferente. Philadelphia es una franquicia inmersa en su presente y su futuro, The Process, ya saben, mientras que los de Michigan caminan por esa pasarela tan fina que a veces marca la frontera entre lo que fuiste, lo que eres y lo que pretendes ser.
Digamos que esto último se puede aplicar a Griffin, 29 años y nueve cursos en la NBA, que son diez desde que fuera elegido número 1 del Draft de 2009. No mucho tiempo atrás, en lo que parecía que podía ser un día cualquiera de enero, el de Oklahoma City había sido traspasado desde sus amados Clippers a los Pistons. Los angelinos, que le habían prometido amor eterno en julio de 2017, con una renovación de 171 millones de dólares por cinco campañas, se deshacían de su emblema, de su hombre franquicia apenas medio año después. Así son las pasiones de verano a veces, que cuando llega el invierno lo enfrían todo.
A Griffin, al que le hicieron ver en los Clippers que era de los suyos, hasta el punto de prepararle una especie de ceremonia como maniobra final para que comprobara su fidelidad con él, le obligaban a cambiar Los Angeles por Detroit apenas estrenada esa renovación. La próxima vez que alguien juzgue o se envenene porque un determinado jugador decida sobre su vida, que revise casos como este sobre el que escribimos. Que sí, que 171 millones de dólares lo hacen todo más digerible, pero…
Volvemos a Detroit, 23 de octubre de 2018. Griffin no ha cumplido la treintena y se le ve casi mejor que nunca. Su compromiso, su idea de liderar a los Pistons, es total. Parece que los castigos físicos que le han hecho penar durante buena parte de su carrera, a pesar de lo cual fue durante un tiempo un All-Star casi perenne, le están dando un respiro. Griffin ha decidido exprimirse esta campaña 2018-2019. Está sano. Su cuerpo responde.