Adiós con los deberes hechos

No existe el momento adecuado para una lesión, pero éste no ha podido ser más inoportuno. Con visión de túnel y ciñéndonos al partido de anoche, porque Ricky Rubio era el único capacitado para detener la sangría. No solo desde la sabiduría que le ha caracterizado siempre para no caer en las prisas y buscar la mejor de las pizarras, agotando el bote hasta localizar al compañero liberado o al hombre clutch; sino porque en los últimos tiempos, él mismo había adquirido ciertos instintos de dicho hombre clutch con una seguridad y, sobre todo, una puntería insólita en él en los momentos calientes.

Desde una perspectiva más amplia, porque Ricky Rubio nunca antes en su carrera había merecido ser All-Star, y ahora, aunque tampoco iba ser escogido –porque point guards más resolutivos y estelares que él en la NBA no faltan– estaba dando por fin el nivel.

Si bien Garland se perfila ya como la estrella emergente de los Cavaliers y Jarret Allen como el pívot caro que terminará por ser barato, resulta imposible imaginar a estos Cavs en su actual puesto en la clasificación, luchando por el liderato del Este, sin la contribución de un Rubio que, aunque ahora líder de la segunda unidad, estaba siendo, por rendimiento, más titular que nunca.

Anoche, Ricky, en un duelo pletórico a título individual, era la personificación de todo aquello en lo que se ha convertido últimamente cuando aflora en él la confianza o siente que el peso de los galones le embriaga. Y estaba siendo él con todo lo que ello implica, también lo malo: esto es, un par de airballs liberados desde el triple con la muñeca en plena ebullición, o la incapacidad para marcharse de su par porque su despliegue físico, a pesar de nunca haber sido tan alto ni atreverse tanto con los crossovers, sigue lejos de la élite y donde incluso los cabras locas más anónimos (Jared Harper, ayer por NOLA, en el último cuarto) poseen mejor tren inferior que él.

Pero con ello, Ricky estaba siendo incisivo y decisivo no solo por lo bonito de su boxscore, donde rozaba el triple-doble y atrapaba rebotes con el poder de un imán, sino porque daba la impresión, como lleva haciendo todos estos meses, que cederle el balón era la mejor opción para que la jugada tomase el flujo correcto, ya fuese desde la unilateralidad convertida en tiro, o desde un pase definitivo ahora que sus rivales han dejado de flotarle, haciendo de su IQ facilitador un bien más preciado de lo que lo ha sido nunca.

2012: la historia se repite

Aquel 8 de marzo de 2012, el base español estaba también viviendo de cerca el cenit de su juego y coqueteaba con la regularidad que tanto siempre le ha costado encontrar. Esa vez, como en esta ocasión, la lesión se produjo prácticamente de la nada, sin ninguna caída aparatosa ni choque brusco con él rival. Aunque quizás, defender a Kobe Bryant sea razón suficiente para que todo tu cuerpo colapse.

El ligamento cruzado de su rodilla izquierda se rompió aquella noche aciaga en el Target Center, arrebatándonos, para siempre probablemente, la versión más artística, gamberra y callejera de ese joven playmaker a quien comparaban con Pete Maravich.

Ayer, como líder maduro y consciente de unos jóvenes Cavaliers, donde ahora es él el veterano y su magia con el esférico y los pases ciegos por la espalda no son más ahora que brochazos esporádicos, limitados a cuando es la propia jugada, y no el público hambriento de hype, la que lo demanda, esa misma rodilla izquierda volvía aguarnos el té y, todo indica, que la mejor campaña de Ricky Rubio en once años de trayectoria NBA. Brillando como nunca en el que apuntaba a su proyecto más anodino y se estaba convirtiendo, con mucho, en el más fabuloso sorprendente, con el catalán en un rol más rico e irreemplazable que el que pudo ostentar en Jazz o Suns como equipos de playoffs.

Ahora, a los ateos, no nos queda más que entregarnos a la fe politeísta y rezar a cuantos más dioses mejor, para que todos los augurios catastróficos que copan los titulares queden en algo ‘no tan grave’ y nos haga soñar con un regreso de Ricky esta misma temporada y, por pedir que no quede, cerca de este apogeo físico y mental que tantos años de esfuerzo, obstáculos e insistencia, le había costado alcanzar.

Pase lo que pase

De todos modos y dicte lo que dicte el parte médico, hay ya tres cosas que ya no podrá evitar ni el peor de los diagnósticos: el cariño incondicional de su familia de vestuario, personificado más que nadie en Kevin Love, pues Ricky, antes que jugador, es un magnífico ser humano y se ha ganado el amor, en muy poco tiempo, del roster de los Cavaliers al competo; segundo, la percepción consciente del público del Rocket Mortgage FieldHouse de que el baloncesto en la cabeza de Ricky se mueve a más velocidad que muchas piernas de bases sobreexcitados con un cartel mayor en la liga; y por último, el respeto en forma de férreos marcajes que todo rival le prodiga, porque el MVP del pasado Mundial ha hecho acto de presencia en la NBA.

Un Ricky que por fin ha unido a su naturalidad para asistir, el poder de encestar.

Si el de ayer fue su último partido de la 2021-22, gracias Ricky Rubio por una temporada fantástica. De que volverás con fuerza, no tenemos duda; de que lo harás enamorando, con lo perfecto de tus imperfecciones, tampoco.

(Fotografía de portada de Stacy Revere/Getty Images)


EXTRA NBAMANIACS

Nuestro trabajo en nbamaniacs es apoyado por lectores como tú. Conviértete en suscriptor para acceder a beneficios exclusivos: artículos especiales, newsletter, podcast, toda la web sin publicidad y una COMUNIDAD exclusiva en Discord para redactores y suscriptores.