Ricky Rubio, irregular en su año de ‘expiring’

Tras la cuarta derrota ante los Rockets, los Utah Jazz pusieron el punto y final al curso 18/19, y con ellos lo hizo también Ricky Rubio. El base cierra así su segunda temporada en Salt Lake City, y comienza el que puede ser el verano más trascendental de su carrera, pues, ya en su madurez como jugador, le toca salir por primera vez a la agencia libre. En vista de esto, analizaremos su año para valorar su situación actual en la Liga.

Una temporada extraña

No ha sido un curso fácil para los Jazz, que no pueden evitar dejar un cierto sabor amargo en el cierre del mismo. Empezaron mal, víctimas de un calendario muy duro, pero a medida que este se fue suavizando comenzaron a encontrarse a sí mismos hasta terminar el año muy en forma y colarse en la quinta posición del Oeste. No obstante, la fortuna quiso que James Harden y los suyos fuesen su primer rival, lo que ha puesto un prematura final a su aventura en postemporada.

Lo cierto es que, aun asumiendo como previsible la derrota ante estos Rockets, un 4-1 (el famoso gentleman’s sweep), es un resultado más duro de lo esperado. No deja de ser un marcador un tanto injusto, pues su mejora con el paso de los partidos ha sido más que notable, pero ahonda en la sensación de que Utah se ha quedado a medio camino, de que no ha terminado de explotar tras la ilusión despertada el curso pasado. Y de esta sensación no está exento Ricky Rubio.

Siendo justos, esta es una sensación que ha marcado gran parte de la carrera del catalán, pero su llegada a Salt Lake City parecía haber puesto fin a esto. Tras salir por la puerta de atrás de Minnesota, el base encajó a la perfección en el proyecto de los Jazz, cuajó la mejor temporada de su carrera, disputó sus primeros playoffs, y apuntaba a que, por fin, llegaba su momento de brillar. Por eso este frenazo duele más que los anteriores, porque cuando podía aspirar al notable alto no ha pasado del aprobado.

En números

Pero hablemos ya de datos. Rubio ha acabado la temporada promediando 12,7 puntos, 6,1 asistencias y 3,6 rebotes, cifras que en sí no son muy diferentes a las de la 17/18, pero que han estado manchadas por la cierta irregularidad e inconsistencia que el base parecía haber empezado a abandonar. No es que haya habido un bajón, pero sí una falta de continuidad cuando había encontrado su sitio.

En lo que sí podemos hablar de decepción es en su tiro. Durante sus primeros años, este fue uno de los aspectos que más se criticó de su juego, pues su extraña mecánica y su escasa efectividad lastraban sus opciones ofensivas y dejaban muy claro cuál era el punto a trabajar. No obstante, su llegada a Utah permitió a Ricky exhibir los mejores porcentajes de tiro de su carrera (41,8% en tiros de campo, 35,2% en triples), números que sí que se han desplomado este curso.

El base ha terminado con un 52% de True Shooting, su marca más baja desde la temporada 14/15. Esto se ha debido especialmente a la caída de sus porcentajes en el triple, que han pasado a ser del 31,1% en el año en el que más se ha prodigado desde larga distancia.

Con todo, Rubio ha seguido siendo un jugador importante en los Jazz, donde se ha mantenido como titular indiscutible gracias a su aportación en defensa y en la creación de juego. Sin duda, en Utah tienen motivos de sobra para estar contentos con su trabajo, la cuestión es si lo estarán lo suficiente como para considerarlo una pieza imprescindible.

Bailando con la más fea

Ya en la postemporada, le ha tocado medirse al rival que actualmente todo el mundo quiere evitar. Ricky se ha encargado durante una parte importante de la eliminatoria de defender a James Harden, y ha tenido que hacerlo además de la forma poco convencional con la que Snyder ha tratado de frenar al escolta, negándole el triple a costa de regalarle la penetración. Esto no funcionó durante los dos primeros duelos, aunque el equipo se ha ido acoplando cada vez mejor y ha acabado recuperando excelencia defensiva con la que todos identificamos a estos Jazz.

En ataque, sus números han mejorado con respecto a regular season, pues ha pasado a promediar 15,4 puntos y 8,6 asistencias pese a que su acierto en el triple ha caído hasta el 20%. Aun así, sigue siendo difícil no rememorar sus playoffs de la temporada pasada, en los que se echó a la espalda a Utah en algunos partidos, especialmente el del triple-doble, y secó a Westbrook en otros. De nuevo, aunque se pueden poner pocos peros, es inevitable el sabor agridulce.

El contrato que acaba y el que viene

Ricky firmó en octubre de 2014 una extensión con los Timberwolves de 4 años que comenzó en la temporada 15-16, por la que ha recibido un total de 55 millones de dólares. Es decir, en las últimas cuatro temporadas ha cobrado una media de 13,75 millones anuales, cifra que no debe ser muy distinta de sus actuales aspiraciones.

Si bien vivimos en una época de grandísimos contratos y de jugadores muy sobrepagados, precisamente la existencia de estos hace que muchas franquicias se vean algo maniatadas a la hora de hacerse con complementos para sus plantillas. El catalán, bueno en muchos aspectos pero especialista en ninguno, llamará sin duda la atención de bastantes equipos, pero es posible que no despierte fervor en ninguno. Además, dado que nos acercamos a un verano con varios jugadores muy importantes en la agencia libre, parece que muchas franquicias irán con todo para tratar de hacerse con una megaestrella. Una vez decidido el futuro de estas, será el momento de que Rubio decida dónde continuar su carrera.

(Fotografía de portada: Gene Sweene Jr./Getty Images)


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