Ricky Rubio, representante del éxito y la resurrección

El base de los Phoenix Suns lidera a la selección hasta la final del Mundial 2019 después de atravesar una manada de problemas en los últimos tiempos

Muchos de los que vivimos lo de Japón, en 2006, sabíamos que sería imposible repetir aventura en la gran cumbre de un Mundial. Es que era imposible, a no ser que aquella añada legendaria de Pau Gasol y Juan Carlos Navarro volviera a exhibir aparato reproductor en 2010 o 2014. No fue así. Gratitud eterna, infinita, y tocaba moldear otra cosa con los rescoldos de lo anterior todavía templados. Nunca pensamos que volveríamos a vivir momentos semejantes aunque algunos jugadores permanecían en el equipo… No lo pensábamos ni siquiera hace siete días. Pero ocurrió en este Mundial 2019, cuando nadie apostaba un real.

Precisamente alguien que no participó en aquella remesa de oro mundial es ahora uno de los sujetos más representativos del equipo. Ricky Rubio supone el perfecto ejemplo de lo que sugiere toda la selección española, ahora y en el pasado reciente: superación, confianza, coraje, lucha, trabajo, compromiso, dedicación, solidaridad, ejemplo, esfuerzo, liderazgo, talento experiencia, complicidad, camaradería… Todo lo que cualquiera querría para sí, y para su prójimo, resumido en un equipo de baloncesto y en un jugador.

Con el cerebro popular todavía caliente, ni siquiera nos acordamos de su 1 de 8 en triples en la semifinales ante Australia; para qué. La gesta coral disimula cualquier lunar y lo convierte en corrección estética.

Tenía que ser precisamente Ricky Rubio, que tanto y tan intenso vivió en el pasado, uno de los cabecillas para pisar una final de Mundial por segunda vez en la historia. Y decimos tenía que ser porque el base de los Phoenix Suns manosea ahora momentos de vino y rosas, pero su carrera no siempre se instaló en la sonrisa permanente y el aplauso unánime.

Rubio vive seguramente el mejor momento de su libro profesional, iniciado en 2004 y aún no cuenta 30 años (28, de hecho). Pleno de confianza y grandes actuaciones, que se retroalimentan, la llegada del base de el Masnou a este punto de su vida deportiva se toma como culminación de un camino siempre atestado de lupas y complicaciones.

Dificultades de Ricky Rubio

Enredos varios empezando por su fulgurante llegada al profesionalismo. Rubio saltó el trampolín de los mejores a los 14 años y desde entonces convivió con la atención y expectación más absolutas. A los 17 ya burlaba a los Estados Unidos en la final de unos Juegos y aunque siempre fue un fuera de serie, nunca estuvo del todo a cobijo de las críticas.

Sus pobres porcentajes (llegó a 25,5% en triples en el curso 2014-15) de tiro tampoco cooperaron a curar su fama de lanzador deficiente; y su confianza e impacto tocaban fondo. Además, el episodio en el que perdió a su madre (con cáncer desde 2012 y fallecida en 2016) fue lo que remató una escalada de complicaciones sin precedentes en toda su vida. Todo estaba evolucionando mal. De manera grotesca.

Sin embargo, con todo el tesón, trabajo, esfuerzo y talento, Ricky revertió su crisis existencial y ahora jugará su primera final de un Mundial (de Juegos tiene dos) y es serio candidato a MVP del torneo (promedia 15,9 puntos, 6,4 asistencias y 37,4% en triples). Es, de hecho, uno de los líderes de una selección que ha vuelto a regalar otro capítulo que memorizar ahora para contar dentro de mucho a quienes están por llegar.

«Never too high, never too low (nunca tan bueno, nunca tan malo)», escribe siempre el propio Ricky. Aun cuando atraviesa varios baches encadenados, Rubio ha demostrado confianza para regresar a ser determinante. Como ahora, en el momento más pleno de su vida profesional, cuando es ya el máximo asistente histórico en los Mundiales. A falta de lo que reparta en la final el domingo, lleva 127 entregas en 23 partidos; superó el martes a Pablo Prigioni, que quedó en 106 (24 partidos).

«Gracias a esos momentos duros soy lo que soy ahora», decía Rubio tras ganar a Polonia en cuartos. Sin haber visitado bajos fondos, no habría estado preparado para estallar en el Mundial 2019.

«Podemos tener menos talento que otros años pero el corazón es el mismo. Es que hay mucho trabajo detrás… muchas horas. Y eso da su recompensa. Y llevamos muchos años juntos, eso nos dio el partido», aportaba, embelesado por lo conseguido, tras la semifinal. Es un jugador maduro, determinante, total, líder e histórico. Más que nunca en su vida. De esa guisa ha llevado a la selección española (nervio de acero con los tiros libres otra vez, never forget) a las segundas finales de un Mundial. Reponiéndose ante una manada de problemas que amenazaron con devorar su impacto e importancia.

(Fotografía de portada: Di Yin/Getty Images)


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