El origen de Denver Nuggets como franquicia NBA

James B. Trindle vislumbró una gran oportunidad como inversor cuando se anunció la creación de la American Basketball Association (ABA) como potencial rival de la ya asentada NBA. Como socio de una gran empresa de ingeniería del sur de California, se aseguró formar parte de una de las once franquicias inaugurales de la competición con una aportación de 35.000 dólares.

La idea inicial de Trindle y sus socios comerciales estaba dirigida a establecer la franquicia en Kansas City. Sin embargo, no fueron capaces de garantizar la disponibilidad de un pabellón lo suficientemente grande como para albergar los partidos como locales y el comisionado de la ABA, la leyenda de la NBA George Mikan, recomendó al grupo el ubicar el equipo en Denver, donde vivía su amigo Vince Boryla. Boryla era un hombre de negocios que había jugado para los Knicks a comienzos de los años 50 y que había servido como entrenador y general manager de la franquicia neoyorquina después de concluir su carrera profesional. Después de varias reuniones, Trindle acordó trasladar el equipo a Denver y contratar al propio Boryla como jefe de los despachos.

Sin embargo, las dificultades económicas amenazaron el proyecto antes incluso de disputar su primer partido y Trindle se vio obligado a vender dos tercios de la franquicia a Bill Ringsby y su hijo Don por un total de 170.000 dólares. Ringsby nombró al equipo como ‘Rockets’ en honor al apodo de los vehículos de larga distancia de su compañía de camiones, desechando la propuesta original de Trindle, quien había denominado a su equipo como ‘Larks’ (alondras), el pájaro característico del estado de Colorado. No solo eso, sino que el nuevo dueño usó el logotipo de su empresa en los uniformes del equipo y despidió a Boryla para colocar en su lugar a Dick Eicher, presidente de la junta directiva de su empresa. A su vez, contrató a Bob Bass, entrenador en Oklahoma Baptist College que posteriormente sería elegido en dos ocasiones Ejecutivo del año, como head coach por un salario de 20.000 dólares.

La ABA daba el pistoletazo oficial en la temporada 1967-68 y los Rockets se presentaban en sociedad con una cantidad similar de ilusión y de dudas. La primera plantilla de aquel equipo estaba compuesta por jugadores jóvenes y solo cuatro de ellos presentaban experiencia en la NBA: Larry Jones, Wayne Hightower, Tom Hoover y Ron Horn. Nadie sabía cómo iba a responder aquel roster pero las victorias terminaron por borrar esa incertidumbre. Los Rockets finalizaron con el tercer mejor récord (45-33) de la División Oeste antes de caer eliminados en primera ronda ante los New Orleans Buccaneers, un patrón que se repetiría durante toda su andadura en la ABA. De hecho, solo lograrían superar una ronda de playoffs dos años después. En aquella ocasión lograrían su mejor balance en la competición hasta el momento (51-33) y superarían en primera ronda a los Washington Capitals en siete partidos para, posteriormente, hincar la rodilla contra los Utah Stars.

Pese a estas decepciones en post-temporada, el baloncesto vistoso y ofensivo del equipo y sus buenos resultados durante la regular season cautivó a la afición de la ciudad. La temprana popularidad permitió atraer una media de 4.000 aficionados por partido al Denver Auditorium Arena, liderando la competición en venta de entradas. Paralelamente, las negociaciones de Eicher con la radio y la televisión permitió la retransmisión en directo de algunos de los encuentros.

Las siguientes temporadas estuvieron marcadas por la controversia y una inestabilidad que se prolongaría durante todo el transcurso del equipo en ABA y que se extendería a la propia competición. De forma súbita, Bass y Eicher se marcharon de la organización y Ringsby promocionó a su hijo Don al puesto de gerente general. Mientras tanto, John McClendon fue contratado y se convirtió en el primer head coach afroamericano en la ABA.  El objetivo de esta firma era reclutar a Spencer Haywood, estrella universitaria en Detroit Mercy y componente de la selección estadounidense que se colgó el oro en los Juegos Olímpicos de 1968. El propio McClendon era miembro del comité de selección del equipo de baloncesto olímpico y desempeñó un papel fundamental para que Haywood formara parte del roster final. Ringsby era el único propietario con el poder suficiente para reclutar a la joven promesa. Su oferta fue irrechazable: 450.000 dólares durante tres años y un ático en pleno centro de Denver. Al romper la regla no escrita de no reclutar a jugadores universitarios hasta que no terminaran el ciclo universitario, el acuerdo indignó a la NCAA y la NBA, quienes demandaron a los Rockets y a la ABA. No obstante, los tribunales dieron luz verde a la operación, Haywood se convirtió en profesional y su firma abrió el camino para que otros jugadores universitarios de renombre ingresaran en la ABA.

El impacto de Haywood en su nuevo equipo fue inmediato. En su única temporada en Denver, el rookie lideró la ABA en anotación y rebotes, fue nombrado MVP de la temporada, MVP del All-Star Game y Novato del Año mientras lideraba a los Rockets al mejor récord de toda la División Oeste. Además, su presencia impulsó el aspecto financiero en un momento en el que la mayoría de las franquicias luchaba encarnizadamente por generar ingresos y mantenerse a flote. Sin embargo, este ascenso fue efímero. Haywood abandonó el equipo tras recibir una suculenta oferta de los Supersonics. La ABA sufrió un duro golpe por parte de su máximo rival, la NBA, y los Rockets se convirtieron en un equipo mediocre que inmediatamente se hundió en el pozo de la clasificación. Al mismo tiempo, la familia Ringsby estaba cada vez más cansada de las dificultades económicas, deportivas y judiciales que sobrevolaban la competición. Tras finalizar la temporada 1971-72 con pérdidas financieras y un nivel de asistencia de aficionados en caída libre, vendió la franquicia a Frank M. Goldberg y A.G. Fisher, ambos de San Diego.

Los nuevos propietarios quisieron dar un soplo de aire fresco a la organización desde todas las perspectivas posibles. El objetivo era basar las perspectivas futuras de la franquicia en la construcción de un nuevo pabellón que pudiera albergar una capacidad superior a los 15.000 asientos. Planificado para albergar partidos de hockey y competiciones de patinaje artístico como parte de la exitosa candidatura de Denver para los Juegos Olímpicos de Invierno de 1976, el nuevo recinto estaba programado para ser abierto antes del inicio de la temporada 1975-76. Un proyecto que terminaría cogiendo forma bajo el nombre de McNichols Sports Arena, casa de la franquicia hasta 1999.

En 1974, Goldberg y Fisher contrataron a un nuevo general manager, Carl Scheer, ex-comisionado adjunto de la NBA que también había sido presidente y gerente general de los exitosos Carolina Cougars. A su vez, Scheer firmó a Larry Brown como head coach. Juntos trabajaron para salvar la franquicia, que sufría de poca asistencia, disminución de ingresos y ausencia de contratos de retransmisión. Este estado precario difería muy poco del resto de equipos, los cuales se encontraban en una situación similar que había empujado a la liga al borde de la extinción. Cuando los fundadores de la ABA planificaron la competición en 1967, la idea era fusionar la competición con la NBA tres años después. ¿La lógica de crear una competición para un desenlace tan corto? Crear la suficiente competencia y presión como para que los propietarios vieran ampliamente aumentada su inversión. Sin embargo, la falta de ingresos resultó cada vez más perjudicial y tan solo cuatro franquicias lograron dar el paso. Muchas se quedaron por el camino y desaparecieron.

Los Rockets finalizaron la temporada 1974-75 con el mejor récord (65-19) en la historia de la ABA y completaron su mudanza al McNichols Sports Arena, donde la venta de entradas se disparó. A su vez, cambiaron el denominativo ‘Rockets’ por el de ‘Nuggets’, en alusión a los originales Nuggets que disputaron la temporada 1949-50 de la NBA.

Denver volvía a ser una ciudad próspera para el baloncesto profesional pero tanto Fisher como Goldberg estaban muy preocupados por la nefasta perspectiva global de la competición, la cual amenazaba con afectar su propia inversión. Cuando ambos propietarios le propusieron a Scheer que encontrara inversores locales adicionales para apuntalar la franquicia, este respondió comprándola por completo. Por poco menos de un millón de dólares, la recién formada Nuggets Management, Inc., compuesta por Scheer y otros cuatro socios, se convertía en la dueña del equipo.

La crónica de una muerta anunciada se cumplió en 1976, el mismo año en el que los Nuggets alcanzaban las Finales para caer ante los Nets. Las circunstancias financieras que rodeaban a la ABA se tornaron insostenibles y los propietarios promovieron la fusión con la NBA. Numerosas franquicias ya se habían disuelto o estaban en serios problemas financieros. La liga se había reducido a tan solo seis equipos y la disputa de una nueva temporada era inviable. No obstante, la ABA todavía disponía de los derechos de jugadores de muy alto nivel (Julius Erving, Artis Gilmore, David Thompson o Dan Issel) y la NBA expresó su interés de acoger a las franquicias más fuertes y solventes. Así, Indiana Pacers, New York Nets, San Antonio Spurs y Denver Nuggets fueron las cuatro franquicias elegidas para incorporarse a la competición, todas ellas previo pago de un canon de entrada que ascendió hasta los 4,5 millones de dólares por equipo. Además, los Nuggets tuvieron que pagar un precio adicional: prescindir de los acuerdos que habían cerrado con las estrellas universitarias Marquis Johnson, Richard Washington y Quinn Buckner.

Los Nuggets aterrizaron en la NBA con un prometedor equipo compuesto por grandes figuras como David Thompson, Dan Issell y Bobby Jones. En su primera campaña lograron el mejor registro (50-32) de la Midwest Division. Sin embargo, el equipo continuó con su peculiar ‘tradición’ de perder en las primeras rondas de playoffs, una tendencia que, salvo por un corto periplo en los años 80 y la aparición en las Finales de Conferencia de 2009, se ha mantenido hasta la actualidad.


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(Fotografía de portada de Mike Powell/Getty Images)


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