El temido cisma ya está aquí: llegan las ventanas FIBA

La capacidad de matarse a sí mismo que tiene el baloncesto mundial, más allá de la NBA, que afortunadamente para muchas cosas es un mundo aparte, ha sobrepasado los límites que muchos pudiéramos haber llegado a imaginar. El pulso que la FIBA ha decidido echar a todo planeta baloncestístico, pero que se centra sobre todo en Europa y contra la Euroliga, amenaza con traer un reguero de consecuencias que pueden terminar con el baloncesto de selecciones tal y como lo hemos conocido.

Bueno, realmente, el baloncesto de selecciones del mundo contemporáneo, el basket de equipos por países que sólo juegan en verano, acomodando las fechas libres al final de las competiciones de clubes, murió en septiembre de 2017. Y ha sido enterrado ahora en noviembre. Aunque la sentencia de muerte llegó hace un lustro, en el otoño de 2012, cuando la FIBA decidió, quién sabe por qué, cambiar un sistema de torneos internacionales de selecciones que, más allá de generar el eterno pulso entre NBA y equipos nacionales por la prestación de sus jugadores, parecía más o menos exitoso. Europeos cada dos años, Mundiales y Juegos cada cuatro. Todos los veranos, sin excepción y desde las últimas dos décadas, baloncesto de selecciones. ¿A santo de qué este cambio?

Quizá convenga explicar primero qué es el cambio, qué cambia, porque tratar de averiguar las motivaciones de este volantazo que ha puesto patas arriba el baloncesto internacional es más complicado.

Las Ventanas

En ese otoño de 2012, la FIBA aprobó que a partir de 2017, tras la celebración del Eurobasket, todo cambiara. Se ponía fin a los Europeos cada dos años (años impares) y se retrasaba la celebración del Mundial que debía celebrarse en 2018 a 2019. ¿El motivo? Dejar un verano libre a los jugadores, en primer lugar; de fondo, el hecho de no coincidir con el Mundial de Fútbol. Así que para 2019 se celebrará el Mundial de China, para 2020 habrá Juegos y ya en 2021, Eurobasket, que pasará a celebrarse cada cuatro años. En 2022 nada y en 2023 nuevo Mundial, de cuya candidatura ya se han bajado potencias como Turquía o Rusia.

Pero la FIBA no sólo decidió alterar los veranos, sino que arrastró todo ese cambio al resto del curso, a la temporada de las competiciones de clubes. Y decidió poner, o abrir, varias Ventanas de competiciones, donde todos los países sin excepción, en cada continente, pelearían por clasificarse al Mundial de China 2019 en dos fases diferentes, más o menos al estilo del fútbol. Eso estaba previsto para noviembre de 2017. Y señores y señoras, en noviembre de 2017 estamos. Y hay cisma, claro.

Primero, porque es sencillo imaginar que un Real Madrid-Málaga, que es el partido de los merengues este sábado en la liga nacional de fútbol, se va a disputar con todos los jugadores disponibles tanto para Zinedine Zidane como para Míchel. Segundo, porque a nadie se le pasa por la cabeza que Marcelo no esté disponible del lado blanco porque está jugando con Brasil. O Messi, en su duelo contra el Valencia, se ausente porque ha de competir con Argentina. Raro, ¿no?

Pues al baloncesto no le debe de parecer tan raro si al final ha permitido semejante tropelía. Cuando se fueron aproximando las Ventanas, la NBA dejó claro y claro que de ninguna manera pararía o alteraría su calendario. Si ya son de aquella manera para ceder jugadores en verano, imagen en plena competición. No olvidemos que quien paga los sueldos son los dueños de las franquicias, a los que se les pide que dejen medio gratis a sus estrellas para que recorran miles de kilómetros en unas horas, se crucen unos cuantos mares, jueguen, con suerte no se lesionen, y vuelvan sanos y descansados a servir al equipo que les abona unos cheques astronómicos.

Una huida hacia delante

¿Absurdo? Suena a ello. Pero a la FIBA, y a FIBA Europe más en concreto, ahora vamos con ello, le tiene que sonar necesariamente bien si ha seguido con esta andanada de incongruencias, basadas en pedir prestados jugadores a cambio del único argumento de que las selecciones y todas esas cosas son lo primero. Como si ese fuera el debate, el único debate. Como si todo fuera blanco o negro. Como si estuviéramos hablando de un deporte amateur, de 1896. Nada de eso.

Y la FIBA lo sabe, pero como siempre, ha podido más su impulso, su cabezonería, que su capacidad real para solucionar los problemas que ellos mismos han creado. Cuando anunciaron las Ventanas dijeron que casi un 90 por ciento de jugadores estarían disponibles para ir. El 10 por ciento era la NBA, esa isla que no se atreven ni pueden tocar.

Obviamente, ningún jugador con contrato en vigor con alguna franquicia de la NBA ha acudido a las sVentanas. En la Euroliga, tres cuartos de lo mismo. Alguno va, sí, pero no es la mayoría. Todo lo contrario. Y se dan situaciones surrealistas como que el Real Madrid juega a la misma hora que España lo hace ante Montenegro.

Euroliga y FIBA Europe

Hablamos antes de FIBA Europe. La Federación europea va camino de perder su segunda batalla en apenas dos décadas. La primera, a principios de siglo, cuando se fundó la Euroliga para gestionar las principales competiciones continentales de clubes y la FIBA se quedó sin nada, viendo huir a los equipos en menos de un curso y con sus otrora prestigiosas competiciones ajusticiadas. La Euroliga heredó, por el peso lógico de la historia y porque eran los mejores equipos de Europa los que estaban a su lado, el palmarés de la Copa de Europa. La FIBA, FIBA Europe, lo vio pasar. Siguió organizando torneos europeos de clubes, pero de un nivel discreto. Sí, los veranos impares eran suyos con los Europeos y todo eso, pero habían perdido la iniciativa.

De ese cisma, estos lodos. La guerra siguió abierta, más pública de la FIBA hacia la Euroliga- con la creación también de una suerte de Euroliga, la Basketball Champions League- que a la inversa. Aunque la propia Euroliga ha seguido su camino, tampoco excesivamente preocupada por algo más que su propia competición, buscando hundir las ligas locales y colocando partidos en la misma fecha que las Ventanas. Sin concesiones.

Pero digamos que a todo esto la Euroliga llegó antes. Cuando se fundó, el sistema de selecciones era otro. Los que lo han cambiado han sido unos rectores desde Suiza. Y lo que han hecho, como otras veces, ha sido pegarse un tiro en el pie antes de que empiece la batalla. Las Ventanas nacen cojas, ignorando intentos de cambios finales como el de la propia Euroliga, que abogó por junio y julio como el momento para concentrar estos partidos. Ajustes en el calendario posibles, pero que la FIBA rechazó porque sería aceptar lo que otros le digan. Y si esos otros son la Euroliga, el enemigo eterno, qué decir.

¿Y la NBA?

Siendo un poco vulgares, da la sensación de que pasa bastante de todo esto. Digamos que tienen una posición de tanta fuerza, además de ser una competición privada, que no parece importarle mucho este tema de las selecciones. Y si le importa o ha importado siempre ha sido para decir, de una manera u otra, que sus jugadores no van a ir. Apenas ha habido, en alguna lista previa, nombres para selecciones de tipos que hayan estado o estén en la NBA. Gian Clavell supone una de las excepciones.

Así que Estados Unidos, que en 1992 fue el Dream Team, ha preparado un equipo solvente de jugadores de G League, competición que tampoco para este fin de semana. Acción de Gracias, sagrado, las Ventanas, para otros. El USA Team de similares características ya venció en la AmeriCup a finales del pasado verano y presumiblemente no tenga problemas para sacar su billete a China.

Y ahí vendrá la parte final del dilema, la misma que se plantea en España y en otros países. ¿Quién va al Mundial? ¿Las estrellas o las que se han comido el marrón de la clasificación? Ettore Messina, en el Eurobasket 2017, abundó en lo injusto de una situación que se va a producir. Y para la que no hay respuesta. Como para casi nada en todo este dislate en el que parece que el gran perdedor va a ser quien de nuevo apuesta a lo grande siendo más pequeño de lo que se cree.


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