Thon Maker busca su camino en paz

Hubiese quedado extraño titular este texto con una referencia a Manute Bol, dado que el gigante sudanés tiene a un hijo que próximamente podría llegar a la NBA. Hubiese quedado raro, sí, pero no andaría descaminado. Las coincidencias entre Thon Maker y él, poniéndolo en una vara de medir que aglutine en sus astillas aspectos como la cultura, la descendencia, la personalidad o el físico, serían más de una y más de dos.

Thon Maker está experimentando los brillos de los focos más potentes en la que es su primera temporada en la gran liga. Mucho cuchicheo, demasiada especulación y poco comentario centrado en lo que acontece en la cancha, algo que tampoco puede separarse de su propia naturaleza. Pero él quiere jugar, y quiere ser el mejor: «Voy a jugar un All-Star. Y voy a ser campeón, no una sino muchas veces. Y voy a ser MVP y Jugador Defensivo del Año, no una sino muchas veces. Pero lo del anillo y el Salón de la Fama es la meta más grande para mí», admite sin complejos.

Las circunstancias que le rodean nunca han sido las idóneas, pero las aspiraciones personales de una persona no se pueden frenar cuando se tiene tanta hambre por disfrutar. Aunque sólo sea un poco.

Niño de la guerra

La historia de Maker comienza en Sudán, a secas. Por aquella época, a comienzos del siglo XXI, todavía se la conocía así. Ahora ya no. El país se enzarzó en una cruenta guerra civil, en la que Manute Bol fue el embajador por la paz más reconocible y reconocido. Ambos, tanto Bol como Maker, son de la parte sureña. También lo es Luol Deng, el otro gran conocido en el espectro de la NBA de estas características.

Ellos comparten tribu y exilio. Son de la facción Dinka, que también se extiende por otras partes de África pero en Sudán tenía a la gran parte de adeptos. Y es más «tenía» y no «tiene» por la conocida como Masacre de Bor, que comenzó en los 90, la cual se llevó por delante a más de 2.000 personas y produjo que alrededor de otras 100.000 huyeran del país para poder salvar sus vidas. Una de esas luchas africanas no tan visibles a los ojos de los países más desarrollados. Thon Maker fue uno de los refugiados.

Thon se vistió de orgullo para salir del infierno. Con sólo cinco años tuvo que hacer un viaje indecoroso a Uganda en coche, pese a todas las trabas, para huir. Le acompañaron su madre, sus tíos y sus cinco hermanos. Allí pidieron asilo a los países que consideraron hasta que Australia respondió afirmativamente un año después.

De Wau a Perth

Como muchos otros niños, y más en un país como Australia y con las raíces de África que se le aplican, el baloncesto no era la primera opción pese a su espigada figura. En la ciudad de Perth, concretamente en el barrio suburbano de Mirrabooka y más aún en el Herb Graham Recreational Centre, empezó la escalada hacia lo alto. Aquel era un gimnasio especializado en ayudar a niños inmigrantes a integrarse en la cultura australiana. El hombre que se cruzó en el camino de Thon y muchos otros chavales (y no sólo de su quinta) es Edward Smith. En este caso más, ya que se acabó convirtiendo en el tutor legal del joven.

Una segunda partida para Thon llegó para poder progresar. De Perth se fue a Sidney, una de las tres ciudades importantes del país, para dar rienda suelta a sus habilidades en el baloncesto una vez dejó de lado la ensoñación de poder ganarse la vida con el fútbol. Era 2011 y estaba en plena adolescencia, con un padre que seguía en el ‘frente’ -ya no de guerra- y al que sólo podía ver en vídeo: «Mi madre me enseñó uno en el que estaba él en el centro y algunos de los líderes de la tribu alrededor y de pie para darnos el mensaje. Pedían que comprendiera que mi padre quería encabezar así la familia, de aquella forma, y que no hiciera tonterías como beber alcohol o ponerme la gorra hacia atrás», relata con perspectiva.

La sospecha de siempre

Llegó, también de la mano del inseparable Edward Smith, a América. Allí también tenía preparada otra sorpresa. Tras Martinsville (Virginia, en Estados Unidos) y Orangeville (Ontario, en Canadá) decidió opositar para pasar a la NBA dejándose sin hacer un año de college.

La Asociación aprobó el movimiento, pero la polémica ya estaba servida. Y en bandeja de plata. Ocurre en demasiadas ocasiones cuando hablamos de personas de origen africano. El ejemplo más sonado en NBA es Dikembe Mutombo, pero también les ocurre a los jóvenes que participan en estos torneos de fútbol-7 en invierno y primavera. La sospecha era la edad. «Me ha llegado algo, pero personalmente, como no es verdad, estoy bastante tranquilo», aclaró con contundencia cuando se le preguntó por el asunto. Algunos medios llegaron a hacerse eco de ello, de que podía tener más edad de la que decía tener.

¿Cómo le está yendo su primera experiencia?

No sabemos si por su historia o por sus propios méritos es un jugador que levanta pasiones. Lo advierten los periodistas que suelen seguir la actividad de Milwaukee. Aunque no juegue ni un minuto, hay ovación para él. Es carismático y lo demuestra. Los compañeros hablan maravillas de él. Jason Kidd, su entrenador, duda en tono jocoso sobre la posibilidad de que haya estado enfadado alguna vez en su vida. Ése es el nivel, un disfrute como el de un niño con zapatos nuevos.

Ya centrándonos en el juego, vemos una prolongación. Antetokounmpo, Parker y él. Son tres jugadores muy parecidos: físicos imponentes, brazos larguísimos, bien por encima del aro, de fuera hacia dentro, más finos que orondos. Y cumplen las tres posiciones altas: Giannis en el ‘3’, Jabari en el ‘4’ y Thon en el ‘5’. Y en la cabeza de Kidd cabe este planteamiento perfectamente. Antetokounmpo dice de él que ve «similitudes» con su persona, pero que Maker «es mejor jugador» que él a su edad. Parker dice de él que va a ser «el mejor hombre alto de la liga» en algún momento.

Los datos están en su contra, ya que la participación ha sido poca: 8’2 minutos de media en 38 partidos (que no son todos) y con 3’5 puntos y 1’7 rebotes como promedios. Una lesión macabra como la del compañero Jabari le está abriendo puerta a más minutos, pero en un equipo que ha llegado a acumular a cinco pívots puros al mismo tiempo es difícil abrirse paso.

Se quiere despacio con él. Y pese a que Porzingis rompió en estrella prontísimo, la hoja de ruta es similar con Maker. Lo primero, hincharse a comidas hipercalóricas y currar en el gimnasio para ganar una masa muscular imprescindible para jugar en esta liga.

En cuanto al juego, varias cosas a apuntar. Le gusta jugar por fuera, se siente cómodo siento sorpresivo en la entrada para no tener que luchar con pesos pesados y poder manejarse penetrando, ya sea con el base en pick&roll o él en solitario. Un tiro más que decente para su altura (2,16 m.) y que le hace ser arma para jugar a lo que tantos están jugando ahora, a tener un pívot que tire desde fuera del arco. Es un rim-protector, como no podía ser de otra manera, con buen apoyo para ser infranqueable por arriba y buenas dotes para ser un alto robador. Ah, y remonta bien la línea de fondo, algo que tampoco es tan fácil de ver en los ‘5’ de hoy en día. El punto negativo, además de ser más ágil en el tren inferior que en el superior, puede venir en el cambio físico, ya que esos cambios de peso pueden variar cualidades.

Thon Maker ha ido un paso por delante de los demás desde el principio. Veremos si en la NBA, el paso definitivo en su vida, logra demostrárselo a todos los aficionados.


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